Antonio Casado-El Confidencial
- Las llamadas al cierre de filas frenan el malestar en un partido muy condicionado por el personalismo de Sánchez
El líder del PSOE en Castilla-La Mancha y presidente de la comunidad, Emiliano García-Page, ha dicho en público lo que un sector del partido dice en privado: las malas compañías de Sánchez van a perjudicar a los socialistas en las urnas de mayo. Puertas adentro, no se habla de otra cosa.
Nada nuevo, en vísperas de una ITV electoral. Bien lo sabe el propio Núñez Feijóo, que en las últimas autonómicas gallegas (abril de 2020) escondía las siglas del PP. La misma necesidad que tuvo de distanciarse entonces del líder nacional, Pablo Casado, es la que siente ahora Page respecto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Nada nuevo en vísperas electorales. Bien lo sabe Feijóo, que en las autonómicas gallegas (abril de 2020) escondía las siglas del PP
Aunque solo fuera por eso, el dirigente castellano-manchego nunca calificaría a Feijóo de “insolvente”: “No creo que lo sea ni que sea acertado decirlo”. Es la segunda pedrada contra su jefe de filas a escala nacional. Y, como la primera, tampoco cae en saco roto en un PSOE declinante en las encuestas.
Las llamadas al cierre de filas en un partido centenario frenan el malestar en una organización ahora muy condicionada por el personalismo del líder. Eso puede cambiar ante la macroencuesta que salga de las urnas municipales de mayo.
El grito de Page no clama en el desierto ni cae en saco roto, pues el malestar viene de lejos. Ahora, barones regionales y cientos de alcaldes socialistas se presienten víctimas del desgaste del Gobierno por las amistades peligrosas y el agresivo discurso contra Feijóo. La estrategia perjudica la marca en los territorios y refuerza al líder del PP como aspirante a la Moncloa.
Del discurso de Page, que no es ningún recién llegado, se deduce que la causa del PSOE está menos dañada por los ‘insolventes’ que por los ‘disolventes’ de Sánchez. UP se sienta en el Consejo de Ministros como objetor declarado del orden constitucional. Los independentistas no se sientan, pero también ven el ‘régimen del 78’ como una secuela del franquismo y esperan la ocasión de dinamitarlo.
Sostiene el dirigente castellano-manchego que la causa del PSOE está menos dañada por ‘insolventes’ que por ‘disolventes’
No es hablar por hablar. Los dirigentes de Bildu verbalizan su tendencia a mirarse en el espejo de ERC porque, ellos sí, los independentistas catalanes, y no los vascos, han llegado a poner en jaque al Estado. Bildu y ERC incluso han creado un espacio de coordinación para avanzar en sus objetivos. Todo eso “se comen” (Page ‘dixit’) los dirigentes socialistas en la España que no esconde la bandera nacional, celebra el triunfo en el Eurobasket y aplaude sin complejos a Felipe VI.
La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, insistió ayer en la “insolvencia” de Feijóo, por no atribuirle “mala fe”. Sin embargo, el ministro Escrivá esquivó la insistencia de Alsina en la radio, pasando sobre el asunto como gato por las brasas. Usó la palabra ‘voluble’, pero sin dejar de mostrar respeto por el PP y declarar que “a la oposición yo la valoro por sus méritos”.
Ni siquiera en la Asamblea de Madrid, donde reina Isabel Díaz Ayuso, la voz del PSOE es tan desapacible como la de la Moncloa o la de Ferraz. Juan Lobato, su jefe de filas y presunto candidato a la presidencia de la comunidad, defiende la doctrina de la oposición constructiva y la necesidad de acercarse sin complejos al PP si lo exige el interés del ciudadano.
Hacer propuestas razonables es, a mi juicio, la mejor forma de descolocar a quienes desde el poder (tanto Sánchez como Ayuso) despliegan el discurso del insulto. La descalificación y el desprecio al adversario producen efectos contraproducentes. Y entrar al barro no da votos. Lo sabe Juan Lobato en Madrid y lo sabe Núñez Feijóo a escala nacional.