Tonia Etxarri-El Correo
Poco antes de que se produjera la caída de tensión eléctrica en todo el país que nos dejó por horas incomunicados, Pedro Sánchez ya había acusado el golpe de su ‘apagón’ familiar al conocer la noticia del procesamiento de su hermano porque así lo había acabado de decidir la jueza de Badajoz. Los «indicios suficientes» que ha visto la instructora para sentar en el banquillo al director de orquesta y a otros diez funcionarios y cargos de la Diputación -acusados de la creación y adjudicación de una plaza pública ‘ad hoc’ en la administración controlada por el PSOE- han dado otra vuelta de tuerca al agobio judicial que está atravesando el presidente del Gobierno. Con su mujer, Begoña Gómez, su ex ‘número dos’, José Luis Ábalos, Koldo y su fiscal general imputados.
Se podría tratar del típico caso de un ‘aprovechategi’ que un buen día decide arrimarse a la sombra del poder para obtener beneficios. Los ha habido. A decenas. La historia de la corrupción en nuestro país está trufada de circunstancias de oportunistas que actuaron a la sombra y por su cuenta, y acabaron salpicando a sus partidos, que finalmente tuvieron que rendir cuentas ante la Justicia sorteando acusaciones de haber cometido delitos ‘in vigilando’, por omisión o negligencia. Otros fueron más directos y cometieron grandes fraudes, como el de los ERE de la Junta de Andalucía, según sentencia ratificada por el Tribunal Supremo que ahora ha vuelto a poner en tela de juicio el Tribunal Constitucional que preside Cándido Conde Pumpido.
Pero no parece que el desconocimiento de los entresijos del contrato de su hermano pueda llevarle a Pedro Sánchez a formular la pregunta retórica del Génesis con la que Caín respondió al Señor cuando le preguntó por el paradero de su hermano Abel. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Porque, si se trata de una contratación aprovechando la situación de estar emparentado con el jefe del Gobierno, es ahí donde la Justicia ha visto presunta prevaricación administrativa y tráfico de influencias. Y es ahí donde el presidente del Gobierno debería reaccionar. Dar explicaciones en aras de la transparencia.
El PP aprovecha la situación pidiendo su dimisión. Ninguna novedad, en el caso de Feijóo. Se trata de una exigencia recurrente utilizada por el principal partido de la oposición desde que Sánchez empezó su legislatura debiendo favores a sus socios independentistas y comunistas que ahora le están dejando en evidencia con sus discrepancias.
Hubo quien reaccionó con responsabilidad, en otros casos. El mismo Rey emérito con su yerno, Iñaki Urdangarin. Josep Borrell, recién aclamado por las bases socialistas para presentarse candidato a la presidencia del Gobierno, dimitió porque sus excolaboradores de Hacienda resultaron imputados por fraude fiscal. El camino está marcado. Otros lo hicieron. Pedro Sánchez tendría que seguir el ejemplo. Se trata de ofrecer a la ciudadanía las explicaciones que se deben.