ABC 11/07/14
· El presidente catalán busca una reunión discreta que el Ejecutivo descarta
El Gobierno no tiene noticias de Artur Mas. Aunque desesperado por encontrar una salida al callejón soberanista, el presidente de la Generalitat se resiste a solicitar una entrevista formal con Mariano Rajoy. Así lo confirmó ayer de manera rotunda la vicepresidenta del Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría, que desmintió que Mas haya solicitado un encuentro con el presidente del Gobierno, tal y como el primero sostiene. La supuesta petición, y el desmentido posterior, en cualquier caso, no hacen más que confirmar la situación de bloqueo en el diálogo entre la Generalitat y el Gobierno, en el caso de este último sustentado por su negativa cristalina a hablar de nada que no sea el cumplimiento estricto de la Constitución.
El pasado miércoles, el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Duran, aseguró que Mas le había pedido directamente a Rajoy un encuentro durante la recepción por la proclamación de Felipe VI. Para Saénz de Santamaría no hubo tal petición: «Lo que vino a decir» Mas es que estaba a disposición del presidente, «pero no le pidió ninguna entrevista. Eso ha quedado claro». En todo caso, la vicepresidenta, como el mismo Rajoy señaló el día anterior, trazó la postura del Gobierno: «El día que lo pida, aquí estaremos».
La versión que ofrece el presidente catalán es otra. En sede parlamentaria, y respondiendo a una interpelación de Alicia Sánchez-Camacho (PP), aseguró que el encuentro sí está «pedido» y que ahora «sólo hace falta» que le «convoquen». Mas prosiguió: «Si una persona le dice que está a su disposición para vernos cuando usted quiera y esta persona no le responde, usted puede tener la impresión de que no le quieren ver y esta es la impresión que yo puedo tener (…) A mí solo hace falta que me convoquen. Ya me gustaría poder convocar al presidente del Gobierno español, pero no vendría».
La manera discrepante con que unos y otros interpretan lo que es una petición de entrevista, sea formal u oficiosa, emana de un desacuerdo nuclear, políticamente muy significativo, reflejo de la muy distinta posición de las dos partes. Mientras Mas ruega desesperado una reunión discreta, que propicia algo así como una negociación bajo mano que le permita encontrar una salida más o menos airosa, el Gobierno tiene claro que cualquier encuentro debe celebrarse con luz y taquígrafos.
Tal y como están ahora las cosas, con Mas manteniendo junto a ERC el rumbo fijo hacia la consulta del 9 de noviembre, se adivina imposible un encuentro discreto, que posteriormente se filtra a conveniencia, como el que mantuvieron en marzo de 2013 en la Moncloa. En medios políticos catalanes comienza a cundir la idea de que el Gobierno de Rajoy no va a hacer nada para facilitar una salida a Mas si este no recula y renuncia a la consulta ilegal, algo por otra parte improbable dada la presión de ERC.
Teatro y gesticulación
En este contexto, y ante lo que parece un bloqueo imposible de romper, la principal duda es conocer cuáles van a ser los pasos de Mas una vez que el Tribunal Constitucional suspenda la consulta del 9 de noviembre, el «plan B» que el presidente catalán negó ayer que esté preparando, pero que él mismo ha reconocido que se perfila ya en forma de elecciones plebiscitarias.
Por el camino, varios meses de «teatro» y gesticulación que la popular Sánchez-Camacho le reprochó, convencida de que la aventura soberanista de Mas acabará como el «plan Ibarretxe». Para la dirigente popular, los catalanes no merecen tal «incertidumbre», tanto los que no quieren la consulta «ilegal» como los que tienen «expectativas» de que se podrá hacer, con la posterior «frustración» que se generará.