Agustin Valladolid-Vozpópuli

Se equivocará Núñez Feijóo si cree que basta con dejar trabajar a los jueces para contrarrestar la potencia de fuego del sanchismo

La decisión de una jueza extremeña de sentar en el banquillo al hermano del presidente del Gobierno es el primer capítulo de un serial para cuyo fin falta aún mucha literatura que escribir. Principalmente porque existe un plan que busca la deslegitimación de concretas decisiones judiciales alterando así los ejes argumentales de un guion que, de seguir en las manos exclusivas de los tribunales, conduce de forma inexorable al Gólgota del sanchismo.

No es ninguna sorpresa. Pedro Sánchez va a aguantar hasta más allá de lo sensato. La esperanza de vida del líder socialista está más que nunca ligada a su capacidad de resistencia. Pero llegará el momento en el que habrá de tomar la que quizá va a ser la decisión más trascendental de su carrera presidencial: buscar algo parecido a un pacto no escrito para garantizarse un tolerable porvenir o morir matando en un desesperado intento de no morir.

El anuncio de apertura de juicio oral contra David Sánchez Pérez-Castejón y el presidente de la Diputación de Badajoz y líder del PSOE de Extremadura, Miguel Ángel Gallardo -se concrete o no como consecuencia de las maniobras de éste último para arrebatar el caso a la jueza natural-, más la creciente sombra de sospecha que se cierne sobre la esposa del presidente, la dimensión de lo investigado alrededor de ÁbalosKoldoAldama et altri, y las inminentes revelaciones que pueden comprometer a otro de los hombres de confianza del presidente, Santos Cerdán, aconsejarían una aproximación, cuando menos teórica, a la primera de las opciones. Y, sin embargo, todo apunta a que se ha optado por la segunda: de perdidos, todos al río, por muy turbio que baje.

Llegará el momento en el que Sánchez habrá de tomar la decisión más trascendental de su carrera: buscar algo parecido a un pacto no escrito para garantizarse un tolerable porvenir o morir matando en un desesperado intento de no morir

Solo hay que leer la “nota editorial” publicada en la página de la Fundación Avanza, “laboratorio de ideas de progreso”, que dirige Manuel Escudero y cuyo patronato encabeza el presidente del Gobierno, para mejor entender lo que se viene: “Pasar a la ofensiva”, “contienda política”. Una terminología guerracivilista acorde con la estrategia de cuestionamiento de los contrapesos y la confirmación de lo que algunos venimos largo tiempo alertando: la obstaculización (por ser suaves) de la alternancia.

Otro apunte de la “nota editorial”: “La derecha conservadora, en vez de ejercer como oposición democrática, ha optado desde el minuto uno por una batalla desnuda por recobrar el poder y desalojar de él al gobierno progresista por los medios que sean, utilizando cuatro estrategias contundentes para tal objetivo, aun al precio de debilitar enormemente nuestra democracia”. Y es aquí, al definir esas “cuatro estrategias”, donde el malabarismo de Escudero alcanza un nivel superior.

Agárrense a la silla. El que fuera el encargado de diseñar el proyecto político que llevó a Sánchez a derrotar a Susana Díaz en las primarias de 2017, acusa a Feijóo, de, 1) buscar la deslegitimación del adversario; 2) promover la polarización; 3) utilizar “la mentira o las medias verdades, sean las políticas o las mediáticas”, como “arma de uso cotidiano”. Cuando escribió esto, ¿pensaba Escudero en el PP y Vox o se estaba mirando de reojo en el espejo?

¿Y cuál es la cuarta pata de la estrategia derechista que denuncia Escudero? La que ahora más importa: el lawfare. Leamos: “Pequeñas organizaciones del más rancio derechismo español, especializadas en criminalizar la vida política, llevan a los tribunales causas endebles, que son admitidas con rapidez por algunos jueces, esparcidas por algunos medios o pseudomedios de comunicación e instantáneamente traducidas por los partidos políticos de derechas en acusaciones públicas en toda regla”.

Convertir en verosímil lo que hoy parece improbable

“Causas endebles”. Este es el problema. La endeblez no es tal. Escudero lo sabe. Desde hace tiempo. Cuando se presentó Avanza en sociedad (julio 2024), el ideólogo de cabecera del sanchismo ya adelantó la clave principal de lo que significaba “pasar a la ofensiva”. En una entrevista concedida a Público dijo: “Tenemos la obligación en este momento, para esta ofensiva, de construir desde la complejidad conceptos simples que realmente cualquier ciudadano pueda entender y le den sentido en su vida (sic)”.

Conceptos simples para dar sentido a la vida. Lo de siempre: buscar un malvado para que “cualquier ciudadano”, cuando llegue el momento, pueda taparse de nuevo la nariz. ¿Misión imposible? No descarten ningún escenario. Es más, no descarten que cuanto peor se pongan las cosas en los tribunales más se movilice “cualquier ciudadano”. Hoy nos puede parecer quimérico, pero se equivocará quien piense que ya lo ha visto todo.

Se trata de ganar tiempo, de alargar los procedimientos judiciales y reforzar y coordinar más eficazmente el frente mediático adepto. Después, con la impagable ayuda de Félix Tezanos, el plan pasa por convertir en verosímil lo que hoy parece improbable, pero desde luego no imposible. Entre incondicionales, unos 6 millones mal contados, más otro millón procedente de Sumar y otros tres de los distintos nacionalismos, y a poco que el reparto de escaños acompañe, hay quien vende que no está todo perido; que hay partido, como en julio del 23. No es que se lo vayan a acabar creyendo; es que los que se lo tienen que creer, porque en ello les va el sueldo, ya se lo creen.

Feijóo ha de saber que en el congreso del PP se va a jugar algo mucho más relevante que su continuidad como líder del partido: parecer y aparecer ante los españoles como alternativa convincente, y no sólo como la única posible

Hará mal Alberto Núñez Feijóo en infravalorar la potencia de fuego de los adictos. Hará muy mal si cree que son los jueces los que le van a sacar las castañas del fuego. Y que con dejar de sabotear de continuo la vieja doctrina napoleónica, “nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”, lo tiene todo hecho.

Al líder del PP no le vamos a pedir que iguale el carisma del glamuroso Dominique de Villepin, que lidera el ranking de personalidades políticas preferidas por los franceses; tampoco que enseñe antes de tiempo todas las cartas que va a poner encima de la mesa cuando llegue el examen de las urnas. Pero ha de saber que en el congreso del PP de julio se va a jugar algo más que su continuidad como líder del partido, por otra parte asegurada. Se va a jugar algo mucho más relevante: parecer y aparecer ante los españoles como alternativa convincente, y no sólo como la única posible.

Feijóo debe salir del cónclave con un equipo renovado, solvente y elegido sin pedir permiso a nadie -como no lo piden Díaz Ayuso o Juanma Moreno-; con propuestas que afronten de cara los problemas reales del país, incluidos los que a él personalmente le incomodan.

Si Feijóo no asume riesgos, si no se presenta en el congreso con la valentía que exigen las circunstancias, apostando sin dudar por una oferta política de amplio espectro, clarificando de una vez la distancia con Vox y asumiendo que la profundidad del desafío que van a suponer las próximas elecciones sobrepasa con mucho el mero cambio de siglas y de caras, si no hace al menos eso, le habrá dado la razón a Sánchez cuando este, con esa jactancia tan suya, tan a lo Peaky Blindersle reprocha al gallego falta de liderazgo. Y no solo la razón; también un inesperado clavo ardiendo al que agarrarse. Continuará.