RUBÉN AMÓN-EL CONFIDENCIAL

  • La iracundia del ministro Escrivá en la entrevista a Carlos Alsina expone la ruptura de socialistas y morados en el asunto capital de las pensiones
El ministro Escrivá ha estallado en directo. Había sido citado por Carlos Alsina (Onda Cero) para explicar la eventual reforma del sistema de pensiones, pero la entrevista se resintió de una indignación que pone de manifiesto el cisma del Gobierno en asuntos capitales y que revela hasta qué extremos el ‘comando’ de Pablo Iglesias sabotea al ministro de la Seguridad Social.

No es que lo dijera Escrivá explícitamente, pero la conversación caliente y las expresiones de iracundia, insólitas en un político tan mesurado, sobrentendían la incredulidad respecto a la percepción mediática de las «narrativa de las reformas». Negó que fuera a modificarse el cómputo de los años que habilitan la jubilación —una “recomendación” de Bruselas—, aunque el verdadero motivo de la indignación proviene de su propio aislamiento. Iglesias se jacta de que los planes de Escrivá no van a prosperar en el Parlamento. Ya se ocupa de proclamarlo. Y de filtrar a la prensa las informaciones disuasorias que tanto desconciertan al ministro cabreado.

Perdió Escrivá los papeles en directo. Sobre todo porque la tentación de atribuir a la prensa la divulgación de noticias infundadas resultaba en principio más cómoda que reconocer la traición de sus colegas morados en el Ejecutivo. Las pensiones representan el primer dogma de la doctrina de Iglesias, motivo por el cual el vicepresidente enfatiza todas las armas que puedan malograr los planes de Escrivá. Ni se va a aumentar a 35 años el cómputo de los años de jubilación, ni se va a rebajar el poder adquisitivo de los nuevos jubilados.

Atribuir a la prensa la divulgación de noticias infundadas resulta más cómodo que reconocer la traición de sus colegas morados

El debate, la controversia, ya se había arraigado en los últimos días, pero nunca había adquirido unas dimensiones tan desproporcionadas. Escrivá se desbocó en la entrevista de Alsina nada más abrirse el micrófono. Y acaso se fue convenciendo a sí mismo de que el ataque a la narrativa de la prensa no podía explicarse sin el origen de las fuentes informativas. Iglesias se desdobla como vicepresidente del Gobierno y como líder de la oposición. Navega en la ola virtuosa, pero se baja de la tabla cuando los colegas del PSOE interfieren en sus tabúes ideológicos: el salario mínimo, el abastecimiento energético, la reforma laboral, la reforma de las pensiones.

Ya lo sabíamos. Pero nunca habíamos asistido a una deflagración en directo. Porque Alsina situó a Escrivá en un terreno incómodo: ¿la prensa se inventa las noticias o las filtra el Gobierno? No terminó de sosegarse el ministro. Se le observó incómodo, agresivo, maleducado y ofuscado. Y nunca supo explicar si los muchachos de Iglesias son leales al Gobierno.

El ministro de la Seguridad Social se ha quedado solo. Iglesias presume de haber frustrado sus reformas, pero esta reyerta a cielo abierto no representa el final de una batalla. Por un lado, al contrario, alimenta y disparata los graves problemas de convivencia. Y, por otro, asegura nuevos episodios, no digamos cuando Bruselas exija llevar a término las reformas laborales y de pensiones que Escrivá lleva en su cartera y que darán origen a nuevos navajazos.