El diseñador de la portada del libro ‘Mujeres de ETA’ , Nacho Soriano, acusó ayer de plagio al Gobierno vasco por usar en la campaña publicitaria sobre víctimas de ETA con el lema «Cuando silencian una voz, nos callan a todos. Que no sellen tus labios» los mismos símbolos -una bala y un pintalabios- que los creados por él para la portada de la obra.
Cuatro mujeres sin piedad
Este libro, del periodista Matías Antolín (Ed. Temas de hoy), es el resultado de una investigación sobre las etarras más sanguinarias. (El Mundo / Crónica, 10/2/2002)
Éste es un extracto del libro.
La mayoría de mujeres, cuando entraron en ETA, lo hizo más por aspectos afectivos que ideológicos. Una vez en un comando son más sanguinarias y frías que los hombres porque quieren demostrar lo que valen. Se inician en la banda con muchos prejuicios y se sienten continuamente agraviadas. ¿Qué hacen para superar, como sea, ese latente sentimiento? Generan una respuesta, casi siempre desproporcionada, y que en lo externo se traduce en aparentar más de lo que pueden dar de sí. Lo que significa que están dispuestas al mayor número de atrocidades para demostrar su compromiso y su fortaleza.
«LA TIGRESA»
Esta pérfida mujer de ETA, nacida en San Sebastián el 18 de marzo de 1964, aunque se crió en Rentería, se infiltraba como una carcoma entre los maderos. Una de sus obsesiones era seducir a los txakurra (policías y guardias civiles destinados en Euskadi). Se dice que cuando les tenía debajo, haciendo el amor, su mayor deseo era «pegar un tiro en la boca a esos cabrones».
Ha sido toda una leyenda, la terrorista de los ojos verdes. Detenida en Francia en 1994, fue extraditada a España en mayo de 2001.Se inició en el comando Oker; perteneció al comando Madrid en su etapa más sanguinaria, junto a Belén González Peñalba, Juan Manuel Soares Gamboa, Iñaki de Juana o Makario. De allí la expulsaron y acabó en el comando itinerante al lado de Urrusolo Sistiaga.Se la conocía por Margarita, que no era un nombre de guerra, sino el que le correspondió en el primer carné falsificado que le entregó Santi Potros.
En aquella época, Idoia era, ante todo, una esclava de su cuerpo y su cabello. El resto del comando intentaba que no llamara demasiado la atención por la calle, pero sus ojos, espectaculares, los realzaba con unos atractivos y voluminosos peinados y una vestimenta provocadora acorde con su físico, muy sensual. Jamás contempló la mínima regla disciplinaria dentro de ETA.
Hija de emigrantes salmantinos, Melchor López y María Riaño, desde muy joven se imbricó en ambientes abertzales. Su primer novio, José Ángel Aguirre Aguirre, la integró en ETA. En una época les conocieron como Bonnie and Clyde, pues atracaban bancos para financiarse. Su bautismo de sangre fue en Irún, donde el 16 de noviembre de 1984 asesinaron al ciudadano francés Josep Couchot; le acusaron de pertenecer al GAL.
Como era tan temeraria, la cúpula etarra decide integrarla en el talde más célebre y más importante de la organización: el comando Madrid, el comando más letal y certero que jamás tuvo ETA.
López Riaño participó entonces en algunos de los atentados más brutales de ETA en la capital. Entre ellos el que tuvo lugar el 14 de julio de 1986, cuando un coche bomba mató a 12 personas en la plaza de la República Dominicana.
El último atentado que se le atribuye tuvo lugar el 21 de julio de 1987 contra el Ministerio de Defensa. Desde un coche aparcado frente al edificio, en el madrileño paseo de la Castellana, lanzaron varias granadas que explotaron en la fachada.
Cuando fue detenida el 25 de agosto de 1994 estaba unida al francés Olivier Lamotte. Veintitrés víctimas jalonan su currículo de sangre entre 1984 y 1991.
«ANBOTO», LA INTRANSIGENTE
María Soledad Iparaguirre Guenetxea Anboto está a punto de cumplir 42 años. Si no ha encogido últimamente, mide 1,73 metros. Es de cara redonda, algo ancha, con rasgos de mujer hermosa, aunque tiene un diente un poco torcido. Nacida el 25 de abril de 1961, se sabe que viste con un toque de no disimulada elegancia.
Desde que su novio, José Manuel Aristimuño Pana, murió en un enfrentamiento con las Fuerzas de Seguridad del Estado el 29 de marzo de 1981, a Soledad se la tiene por una etarra muy radical y peligrosa, pues juró odio eterno a la policía y a la guardia civil. Me cuentan los que la conocieron, además, que le encantaba irse de juerga perdiéndose en la noche madrileña.
La primera acción mortal en la que participó fue el asesinato del cartero Estanislao Galíndez en Amurrio (Álava). Sucedió el 26 de junio de 1985. Se le acusa de haber participado en los asesinatos del guardia civil Fernando Amor en Lullando (Álava); los policías Félix Gallego en Vitoria, Manuel Fuentes en Bilbao y Antonio Ligero y Rafael Mucientes en el Alto de Armentía.
Siempre ha destacado en ETA por liderar las posturas más radicales e intransigentes. Reapareció en 1992 en el comando Madrid junto a Kantauri. Expertos en la técnica del coche bomba, sus atentados mortales continuaron en la capital de España; derramaron mucha sangre y dejaron nueve muertos más en su palmarés criminal.
Unos la sitúan en México, cada vez más alejada de la cúpula de ETA y otros en París, al lado de Mikel Antza, de quien podría ser compañera sentimental, y encuadrada en el aparato político.Pero es difícil rastrear pistas de etarras. Lo que sí sé es que le gustaba tararear esta frase cruel: «Zapatos negros y barba de dos días, mátalo, que es policía».
UNA MADRE EN ETA
Nieves Sánchez del Arco estaba escribiendo un diario cuando fue detenida en Burdeos el 19 de noviembre de 1996. Lo había iniciado unas semanas antes de la detención. El día 13 de noviembre, dos días después del secuestro de Cosme Delclaux, anotó: «He oído en la radio el presunto secuestro. [No apunta de quién, quizá aún lo ignorara]. Pienso en que eso es la prueba más evidente de que somos, de que estamos, y el corazón se me alegra sinceramente.Quiero compartir esa alegría que me produce la noticia. Adelante, compañeros. Esa noticia me ha hecho sentir un poco más fuerte hoy. Me llena de ilusión. Se me remueven las tripas de gusto de estar con el pensamiento junto a vosotros».
Se trata del único párrafo donde la cabecilla etarra muestra una exultante euforia. El resto del diario, incautado por la policía en el piso donde vivía en Burdeos junto a Juan María Insausti Múgica Karpov, es más bien un puñado de hojas escritas por una mujer enrabietada contra la cúpula de ETA.
Sánchez del Arco narra los proyectos que compartía con Karpov, etarra que se encontraba atravesando un estado muy depresivo, al sentirse abandonado por la dirección de ETA. «De vez en cuando le observo sin ser vista y su mirada perdida me asusta. Me da miedo lo que leo en los ojos del compañero que está conmigo.Veo en sus ojos que ha llorado. Quizá el único arma de consuelo que nos quede sea llorar», se lee en uno de los pasajes. De hecho, Karpov llegó a ingerir un bote de pastillas en un intento de suicidio.
No es el único fragmento revelador que se encuentra en el diario de Sánchez Arco, madre de tres hijos. En sus escritos también se halla el siguiente párrafo: «Mi hija mayor siempre me ha echado en cara mi pertenencia a ETA. Me dice muchas cosas que son profundas y otras sólo son reproches y rabias. La otra niña, la segunda en edad, calla para no causarme más dolor. El pequeño es el que más ha sufrido mi ausencia. Cuando marchamos, tenía dos años y medio. Recuerdo que dormía cuando salí de casa aquella mañana y que rocé con mis manos su cara dulce para no despertarle».
«LA GORDA»
Carmen Guisasola, regordeta, escurridiza, con ojos de víbora, pequeña pero matona, es otra de las mujeres de ETA que accedió a la cúpula de la organización después de Yoyes y Elena Beloki.
Es natural de Markina (Vizcaya), donde nació el 16 de febrero de 1958. Hija de Nieves y José, vivió su infancia en el caserío Asabel Goiko, en un ambiente familiar muy politizado. Con cordón umbilical abertzale, comenzó a militar desde muy joven en ETA y pronto se casó con un concejal de HB de su pueblo. Antes había organizado un grupo cultural llamado Sugar y también había dado clases de euskara a adultos. Lo euskaldun le llovía dentro y le calaba hasta las entrañas.
También conocida por Lourdes y La Gorda, Guisasola fue detenida en Saint Martin de Seignaux (Iparralde, Francia) el 17 de noviembre de 1990 en un rutinario control de carreteras. Estaba integrada en la dirección del aparato militar de ETA. Su misión era coordinar la formación de comandos ilegales (con activistas fichados por la policía).
La documentación que se incautó a Guisasola permitió a policías y jueces llevar a cabo un riguroso análisis de la situación y funcionamiento de ETA. Se supo, por ejemplo, dónde se impartían los cursillos de entrenamiento de los nuevos militantes y que apenas duraban 10 días. Sin duda, fue un revés muy duro para la organización.
El 1 de marzo de 2001 fue extraditada a España para que fuera juzgada por siete causas, entre ellas cuatro asesinatos. La policía le atribuye hasta 33 atentados con cerca de 20 muertos.
La Gorda formó parte de los comandos Gorratxegi y Vizcaya. En el verano de 1998 fue expulsada de ETA por adherirse a un manifiesto impulsado y escrito por José Luis Álvarez Santa Cristina Txelis en el que se abogaba por un acuerdo entre todos los nacionalistas vascos, se aplaudía la tregua que había concedido el IRA y se pedía a ETA que declarara un alto el fuego.
«Las mujeres de ETA» (Temas de Hoy), de Matías Antolín, sale a la venta el próximo martes
www.larioja.com 23/1/2004