EL MUNDO – 17/03/15 – EDITORIAL
· La salida de la cárcel del etarra Valentín Lasarte, tras cumplir 19 años en prisión pese a estar condenado a más de 300 años por siete atentados, vuelve a señalar el disparate que supuso la derogación de la doctrina Parot por parte del Tribunal de Estrasburgo, al tiempo que pone en tela de juicio la eficacia de la conocida como vía Nanclares en la lucha contra el terrorismo. Sólo 15 etarras se han acogido a esta vía de reinserción. Sin embargo, el Gobierno reaccionó ayer a la excarcelación de este etarra arrepentido con una mezcla sorprendente de disgusto y equidistancia. El ministro del Interior lamentó que a algunos terroristas «cada asesinato les está saliendo por nueve o diez meses de cárcel», mientras el titular de Justicia mostró su «perplejidad». Entre 1996 y 2004, el PP pudo modificar el sistema penitenciario y la legislación. También podría haberlo hecho en esta legislatura. Nada de eso ha ocurrido y por eso las palabras de Fernández Díaz y de Catalá descuellan por incomprensibles y hueras.
En segundo grado desde 2009, Lasarte quedó en libertad después de que la sección tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional aprobara el 27 de febrero su licenciamiento al descontarle de la condena total las redenciones penitenciarias ordinarias y extraordinarias. Durante su reclusión, disfrutó de varios permisos y abonó pequeñas cantidades de dinero. El etarra se ha beneficiado de una legislación dirigida a terroristas que se alejaron de ETA, pero que no han ayudado nada a esclarecer otros crímenes. Lasarte no ha colaborado, ni ha facilitado información relevante para acabar con ETA. Resulta lógico que las asociaciones de víctimas sientan que su puesta en libertad es una burla más de la justicia, pero también de un Gobierno que ha mantenido Nanclares desde 2011 con una sordina a prueba electoral.
Lasarte tiene a sus espaldas algunos de los crímenes más conocidos y execrables de ETA. Participó en siete atentados mortales, y colaboró y facilitó información en los asesinatos de Gregorio Ordóñez y de Fernando Múgica. Consuelo Ordóñez, hermana del dirigente popular, visitó en la cárcel a Lasarte en 2012 y le preguntó quiénes eran sus cómplices en el asesinato de su hermano. El etarra le pidió perdón, pero la víctima advirtió de que el único que podría perdonarle está muerto.
A Lasarte se le considera un terrorista arrepentido porque, tras cumplir 15 años de su condena, envió una carta de perdón a las víctimas, lo que le permitió gozar de beneficios penitenciarios. Lasarte ha cumplido dos años y siete meses por cada uno de los asesinatos que cometió. Hoy es un personaje apestado tanto por las víctimas como por el entorno de ETA, pero ha abandonado la prisión sin avergonzarse de su historial macabro ni prestar su ayuda en el combate final contra la banda. Conviene que el Gobierno se plantee la necesidad de cerrar la vía Nanclares a aquellos terroristas con delitos de sangre o que, en su defecto, establezca las condiciones necesarias para endurecer una opción cuya esterilidad está demostrada.
Mención aparte merece el hecho de que la Fiscalía de la Audiencia Nacional, incumpliendo el papel que le otorga la Constitución, no haya presentado un recurso para evitar restar de la condena de Carmen Guisasola el tiempo de prisión cumplido en Francia. La decisión permite a la etarra seguir fuera de prisión y abona la indignación de las víctimas con la docilidad de la justicia en materia antiterrorista.