José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Si hubiera fuerzas del mal en su contra y el PP y Cs estuvieran de «cacería» el Gobierno no para de darles todas las oportunidades para que triunfen
Se ha escrito que la comparecencia del jueves de Pedro Duque ante los medios de comunicación para explicar su sociedad patrimonial, fue «patética» y «angustiosa». Además, añado, resultó una aleccionadora expresión de cómo el actual gabinete de Sánchez adolece de graves carencias de configuración para actuar de modo ordenado y coordinado. Lo ha demostrado, en un registro muy distinto al del ministro de Ciencia, la todavía ministra de Justicia, Dolores Delgado, a la que se le ha permitido desde las instancias que podrían haberlo impedido una desastrosa gestión de la crisis de los audios que reflejan sus intragables conversaciones con el excomisario Villarejo.
Es muy posible que el presidente considere que los costes de oportunidad de cesar a ambos ministros sean muy superiores a los que comporta mantenerlos en el Gobierno, en el bien entendido de que el de Duque y el de Delgado son dos casos distintos y distantes, pero que tienen en común que los miembros del Ejecutivo –en estas crisis tan graves y en otras circunstancias que lo son menos— actúan sin las adecuadas referencias, sin guion, improvisadamente. No se trata solo de si deben producirse o no dimisiones o destituciones para cohonestar el discurso de exigencia ética de Sánchez con la realidad de su praxis política. Se trata también de detectar por qué la actuación de los miembros del Gabinete sería propia del ejército de Pancho Villa.
Parece evidente que Delgado debió recibir un asesoramiento muy a fondo para enfrentarse con alguna posibilidad de persuasión pública a la crisis que provocaron los audios de Villarejo. Pero es más evidente que Duque requería de un asesoramiento mejor y mayor para enfrentarse a los medios de comunicación para explicar su corrección fiscal a propósito de su sociedad patrimonial. En ambos casos se ha registrado excesiva rapidez en la comparecencia; las explicaciones han sido parciales y poco convincentes; las versiones han resultado zigzagueantes y si un ministro se ha mostrado como un colegial pillado en renuncio, otra ministra ha bordeado la chabacanería.
Las contradicciones en las que los miembros del Gobierno han incurrido antes de estos dos episodios críticos remiten igualmente a un cierto amateurismo político en los titulares de algunos ministerios. El caso más llamativo ha consistido en la venta de bombas «inteligentes» a Arabia Saudí sin que nadie haya explicado por qué la ministra de Defensa actuó sin colegiar su decisión contraria en el Consejo de Ministros. Tampoco se entiende cómo la portavoz del Gobierno incurrió en el ridículo de suponer que las bombas exportadas no matarían a yemeníes, lo que provocó una carcajada nacional. Es todavía peor que, a estas alturas, la vicepresidenta propugnase el jueves en un foro periodístico regular la libertad de expresión. Grave deriva.
Parece claro que el Gobierno «bonito» ha afeado por el desorden y la descoordinación con la que se conducen en general los miembros del Gabinete
Antes, el Gobierno había transitado de no asistir a Llarena en Bélgica a hacerlo porque es una «cuestión de Estado». ¿Qué decir de la exhumación de los restos de Franco? Se iba a producir en agosto. Ahora nadie se atreve en el Gobierno a adelantar una fecha para el desenterramiento. Además, miembros del Gobierno se pronuncian sobre la larga estancia de los políticos catalanes en prisión preventiva al mismo tiempo que dicen respetar la independencia judicial, lo que provoca en la magistratura perplejidad e irritación a la vez. Mientras, Sánchez responsabiliza a la Generalitat de un eventual adelanto electoral. Esquizofrenia política.
Al margen, pues, de si habrá dimisiones o ceses; al margen también de si habrá o no presupuestos y al margen, incluso, de si la política de Sánchez en Cataluña le permitirá o no continuar con la legislatura, parece claro que el Gobierno “bonito” ha afeado, además de por los sonados casos que han afectado a dos ministros dimitidos y otros dos en la duda de que tengan que serlo, por el desorden y la descoordinación con la que se conducen en general los miembros del Gabinete. Sánchez está tan acosado como lo estuvo Rajoy, epítome del asedio a un presidente que terminó cayendo en una moción de censura en la que el PSOE recibió el apoyo de populistas, nacionalistas e independentistas.
De tal manera que si Sánchez quiere mantener la legislatura deberá hacer un repaso a la estructura de su Gobierno para hacerlo eficiente
Desde algunos sectores de opinión y mediáticos de la izquierda y desde Moncloa, como este viernes se comprobó en la hiperbólica intervención de Isabel Celaá, se afirma que está en marcha una «cacería» que sería «brutal» y «personal» contra los ministros por parte de la oposición (PP y Cs) y que, además, actúan unas «fuerzas del mal» no identificadas que se han ensañado con Sánchez y su equipo gubernamental para destrozarlos antidemocráticamente. Esos argumentos son tan consoladores como inútiles y, sobre todo, falsos. Es el Gobierno, su modelo de funcionamiento, su descoordinación, el desorden con el que los ministros actúan, la falta de profesionalidad en la forma de afrontar las crisis y de comunicar con sus grupos de interés y con la opinión pública, lo que traba el desenvolvimiento de la gestión gubernamental, además de la dificultad objetiva de su minoría parlamentaria y la inestabilidad de sus socios.
De tal manera que si Sánchez quiere mantener la legislatura deberá hacer un repaso a la estructura de su Gobierno para hacerlo eficiente. El Ejecutivo, en fin, está colapsado —ayer la Mesa del Congreso volvió a bloquear la aprobación de la senda de déficit—, pero tal situación es compatible con la proyección de una imagen de orden y concierto. Si hubiera «fuerzas del mal» en su contra, y el PP y Cs estuvieran de «cacería», habría que concluir que el Gobierno no deja de ofrecer oportunidades a las unas y a los otros para que logren sus objetivos.