La tramoya Iniciativa Internacionalista, según los optimistas, podría ser la enésima plataforma política para que un Otegi reformista dentro del abertzalismo impulsara su propia acumulación de fuerzas para buscar una salida al conflicto. Pero la realidad es tozuda y la historia inapelable: todo lo que surge del mundo de ETA lo capitaliza y lo maneja ETA.
Quienes sostuvieron que la condena del terrorismo por parte de la candidatura de Iniciativa Internacionalista -que duró lo que una estrella fugaz- ponía en difícil situación a la Justicia a la hora de decidir si el equipo encabezado por el dramaturgo Alfonso Sastre pasaba el filtro de la legalidad y podía presentarse a las elecciones europeas, deberían admitir, en vista de la artimaña, un agudo síndrome de ridículo. Porque hubo un comunicado leído con toda solemnidad por Luis Ocampo en el que no solo se explicaba que la agrupación no tenía nada que ver con quienes ejercen el terrorismo, sino que condenaban la práctica de la violencia. De ahí la confusión. Esa lectura, que sonó tan políticamente correcta, vino a ser como un espejismo.
La nueva tapadera de Batasuna salvó el trance con tirar de artificios verbales y mezclar argumentos elusivos comparando la condena del terrorismo con la de la pederastia. Y el Tribunal Constitucional dio un monumental patinazo cayendo en la trampa de la izquierda abertzale, que se valió una vez más de siglas prestadas para la ocasión. Pero el caso fue que se escenificó un alejamiento tan estudiado del recorrido de ETA que se llegó a pronunciar la palabra condena.
Tan acertadamente asesorados jurídicamente como lo estuvieron los comunistas de las tierras vascas o ANV, los ‘internacionalistas’ han sabido manejar los ritmos. Y metieron un gol por la escuadra a los demócratas. Sobre todo al Tribunal Constitucional, pero también a la opinión pública y a buena parte de la ciudadanía en general. Porque, en cuanto la Justicia encendió la luz verde, estos eurocandidatos se quitaron la piel de cordero para quejarse del «simplismo» de quienes les pedían una condena explícita del terrorismo. Cierto que la hubo. Pero duró tan sólo hasta el pronunciamiento del Tribunal Constitucional. Y como si se tratara de parodiar una viñeta humorística, se lanzaron al escenario pensando que «condenar por condenar, no; pero si hay que condenar, se condena».
Tan desesperada está la izquierda abertzale del entorno de ETA por pillar escaño ahora que ha sido desalojada del Parlamento vasco que fue capaz de romper, aunque sólo por unas horas, con la inercia de su propia liturgia: la condena del terrorismo. Una vez consumado el engaño, Otegi se hizo presente y saltó al escenario para pedir el voto de los suyos a esta candidatura. Que no es propiamente suya; cierto. Pero el tiempo y el roce acabarán generando cariño. Y, sobre todo, identificación política. Tampoco eran propiamente de Batasuna ni EHAK ni ANV y acabaron siendo más papistas que el Papa.
Ha sido un gol en toda regla. Hay que reconocerlo. Porque el Tribunal Constitucional no vio los indicios de coincidencia con el entorno de Batasuna que había detectado, sin embargo, el Tribunal Supremo. ¿O catalizaron otros elementos el incongruente desenlace de la legalización de la plataforma de Sastre y sus socios? Porque el pulso jurídico legal que mantienen las dos máximas instancias judiciales del Estado, y cuyo episodio más ilustrativo se plasmó en los recursos sobre el caso de las Torres de Madrid y ‘los Albertos’, sigue manteniéndose.
Pero la lucha por la preeminencia procesal entre el Supremo y el Constitucional no debería trasladarse a terrenos en los que se juega algo más que unos años de cárcel para unos acaudalados empresarios. Con elementos que constituyen la columna vertebral de la lucha democrática contra el terrorismo no se juega. La decisión del Tribunal Constitucional fue un varapalo a la Sala del 61 del Supremo y abre una posible fisura en el edificio legal de la ley de partidos. Y aquí alguien se ha tragado un gol. Como suena.
Así lo describía el popular guipuzcoano Borja Semper que, con más habilidad que algunos de sus compañeros en la lista del PP europeo, decía que la mejor manera de dejar a la candidatura apoyada por Otegi fuera de juego es con la participación. Necesitarán 250.000 votos. O 300.000, quizás. Dependerá de la participación. De ahí que todos los grupos restantes quieran contrarrestar la movilización del voto abertzale del entorno de ETA.
Si la candidatura Iniciativa Internacionalista consiguiera sentarse en el Parlamento europeo, logrará una importante caja acústica para hacer propaganda del llamado conflicto vasco con la habitual victimización de los victimarios. La tramoya Iniciativa Internacionalista, según los optimistas más antropológicos, podría ser la enésima plataforma política para que un Otegi reformista dentro del abertzalismo más radical impulsara su propia acumulación de fuerzas para buscar una salida al conflicto. Pero la realidad es tozuda y la historia inapelable para demostrar que todo lo que surge del mundo de ETA lo capitaliza, lo acapara y lo maneja ETA.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 25/5/2009