Fue un golpe en toda regla, aunque algunos, los más veteranos, barruntaban desde hace meses que algo así acabaría sucediendo. Las relaciones entre José María Aznar, el ya ex presidente de honor, y su equipo de fieles en Faes con el PP y, especialmente, con Mariano Rajoy y su Gobierno, eran cada vez más tensas y habían entrado irremediablemente en el terreno de la incomprensión mutua.
Ayer, cuando se conoció la noticia, en los pasillos del Congreso los populares se esforzaron por intentar minimizar la onda expansiva de la bomba. Admitían «deberle mucho» al ex presidente del Gobierno, de hecho, «prácticamente todo lo que es hoy el PP», pero también aseguraban que el partido seguirá adelante e incluso se sentirá aliviado de la «presión» que el «ex» inyectaba de tanto en tanto con gran repercusión mediática.
No había asomo de crítica en público, sólo un deseo de pasar el trago rápidamente y restarle trascendencia. El propio Rajoy marcó el paso desde Nueva York al rehusar pronunciarse sobre la decisión de Aznar, el hombre que un día le designó su delfín y del que poco a poco se fue distanciando.
Rajoy no admitió preguntas de los periodistas, ante los que hizo una declaración tras intervenir en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, miembros de su equipo situaron en el contexto de la dirección de Faes la decisión de dejar la presidencia de honor del partido. Las mismas fuentes aseguraron que la conversación telefónica mantenida entre ambos fue cordial.
En Madrid, representantes de Moncloa –próximos por cierto a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, último objetivo de los reproches aznaristas– como el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, renunciaron a hacer valoraciones acerca de las causas de la decisión del ex presidente.
En opinión del secretario de Estado, y en la del Gobierno como tal, corresponde al propio Aznar explicar los porqués e incluso el momento elegido para anunciar su renuncia. Un momento que en el entorno del presidente se tachó de poco apropiado por cuanto oscurecía una jornada en la que Rajoy intentaba marcar perfil internacional.
Ayllón en cualquier caso aseguró sentirse reconfortado por el hecho de que el ex presidente siga en el partido. Él es de los que afirma en público que no hay «mar de fondo» en la decisión de Aznar de abandonar la presidencia de honor y anunciar que no acudirá al XVIII Congreso Nacional que el PP celebrará a mediados de febrero.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que formó parte de los equipos de Gobierno de Aznar, recalcó que el ex presidente «siempre será del PP» y, además, seguirá teniendo en sus filas «un lugar de honor». Una interpretación muy similar a la que hizo el diputado Juan Carlos Vera.
Mucho más explícito, Jesús Posada, que también formó parte de los equipos ministeriales de Aznar, calificó la decisión de «razonable» y «lógica». En su opinión, «ya no podía compatibilizar la presidencia de Faes con la de honor del PP» puesto que la fundación había optado por desvincularse totalmente del partido.
Otro hombre, puntal del Partido Popular, muy vinculado tanto al ex presidente del Gobierno como a Mariano Rajoy, el vicesecretario Javier Arenas, se sumó a las palabras de Montoro insistiendo en que José María Aznar siempre ocupará un lugar privilegiado en el partido porque ha sido «clave» en su historia. También él, como Ayllón, reseñó que la renuncia a la presidencia de honor no implica abandonar el PP.
Hasta aquí las valoraciones de cara a la galería, porque en los corrillos privados y con petición de anonimato también había quienes aseguraban sentir un cierto alivio ante la perspectiva de celebrar el Congreso Nacional del partido sin la sombra de los reproches acerados de Aznar sobrevolando el escenario. «Ahora nos sentiremos más libres y él también en su labor de análisis. Todos estaremos más cómodos», afirmaban.