Iñaki Ezkerra, ABC, 25/5/12
Lo que hoy se llama «la izquierda» hizo con España uno de esos experimentos que sólo se deben hacer con gaseosa
CUANDO Hollande aprovechó la Cumbre de la OTAN para decirle a Obama que se va a largar de Afganistán antes de que acabe el año, me acordé, inevitablemente, de Zapatero y del modo un tanto chusco en que salimos de Irak (aquellos soldados nuestros, entre asalariados y pacifistas, haciendo la victoria con los deditos), pero pensé también —admito que con malsano regocijo— que la figura del nuevo presidente francés va a ser para los españoles muy provechosa, desde un punto de vista pedagógico. Y es que España tiene ahora el privilegio de ver los toros del socialismo vecino desde la barrera pirenaica. Rubalcaba nos quiere convencer de que es el alter ego de Hollande, pero ¿hasta dónde está dispuesto Hollande a seguir nuestros tristes pasos? ¿Utilizará la primera ocasión que se le brinde para permanecer sentado ante las barras y estrellas, o perpetrar cualquier otro desaire similar que enrarezca las relaciones con los Estados Unidos? ¿Se desmarcará de la política de defensa norteamericana con más prudencia e inteligencia que las que nosotros mostramos para, así, no tener que andar luego reculando de manera torpe, inútil y tardía como nosotros? ¿De verdad se va a ir Hollande de Afganistán, o su pacifismo es pura retórica para distraer al ala más radical de su electorado? Y, dejando a un lado el tema bélico, ¿incurrirá en todos los errores, vicios, cursilerías y tonterías del socialismo español como las alianzas de civilizaciones, la política de inmigración del que «vengan todos», la legalización de ETA o el despilfarro frenético en el gasto público?
Cuando uno era joven, tenía un amigo poeta que no se lavaba nunca, y al que solía llevar de vez en cuando a cenar a casa. Al verlo —y sobre todo al olerlo— mi madre me decía: «Hijo, se puede ser poeta, pero limpio». Era una variación de otra sentencia que también le gustaba mucho: «Se puede llevar el pelo largo, pero arreglado». Me acuerdo con nostalgia de estas sentencias maternas cuando alguien me dice que Hollande va a demostrar que «se puede ser socialista, pero serio». Porque lo que hoy se llama «la izquierda» hizo con España uno de esos experimentos —el zapaterismo— que sólo se deben hacer con gaseosa. Ahora, el conejillo de Indias es ese vecino que vio nuestras barbas pelar, y no puso las suyas a remojar. Tanto si acaba haciendo la política de derechas a la que no se atrevió Sarkozy, como si cumple la negra profecía de éste y, siguiendo la hoja de ruta zapateril, convierte Francia en la sombra de lo que aún es, todo lo que haga este hombre va a resultarnos a los españoles muy ilustrativo, como digo. Lo que estamos viendo, de momento, es a un Hollande errante, entre la resaca demagógica de su campaña y el aterrizaje pragmático en el poder, que sólo se atreve a discutir en Bruselas con Merkel de los eurobonos.
Iñaki Ezkerra, ABC, 25/5/12