Gabriel Sanz – Vozpópuli
- Llamar ahora ‘Pequeño Nicolás’ a un Aldama que tenía las puertas de los ministerios abiertas y fue condecorado no le va a funcionar al PSOE
Confieso mi perplejidad por el nerviosismo que está mostrando este Gobierno en su peor momento -debilidad parlamentaria y sin presupuesto año y pico después de arrancada la legislatura- frente al peor asunto posible: la corrupción y sus repercusiónes judiciales. No me parece la estrategia más afortunada eso de acusar a Víctor de Aldama de ser otro Pequeño Nicolás, aquel canapero que consiguiò hace una década hasta el número de móvil del Rey Emérito -en el pecado lleva la penitencia Juan Carlos I– porque, si algo está demostrando este empresario que fue para el PSOE, es justo lo contrario: parece un Gran Nicolás y como tal fue reconocido.
Un Ejecutivo de coalición de izquierdas de socialistas y Sumar (antes Podemos) que le abría a Aldama de par en par las puertas de los ministerios hasta hace poco, que permitiò que la Guardía Civil le otorgara en 2022 nada menos que la Medalla al Mérito de la Benemérita por unos «servicios a España» (sic) todavía por aclarar por parte del Ministerio del Interior, ese mismo Ejecutivo no puede tildarle ahora de «friki» y «agente de la TÍA de Mortadelo y Filemón», so pena de quedar retratado como un Gobierno de ineptos que se dejó timar durante un lustro.
No debemos conceder, ciertamente, al presunto delincuente que es Aldama más credibilidad que antes al subcomisario José Amedo, detonante del terrorismo de Estado en el ‘Caso GAL’, a Francisco Paesa, el confidente de Interior en el ‘caso Roldán’ que llevó a la cárcel nada menos que a un director de la Guardia Civil en los años 90 o, más recientemente, o a Luis Bárcenas, ex gerente del PP y pieza clave en el caso Gürtel sobre financiación ilegal que acabó con el Gobierno de Mariano Rajoy en 2018; pero tampoco menos credibilidad si ese testimonio viene acompañado de pruebas.
Se puede decir más alto pero no más claro de que lo ha hecho el ex dirigente socialista Eduardo Madina: «No le quiero dar credibilidad pero sé que tengo un problema, porque a Bárcenas se la di». En esa difñicil posición se encuentran ahora mismo muchos cargos y votantes del PSOE, a quienes les cuesta creer la difícil situación de alguien tan querido internamente como José Lúis Ábalos, y que todo sea solo una burda operación de la ‘fachosfera’ del PP y Vox, que dicen en La Moncloa.
Se puede decir más alto pero no más claro como lo ha hecho el ex dirigente socialista Eduardo Madina: «No le quiero dar credibilidad pero sé que tengo un problema, porque a Bárcenas se la di». En esa difñicil posición se encuentran ahora mismo muchos cargos y votantes del PSOE, a quienes les cuesta creer la difícil situación de alguien tan querido y respetado internamente como fue José Lúis Ábalos, y que todo lo que hemos ido coincidiendo a posterior sea solo una burda mentira o una burda operación de la fachosfera del PP y Vox, que dicen en La Moncloa.
Como a los Amedo, Paesa o Bárcenas que he citado antes, el hoy empresario conseguidor en la ‘trama Abalos-Koldot se ha autoinculpado ante el juez y el fiscal de delitos graves para intentar probar que pagó mordidas a la plana mayor del PSOE, y así salir de prisión provisional en primera instancia y luego recibir una menor condena por colaboración con la Justicia. Nada nuevo bajo el Sol en esta España que lleva meses tensionada saltando de sobresalto en sobresalto judicial.
De momento, ha implicado al ex ministro José Luis Ábalos (400.000 euros además de propiedades y alquileres en especie) y su asistente Koldo García Izaguirre (200.000), en primera instancia, pero también al actual secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán (15.000 euros por facilitarle contrataciones en el País Vasco a sus empresas), a Carlos Moreno, jefe de gabinete de la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que habría recibido presuntamente 25.000 euros por arreglar a un socio un problema que tenía con la administraciòn tributaria, y al ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, que habría recibido 50.000 euros de mordida por contratos de mascarillas durante la pandemia… Todo un torpedo en la linea de flotación del partido gobernante.
¿En serio quieren que nos creamos que quien recibió a la vicepresidenta de Venezuela a pie de pista en Barajas en febrero de 2020, el mismo personaje al que, dos años después, condecoró la Guardia Civil por sus «servicios a España» (sic), alguien que se reunió con el presidente de Air Europa, Javier Hidalgo, y con la esposa del presidente, Begoña Gómez, en San Petersburgo (Rusia) aprovechando una cumbre de la Organización Mundial del Turismo (OMT), era un canapero de los que pululan por cócteles en busca de selfies y su cuarto de hora de gloria? ¿En serio?
Acusaciones muy graves, sí, pero no más que las que las que antes formularon otros golfos con acceso a los círculos principales del poder y se les creyó.., porque la sociedad, hastiada de un determinado estado de cosas, quiso creer. Algo de eso está ocurriendo ahora. Al principio nadie, ni en el PSOE ni en los medios de comunicación donde siempre ha tenido muy buena entrada, quiso reconocer que ese Ábalos mandatado por Pedro Sánchez para presentar la moción de censura contra Rajoy con unas frases que retumbaban en el Congreso «la decencia debe ser algo esencial» (sic)- es un presunto corrupto… y miren como hemos acabado. Dicho de otra forma: Si eso que cuenta Aldama sobre el todopoderoso ex ministro de Fomento y ex número dos de Sánchez en el partido empieza a demostrarse veraz, ¿por qué lo demás no va a serlo?
Ese es el principal problema que tiene ahora mismo Sánchez: la credibilidad, mejor dicho, su actual falta de credibilidad en la lucha contra la corrupción que le aupó a La Moncloa hace ya seis años y medio. Y no la tiene porque parece que ha decidido que el acusado si Cerdán siga de número tres tras el 41 Congreso del PSOE, este fin de semana en Sevilla. Se le va a medir -a Sánchez, no a Cerdán- por su capacidad de limpiar la sigla siquiera de sospechas. Ni más ni menos. Y esto no lo arregla por la vía simplona, permítanme, de decir que Victor de Aldama es un Pequeño Nicolás, un farsante como el que se hacía fotos con cuanta personalidad y celebrity cogía al vuelo entre canapés y canapé en fiestas sociales.
¿Qué hacía Aldama en la pista del aeropuerto de Barajas junto a Ábalos y Koldo en la madrugada del 19 al 20 de febrero de 2020 recibiendo oficialmente nada menos que a la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez? ¿En serio quieren que nos creamos que ese mismo personaje al que, dos años después, condecoraría la Guardia Civil por sus «servicios a España» (sic), alguien que se reunió con el presidente de Air Europa, Javier Hidalgo, y con la esposa del presidente, Begoña Gómez, en San Petersburgo (Rusia) aprovechando una cumbre de la Organización Mundial del Turismo (OMT) era un canapero de los que pululan por cócteles oficiales y empresariales en busca de selfies y su cuarto de hora de gloria?