Ignacio Camacho-ABC
- Zelenski infunde respeto. Ante él hasta Sánchez habló por una maldita vez como el presidente que merecemos
En un mundo de héroes de madera, Volodímir Zelenski ha demostrado tener auténtica madera de héroe. En una época en que los titanes sólo aparecen en el universo fantástico de las teleseries, el presidente de Ucrania le ha puesto cara de carne y hueso al papel de hombre valiente. En una sociedad dirigida por enanos ha brotado donde menos se esperaba el liderazgo de un gigante capaz de ofrecer en el trance más grave una lección de entereza y de coraje. No tenía el perfil. Era un cómico metido en política, uno de esos personajes advenedizos subidos sobre la tabla de la fama a la ola de la agitación populista, pero se ha convertido en el paradigma contemporáneo de cómo hacer frente a una situación crítica. Podía haber salido corriendo cuando sonaron los primeros tiros, acogerse al asilo que le ofrecieron los Estados Unidos y dirigir la resistencia, como De Gaulle, desde el exilio. Pero escogió dar ejemplo quedándose en su sitio. Y con sus apariciones en los principales foros parlamentarios ha logrado no sólo infundir a los suyos una extraordinaria dosis de ánimo sino ganarle de largo la batalla del relato a Putin y todo su ejército de ‘bots’ informáticos.
Hacía mucho tiempo que en el Congreso español no hablaba nadie con ese lenguaje. En la sociedad virtual del ecopacifismo y demás preocupaciones propias de circunstancias confortables apareció ayer tarde un tipo en uniforme de camuflaje diciendo que necesita armas y pertrechos militares para defender las libertades. Las suyas y las nuestras, mal que le pese a cierta izquierda que apenas horas antes del discurso boicoteaba un comunicado de condena de un régimen responsable de crímenes de guerra. Qué lejos quedó de repente la logomaquia hueca de nuestra dirigencia. Qué trivial pareció el fraseo ‘woke’ con que nos obsequian a diario los tribunos del progresismo a la violeta. Qué incomodidad reflejaron las caritas serias de ciertos diputados capaces de seguir poniendo pegas al ejercicio ucraniano de legítima defensa.
En presencia -telemática- de Zelenski hasta Sánchez supo contener su pulsión narcisista. Aunque su trayectoria no ofrezca garantías de sinceridad, dijo lo que había que decir, lo que correspondía, lo que se espera del gobernante de una democracia solidaria con la nación agredida. Delante de un tío que se juega cada jornada el pellejo bajo un turbión de bombardeos no cabían imposturas trascendentes, ni adornos autocomplacientes ni aspavientos épicos. Sólo respeto. Por una vez, por una maldita vez, se comportó como el presidente del Gobierno que merecemos y no pasa nada por reconocer que hizo el discurso correcto; la ocasión tampoco permitía menos. Y los demás deberíamos quedarnos con el llamamiento que quedó flotando bajo las bóvedas acribilladas por Tejero: «Dejen de tener miedo». No hay muchas oportunidades de escuchar en directo a un verdadero héroe de nuestro tiempo.