Según los resultados no definitivos que se manejaban al cierre de esta edición el no habría directamente arrasado, imponiéndose con el 59,6% de los votos frente al raquítico 40,4% que habría obtenido el sí. Con el detalle de que Renzi cometió la arrogancia, el error garrafal, de personalizar la consulta y convertirla en un plebiscito sobre sí mismo, indicando en más de una ocasión que dimitiría en caso de ser rechazada su reforma.
«El no ha ganado de manera neta», admitía poco después de la medianoche un cariacontecido Matteo Renzi. «No lo hemos conseguido. No hemos logrado convencer a la mayoría de los ciudadanos. Asumo toda la responsabilidad de la derrota. Toda. He perdido yo», indicaba admitiendo que sentía rabia, desilusión, amargura y tristeza pero sin perder en ningún momento la sonrisa. «Se puede perder un referéndum, pero no el buen humor. (…) Yo he perdido. En la política italiana no pierde nunca ninguno. Todos ganan. Yo soy distinto. He perdido. Y lo digo en voz alta. No he logrado obtener la victoria».
Renzi, que con este referéndum pretendía entre otras cosas reducir el número de sillones de la política, hacía honor a su palabra y anunciaba su dimisión. «No lo he conseguido, así que el sillón que salta es el mío. Mañana (por hoy lunes) reuniré al Consejo de Ministros y luego iré ante el presidente de la República para presentarle mi dimisión».
Falta ahora por ver si se cumplen las predicciones catastrofistas que el propio Renzi había vaticinado que se producirían en caso de una victoria del no. Los mercados financieros podrían orquestar hoy mismo y si no en los próximos días un ataque contra Italia, con el peligro de que la prima de riesgo del país vuelva a ponerse a los niveles estratosféricos de 2011. Eso podría volver a colocar a la tercera economía de Europa al borde del precipicio, con el peligro de arrastrar detrás de ella a toda la eurozona en caso de caer.
Pero, además, la victoria del no certifica la fuerza en todo occidente del movimiento antisistema que comenzó a tomar forma con la victoria del Brexit en el referéndum de Gran Bretaña, que continuó con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y que anoche culminó con la derrota de Matteo Renzi en la consulta italiana. Porque aunque son muchos los que ahora se cuelgan la medalla de ganadores en el referéndum (al fin y al cabo entre los abanderados del no había ex fascistas, viejos comunistas, liberales, democristianos, centristas, antisistema o xenófobos declarados) sin duda el gran vencedor es Cinco Estrellas, el movimiento antisistema que lidera el cómico Beppe Grillo, que desde 2013 es el primer partido de Italia y que en este referéndum ha hecho una furibunda campaña a favor del no. Anoche, en su blog, Grillo reclamó que los italianos «deben ser llamados al voto lo antes posible», aunque añadió que «los partidos harán de todo para alargar y llegar hasta septiembre de 2017 para recibir la pensión de oro»
Lo que está claro es que lo de ayer era mucho más que un referéndum, rozando la categoría de elecciones generales. No hay más que ver el porcentaje de voto para entenderlo: los italianos acudieron a votar en masa, con una participación altísima que alcanzó el 68,7%. Todo un récord. Muchos italianos más que votar la reforma de la Constitución votaron con el bolsillo y aprovecharon la consulta para hacer sentir su malestar por la incapacidad de Renzi de relanzar la maltrecha economía del país.
¿Y ahora qué? Cuando Renzi presente hoy su dimisión como primer ministro la patata caliente pasará a manos del presidente de la República, Sergio Mattarella. El jefe del Estado italiano, según muchos analistas, lo que hará será pedir a la Cámara de los Diputados y al Senado que voten la investidura de algún otro exponente del centro izquierda o la formación de una amplia coalición a la alemana al frente de la cual podría estar el ex primer ministro Romano Prodi, quien un par de días antes del referéndum ya hizo público su apoyo al sí.
Pero en cualquier caso ese Gobierno duraría sólo unos meses, los suficientes para que se aprobasen los presupuestos generales y tratar de, sobre todo, sacar adelante una nueva ley electoral, una ley que evite el bloqueo absoluto que se registró en las últimas elecciones generales, las de 2013, en las que ninguno de los cabeza de lista fue capaz de obtener los votos necesarios en el Parlamento para ser investido primer ministro.
En cuanto todo eso estuviera listo se convocarían elecciones generales, adelantándose los comicios a la fecha oficial de 2018.