José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 14/7/11
El discurso de Rubalcaba parece que fue un acontecimiento lejano en el tiempo, aunque, en realidad, fue pronunciado el pasado sábado. De sus ecos –en algún caso, eufóricos– ya no queda nada porque el PSOE y el Gobierno están a merced de los acontecimientos. Es verdad que los tiempos actuales se distinguen por su labilidad. La crisis económica, con sucesivos rebrotes incontrolables, como en estas últimas cuarenta y ocho horas, propicia que cualquier decisión gubernamental –por positiva que pueda parecer– quede engullida en una espiral de ansiedad e incertidumbre. De tal manera que el Ejecutivo de Zapatero ha entrado en autocombustión: todo lo que hace sólo sirve para debilitarle de tal forma que la única manera que tendría de no seguir abrasándose sería yugular la legislatura.
El martes, el presidente del Gobierno, al que los nervios traicionaron, cometió la imprudencia de enfrentarse a Alemania por la crisis de la deuda, lo que marca su fin de época en el escenario internacional; negó la existencia de factores que explicasen el acoso de los mercados a España desconociendo que medios internacionales se hacían eco al mismo tiempo de un supuesto déficit oculto en Castilla-La Mancha y se desvelaba que varias entidades financieras españolas no pasarán las pruebas de estrés que se conocerán mañana. Zapatero tampoco se ha interrogado acerca del acierto, alcance y profundidad de unas reformas que siguen sin ofrecer estabilidad y certidumbre a los mercados, ni valora la precariedad política que implica la bicefalia que mantiene con Pérez Rubalcaba, cuyo discurso de proclamación resultó del todo inoportuno respecto del sistema financiero. El presidente tampoco ha reparado –o eso parece– en que nada más aprobarse el techo de gasto gracias a la abstención de los nacionalistas, la vicepresidenta Elena Salgado declaraba que, segura-mente, habrá que revisarlo en breve.
Todos son reveses para el Ejecutivo: no sólo comprueba cómo el llamado «mundo de la cultura» –tan propicio otrora a su liderazgo– se introduce en la peor de la crisis con las presuntas corrupciones en la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), sino que también la izquierda de IU le ha abandonado tanto en Extremadura como en Álava, en ambos casos en favor del PP, y que sus expectativas de sostenimiento dependen del PNV y de la benevolencia de CiU. Las muletas gubernamentales son, pues, mínimas. La pérdida del poder territorial, que esta semana culminará con Asturias, pocos días después de Aragón, le restan cualquier margen de maniobra en un escenario en el que la pérdida de confianza ha prendido ya en el empresariado español, que está la espera del recambio pero que no concede al Ejecutivo ni siquiera el beneficio de la duda.
El presidente ya no asegura que concluirá la legislatura. Se limita ahora a buscar un claro en tormentoso horizonte para darla por concluida, con unas encuestas que, de forma unánime, auguran una auténtica debacle electoral del PSOE. Permanecer en el Gobierno no hace sino acentuar los ribetes escandalosos del fracaso electoral que se cierne sobre los socialistas. No valdrá para evitarlo el nuevo efecto Rubalcaba.
El feo caso Faisán
La Audiencia Nacional dictó ayer auto de procesamiento contra el ex director general de la Policía, Víctor García Hidalgo, el ex jefe superior de policía de Bilbao y un inspector en la causa conocida como caso Faisán. Estos procesamientos colocan al Gobierno en situación arriesgada porque se atribuyen a los encausados delitos tan graves como colaboración con banda armada y revelación de secretos. Los hechos que sucedieron en el bar Faisán el 4 de mayo de 2006 –un chivatazo a los terroristas– se incrustan en el «proceso de paz» con ETA cuyos benéficos positivos quedarían cuestionados con estas acusaciones gravísimas. Feo asunto en un momento crítico.
Y ETA, jactanciosa
Aunque muchos lo sabíamos –y así lo escribimos aquí– ETA se ha encargado de subrayarlo: Bildu significa para la banda una victoria ideológica y política. Si alguien precisaba una declaración de parte sobre la naturaleza política y estratégica de lo que significa Bildu, la banda terrorista se ha encargado de despejar cualquier duda. El voluntarismo de sectores socialistas, la connivencia del PNV, el exceso de jurisdicción del TC y la ansiedad de paz en el País Vasco han instalado a Bildu –la estrategia de ETA– en el corazón de Euskadi.
Qué error.
José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 14/7/11