Francesc de Carreras-El Confidencial
- La obra de teatro empezará a las siete de la tarde. Atención a la gran farsa del Gran Teatro del Liceo. Nada de lo que allí se diga tendrá relación con la realidad
Esta tarde, Pedro Sánchez explicará en directo a unos centenares de catalanes las razones por las cuales su Gobierno concederá el indulto a los políticos presos condenados por el Tribunal Supremo. Déjenme hacer primero dos acotaciones previas antes de entrar a comentar el significado de este solemne acto.
En primer lugar, parece que el público asistente representará a la sociedad civil, un término antiguo e impreciso. Ya Aristóteles, Hegel o Marx lo habían empleado en sentidos distintos. Hoy suele entenderse por tal aquella parte de la sociedad —formada por asociaciones, fundaciones y personalidades diversas— que no ostenta cargos públicos ni de partido, que no es propiamente política, pero que influye o intenta influir en el poder.
Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. Jordi Pujol fue un maestro en ello. Cuando quería que se ratificara una decisión controvertida de su Gobierno, esta decisión era apoyaba por alrededor de 400 asociaciones, siempre las mismas, todas ellas convenientemente subvencionadas por la Generalitat, a las que se denominaba sociedad civil. La operación se completaba diciendo que no solo CiU, sino «toda Cataluña» apoyaba la decisión del Gobierno Pujol.
Se trata del Gran Teatro del Liceo, el gran emporio de la ópera en España, hoy ciertamente en decadencia, como casi todo en Barcelona
Parece que el acto de hoy tiene un carácter parecido y todavía peor, más tramposo. Quienes se reúnan esta tarde serán aquella parte de la sociedad civil escogida por el poder político, con lo cual se desnaturaliza totalmente el término. Además, van a escuchar, no a dialogar ni a intervenir. Estarán calladitos y los organizadores del acto sostendrán después que, al menos la mayoría, han asentido a las palabras del presidente y están de acuerdo básicamente con sus propuestas. ¡Toda Cataluña en favor de los indultos! Pujolismo puro.
En segundo lugar, el lugar escogido es emblemático. Se trata del Gran Teatro del Liceo, el gran emporio de la ópera en España, conocido en todo el mundo de la lírica, hoy ciertamente en decadencia, como casi todo en Barcelona. Pero todavía es, sin duda, uno de los símbolos de la ciudad.
Además, el nombre es significativo, porque coincide con lo que allí va a tener lugar: un gran teatro, una escenificación de algo que está fuera de la realidad, que no se corresponde con los hechos, que olvida la historia, que muestra un desconocimiento de lo que ha sucedido y sucede en Cataluña. La ópera podría denominarse ‘El reencuentro’, esta palabra solemne, cursi y beatífica con la que quiere resolverse esto que se denomina ‘cuestión catalana’, ‘problema catalán’ y, por parte de los separatistas, ‘conflicto Cataluña-España’. Escojan el término que quieran: la magia de la ópera ‘El reencuentro’ lo va a solucionar.
Pero vayamos al grano. Es normal que una parte de la sociedad catalana no independentista piense que debe encontrarse una solución, incluso crea que esta solución está en el diálogo. Están tan hartos de todo que están dispuestos a aceptar cualquier rendija que les abra un resquicio a la esperanza. Pero lo que no es normal es que dos partidos con experiencia como el PSOE y el PSC, tras lo sucedido en Cataluña durante 40 años, se lo crean.
‘Reencuentro’, a la vista de la realidad diaria, es una palabra totalmente vacía, espiritualmente reconfortante pero sin sentido político alguno. Antes de empezar un diálogo, hay que establecer previamente las reglas del juego. Y la primera y principal regla que debe exigirse es que se acate todo el ordenamiento: la Constitución, las leyes, los reglamentos y las sentencias. Como se sabe, ello no sucede en Cataluña desde hace muchos años. Y quien incumple, no respeta las leyes con total desfachatez y hace alarde de ello es la Generalitat. ¿Hay que sentarse a dialogar con quienes sabes te engañarán porque no respetan ninguna regla excepto las que les convienen? La deslealtad al derecho y a las instituciones es un signo de identidad de la Generalitat nacionalista.
Incluso durante los últimos días, con los indultos en el bolsillo, esta deslealtad se ha mostrado repetidamente. El saludo de Aragonès al Rey solo es un saludo propiamente dicho si creemos también que los pocos segundos que caminaron juntos Biden y Sánchez son un encuentro bilateral entre Estados Unidos y España. Tan ridículo lo uno como lo otro. Que Aragonès vaya a ver a Puigdemont a Waterloo cuando aquí están presentes personalidades de relieve mundial es un insulto a los catalanes que, simplemente, desean un Gobierno que administre bien sus intereses.
Puigdemont ha despreciado una mesa de diálogo y quiere una mesa de negociación porque solo en esta se resolverán asuntos políticos
El mismo Aragonès ha declarado este fin de semana algo tan obvio como revelador del fracaso anticipado de la ‘operación Reencuentro’: «Los indultos que pueda decidir el Gobierno no son una solución política a un conflicto de fondo; Cataluña quiere ejercer el derecho a la autodeterminación sin limitaciones». Puigdemont, a su vez, ha despreciado una mesa de diálogo y quiere una mesa de negociación, porque solo en esta se resolverán asuntos políticos. «¿Piensa el Estado negociar con Cataluña como nación?», se pregunta. Junqueras, por su parte, ha celebrado el indulto porque «demuestra algunas debilidades del Estado». Las puñaladas por la espalda son también especialidad de los nacionalistas. ¿Responderá Sánchez en el Liceo a todos estos dardos envenenados? Lo dudo. Optará por la lírica, muy propia de este antiguo aforo barcelonés.
El problema de base, y dejamos este tema solo insinuado, es que los nacionalistas son nacionalistas, es decir, creen —no piensan— que Cataluña es una nación con una identidad colectiva propia y, por tanto, tiene derecho a un Estado. El nacionalismo que profesan es una ideología tóxica, considerada en toda Europa como antidemocrática y de extrema derecha, inexplicable desde la razón, con la cual es imposible llegar a acuerdos porque o se les acepta todo o no se les acepta nada. Nunca quieren llegar a acuerdos razonables y si llegan —como en la Constitución de 1978—, inmediatamente los rechazan para empezar un proceso de construcción nacional hasta que una determinada sociedad madure y exija la independencia. «Hoy paciencia, mañana independencia», coreaban los pujolistas en las manifestaciones de finales de los años setenta.
Sánchez quiere alargar su mandato hasta el final, esta es la realidad de los hechos, el quid de la cuestión. Los independentistas catalanes quieren aprovechar esta ocasión propicia, consideran que les ha llegado el ‘momentum’. Lo aprovecharán, no sé de qué manera, pero lo aprovecharán. Aunque de eso no se hablará en el Liceo. De esto se habla en la calle y el temor aumenta. Porque, desgraciadamente, lo que sucede en Cataluña repercute en España. Y también en Europa, en la Unión Europea, donde deberían pensar que este asunto también les concierne, no les es ajeno.
La obra de teatro empezará a las siete de la tarde. Atención a la gran farsa del Gran Teatro del Liceo. Nada de lo que allí se diga tendrá relación con la realidad. La parte de sociedad civil catalana que asista quedará, como siempre, fascinada ante el poder.