Sergi Doria-ABC

  • En vísperas de la DUI del 27 de octubre de 2017 recibió a unos rusos de Putin -otro europeísta- que prometían soldados y criptomonedas

La Universitat Catalana d’Estiu de Prada es a la universidad lo que el reguetón a la música. Reducto del pancatalanismo recalcitrante, ha contado en esta 56 edición con la intervención de Puigdemont. Epígono del Capitán Araña, que reaparecía tras dejar a sus huestes plantadas por segunda vez (la primera fue en 2017).

En la universidad que es a la universidad lo que Colau al urbanismo no las tenían todas. Lo habían advertido adláteres del Doble Fugado como el abogado Alonso-Cuevillas: su participación en el curso ‘Resistencia y sociedad civil democrática’ podría no ser presencial por «cuestiones de seguridad». El rector de la universidad que es a la universidad lo que TV3 a la BBC asumió que no valía la pena agotar el tiempo de espera. Puigdemont es, al fin y al cabo, un «presidente aventurero».

La colaboración del aventurero consistió en dos minutos escasos de pantallazo. Prologuista de ‘Colpisme’ de Damià del Clot, el Doble Fugado tomó como partida ese libro —¿o panfleto?— que va del cacareado ‘lawfare’. Así se anuncia en la solapa: «La alta judicatura española toma el relevo de los militares en la defensa de la unidad de la Patria; una defensa que, a menudo, queda extramuros del ordenamiento jurídico que dicen defender. El golpe pasa de ser violento a ser de terciopelo».

Pero lo más escandaloso de la aparición del Doble Fugado fue su definición de lo que denomina «golpismo híbrido». Como los golpes de Estado caqui de toda la vida, con sus tanques y tejeros bigotudos, «ya no los compra nadie», tienen «mala prensa» y dejan tras de sí «imágenes lamentables», ha surgido el «golpe híbrido»: bajo una apariencia democrática pisotea las mayorías parlamentarias.

El golpismo, abundaba el Doble Fugado, «se ha sofisticado muchísimo hasta el punto de que es imperceptible en algunos casos. Te has de esforzar mucho para explicar no, no, que eso que parece democrático, eso que parece un tribunal independiente como es un Tribunal Supremo de un estado de la Unión Europea de hecho no, de hecho, es política, de hecho, es agenda política».

Al igual que el personaje de Lovecraft que describía un monstruo (que era él reflejado en un espejo) el Doble Fugado —¡cuánta egolatría!— hablaba de sí mismo. Hablaba del «golpe posmoderno» que tan bien identificó Daniel Gascón. Porque, ¿qué otra cosa fue lo que el independentismo perpetró el 6 y 7 de octubre de 2017 en el Parlament? Aquella Ley de Transitoriedad Nacional que desconectaba Cataluña del orden constitucional español.

Para más desparpajo, el Doble Fugado concluía sus dos minutos escasos con un blanqueo del independentismo catalán. Lo presentaba como el aliado de las democracias liberales europeas para combatir a ese «golpismo híbrido» cuya estrategia es «obtener los objetivos políticos que las urnas no te han permitido obtener». Lo dice el alcalde de Gerona que en 2016 un Artur Mas acogotado por la CUP puso en la Generalitat para que hiciera lo que hizo.

El candidato de Junts que no ha ganado nunca las elecciones autonómicas. Aquel que defiende a las democracias liberales de una UE que considera «un club de países decadentes y obsolescentes». El que se dejó querer por la ultraderecha antieuropea y que en vísperas de la DUI del 27 de octubre de 2017 recibió a unos rusos de Putin —otro europeísta— que prometían soldados y criptomonedas. Si no hubiera destruido la convivencia, socavado instituciones y provocado la huida de miles de empresas el «golpismo híbrido» que invoca el Doble Fugado sería otro insulto más a la inteligencia. Incluso en esa universidad que es a la universidad lo que Nebulossa a los Pet Shop Boys.