Marcial Martelo de la Maza-El Español
  • Incluso si se acierta con el cubilete, el trilero también gana, porque la ganancia no consiste en que no se descubra la bolita, sino en que se olvide el escándalo que precedió al juego.
 

Pedro Sánchez se convirtió en presidente a lomos de una moción de censura construida como una cruzada contra la corrupción. Sobre esta épica regeneradora construyó su legitimidad.

Pero, cuatro años más tarde, el mismo Sánchez reduce las penas de la malversación, distinguiendo al político corrupto que destina el dinero público a comprarse un chalet del que lo destina a asegurarse su reelección. En este último caso, rebaja el castigo porque, según él, no hay «ánimo de lucro».

Por lo visto, el antiguo cruzado no ve ánimo de lucro en que un político desvíe el dinero de los ciudadanos para seguir comprando los votos de la red clientelar que le asegurará repetir sueldo público, gastos de representación y residencia palaciega. O empujar mañana las puertas giratorias del IBEX y lograr lo mismo, pero multiplicado por mucho y en propiedad. O, ya a lo grande, financiar un referéndum para la independencia de su terruño y convertirlo, todo él, en su particular cortijo.

Una vez más, Sánchez ha cedido al chantaje de sus socios para rebañar unos meses de poder. Pero, esta vez, el peaje cobrado no ha pasado inadvertido a los ciudadanos, porque el precio se ha pagado directamente con su dinero. El dinero malversado de los contribuyentes.

Lo llaman «reforma del delito de malversación». Pero fuera del mundillo de los profesionales del travestismo semántico, el intercambio se conoce como la canonización de la corrupción (también llamada, entre los dominados por un invencible ánimo de reincidencia, Operación Que Siga la Fiesta).

Ni siquiera una sociedad tan anestesiada como la española podía mirar para otro lado.

A menos de cinco meses para las autonómicas y las municipales, y de un año para las generales, el coste electoral parecería seguro si al otro lado de la mesa no se sentase un jugador sin reglas.

Y es que Sánchez repite una y otra vez sus juegos de trilero, con idéntica voz doliente y serena indignación. Pero una y otra vez consigue que sus rivales piquen, dejando atrás la denuncia de su última tropelía para concentrarse abducidos en los cubiletes que agita ante ellos.

El director de pista del Circo Moncloa obra el milagro y a sus opositores ya nada les importa más que seguir el movimiento hipnótico de sus manos.

«Con el señuelo del CGPJ, Sánchez conseguirá enterrar en el olvido al monstruo real, el abaratamiento de la malversación»

Es la maniobra Sánchez, siempre triunfante. Porque, incluso si el incauto acierta con el cubilete, el trilero también gana. Y es que la ganancia no consiste en que no se descubra la bolita, sino en que el público se olvide del escándalo que precedió al juego.

La buena noticia es que, visto lo ocurrido con el último trile del Tribunal Constitucional, la próxima jugada es al menos predecible.

El nuevo monstruo de atrezo que Sánchez sacará a pasear para desviar la atención será un híbrido de ‘oligarcas fascistas’ y ‘cavernas mediáticas golpistas’ que, a través del Partido Popular y de sus ‘lacayos’ en el CGPJ, oficia de ‘secuestrador’ del Poder Judicial, impidiendo la renovación del órgano de gobierno de los jueces.

Una vez que la amenaza del monstruo, creado ya hace meses en las calderas de Bolaños, sea voceada en las tertulias, columnas e informativos de PRISA y La Sexta, la estrategia a seguir después será simple. Arrastrar hacia él la atención de los votantes.

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Este será el señuelo. Y, que nadie lo dude, Sánchez conseguirá con él enterrar en el olvido al otro monstruo, al monstruo real. El del abaratamiento de la malversación. El monstruo que tanto daño le hace, porque todos lo entienden.

La segunda buena noticia es que todo esto se puede evitar. Basta con que el Partido Popular acceda a la renovación del CGPJ. Porque sin bolita no hay juego.

En estas circunstancias, cumplir con el mandato constitucional de renovar el Consejo sin supeditarlo a la reforma de la LOPJ, por mucho que esta persiga el noble fin de la independencia judicial, no es sólo para el PP un ejercicio de responsabilidad constitucional. Es, sobre todo, una pura cuestión de supervivencia.

Porque sólo actuando así, el PP logrará impedir que el trilero les cambie una película por otra. Y sólo si la burla de la malversación ocupa toda la pantalla, el PP podrá ganar las próximas elecciones.

Con el foso de la fortaleza ya rebasado por los bárbaros, tan sólo queda mantener la esperanza de que aún haya alguien ahí dentro pensando en cómo proteger las murallas.

*** Marcial Martelo de la Maza es abogado y doctor en Derecho.