- «Nada de lo que hemos hecho es delito» (Oriol Junqueras)
Celestino Gobierno, el terruño podrido te llama. La presuntuosa costa mediterránea, plagada de hoteles sesenteros, maná de nuevos ricos del franquismo, clama tu amor. Pobres niños sobrealimentados, tiernos hijastros del pujolismo jugando a la insurrección. Fueron formados por aquellos viejos que articulaban corrupciones patrióticas y sonrisas dinerarias.
En realidad era todo entrañable, cercano, Andorra y tal. Los catalanes tenemos piel de buenos comerciantes, suave palabrería, Escopeta Nacional. Sin embargo, consumada la rebelión, la traición en definitiva, apareció raudo el cariño pesecé. “Hablemos” llegaron a argüir los barrigudos de mesa diaria en Casa Jordi o Via Veneto. Y La Caixa de Jaume Giró, tótem con garabato de Miró, lo hizo eslogan.
Del Maresme a Barcelona, altivos y afectados, viejos españoles de siempre, los renovados provincianos a los que ni una chaqueta de Bel consigue vestir, clamaban justicia. Querían ser amados en la medida de un conflicto político y emocional de corte freudiano-Corín Tellado: ni contigo ni sin ti.
Podridos desde el tronco. Mas manteniendo el aroma profundo y pseudoaristocrático de un faisandage. “Siempre hay algo bueno entre los efluvios de una comunidad, la catalana, que nos ha dado tanto arte y comedia” susurran desde el noucentisme las alfombras de las Cortes Generales. De ahí las filias (estetas) madrileñas. Y el primoroso ego barcelonés, jugando al ser, pero no estar.
Ahora que la política lo ha invadido todo, las enmiendas al postprocés son estafas a la democracia
Esta cosa tan manida de la equidistancia es un eufemismo, una manera muy catalana de decorar el propio saloncito intelectual, un saloncito burgués-nacional. Ahora que la política lo ha invadido todo, las enmiendas al postprocés (sesudas, humorísticas o seudojurídicas) son estafas a la democracia. Aunque ciertos políticos, periodistas y abogados de su propia cartera deslicen, oh, librillos a la mar, que la democracia es tan generosa como susceptible de ser retorcida por una gran banda de ladrones.
En Cataluña ha corrido (y corre aún) mucho dinero y cada cual sabe quiénes lo gestionan. Lo reparten, en realidad. Podría ser el procés un volumen más de los Episodios Nacionales galdosianos, por su esqueleto, por sus espasmos y sus carnes trémulas. Por cuanto conserva de aquella tradición hispana del teatro y el reparto del pastel.
Es decir, todavía impera un sentido burgués, vertical, de purísimas lealtades y traiciones. Un sistema de poder (dependiente de los presupuestos del Estado, regalías mediáticas y competencias regionales) que, desde esa posición manipuladora que le otorga la actual Constitución, chantajea a su principal proveedor de fondos. Es decir, a todos los españoles, desde el pastor de Jumilla al tabernero de Vigo.
En este sentido, la nación es una y grande, que no libre. Llegarán los oscuros indultos, y en los balcones las cubanas esteladas colgarán. Y otra vez, con el parné de todos, jugando se rebelarán.
***Carlos García-Mateo es escritor.