Álvero Nieto-Vozpópuli
- La pandemia y el temporal han puesto de manifiesto las graves carencias de los políticos españoles, incapaces de gestionar situaciones excepcionales
Creíamos que en 2020 ya lo habíamos visto todo, y resulta que el nuevo año ha empezado todavía peor. En apenas 15 días España se ha convertido en un auténtico caos. La pandemia está desatada, no hay nadie al mando y cada región actúa por su cuenta sin un rumbo claro. Las vacunas, que al fin han llegado, se acumulan en los frigoríficos ante la falta de organización para inmunizar masivamente a los ciudadanos. Y, para colmo, un temporal de frío y nieve ha dejado la capital colapsada hasta el punto de que, nueve días después de la nevada, todavía no se ha podido retomar la vida normal. Los colegios siguen cerrados y la mayor parte de las calles, llenas de hielo.
La covid y ‘Filomena’ han puesto de manifiesto las graves carencias de los políticos españoles, incapaces de gestionar situaciones excepcionales. Ellos están cómodos en el día a día de la política, en la refriega partidista, pero se ven superados en cuanto vienen mal dadas. ¿Por qué? Quizás porque no han gestionado nunca nada más allá de su comunidad de vecinos y sólo se han interesado en medrar en el partido político de turno. Además, sabedores de que los españoles votan más con el corazón que con la cabeza y que no suelen pasar factura por la mala gestión, ni se preocupan siquiera en formarse adecuadamente.
¿Tenemos la peor clase política del continente? No está clara la respuesta, pero viendo los errores cometidos durante todos estos meses es evidente que España necesita un director de operaciones. El jefe de operaciones, o COO (Chief Operating Officer) en el argot empresarial, es una persona clave en cualquier gran compañía, pues se encarga de garantizar que todo vaya como un reloj, que los procesos y sistemas se ajusten a los objetivos fijados. Los jefes de operaciones suelen ser ingenieros de diverso pelaje apasionados porque todo funcione con la máxima eficiencia.
Si España tuviera buenos jefes de operaciones al mando, el proceso de vacunación estaría funcionando a la perfección. Estuvimos meses esperando la vacuna contra la covid y, cuando finalmente ha llegado, no conseguimos establecer los mecanismos necesarios para administrar el 100% de las dosis que recibimos semanalmente. Llevamos tres semanas vacunando a los ancianos de las residencias cuando otros países como Israel, Reino Unido o Estados Unidos están poniendo en marcha mastodónticas operaciones de vacunación masiva. Ellos vacunan de noche, en las autopistas sin bajarse del automóvil e incluso dentro de las catedrales. Nosotros vamos a paso de tortuga y, como cuenta este lunes Vozpópuli, nos permitimos el lujo de desaprovechar las miles de enfermeras de la sanidad privada.
Nuestros políticos argumentan que España todavía no puede hacer lo mismo que esos otros países porque la cantidad de vacunas recibidas es muy pequeña. Sin embargo, no se entiende cómo es posible mantener esa afirmación y a la vez asegurar que antes del verano estará vacunado el 70% de la población. Eso supondría inmunizar a 1,5 millones de personas por semana, algo imposible si seguimos mucho tiempo al ritmo actual.
Pero vale, supongamos que eso fuera así y que en las próximas semanas se obrara el milagro y se cogiera una velocidad de vértigo en la vacunación. ¿A qué están esperando para empezar a organizar las citas de enfermería de ese 70%? Si tuviéramos un jefe de operaciones ya se estarían haciendo las llamadas telefónicas para indicarle a todo el mundo el día, la hora y el lugar donde se les pondrá la vacuna, aunque la cita sea para dentro de dos meses. Previsión y planificación, dos conceptos que no están en el diccionario de nuestros políticos.
El temporal ‘Filomena’
Y algo de eso también se ha podido ver con el temporal ‘Filomena’. Se sabía desde días antes la magnitud de lo que se aproximaba, no se tomaron medidas preventivas y, para colmo, una vez caída la nieve, el caos fue total. Es verdad que la dimensión de la catástrofe hizo muy complicada la respuesta, pero es difícil de justificar que la ciudad más importante de España se encuentre todavía a medio gas nueve días después de una nevada. Ha faltado mucha organización y la movilización de todos los recursos disponibles, tanto humanos como materiales, para garantizar una rápida vuelta a la normalidad. Un país como España no se puede permitir la imagen que está dando al mundo. A grandes males, grandes remedios. Habría que haber movilizado desde el primer día todas las máquinas disponibles en el país para dejar como una patena la ciudad… y ahí la responsabilidad también es del Gobierno central, que se lava las manos con pasmosa facilidad cada vez que hay un problema.
Un ejemplo muy evidente del fracaso de España como país es esa foto que ha corrido por las redes sociales donde sale una carretera limítrofe entre Madrid y Castilla-La Mancha. En un lado está completamente nevada. En el otro, completamente despejada. El esfuerzo de unos, inútil ante la inoperancia de los otros. ¿Cómo es posible que una máquina quitanieves vea un cartelón donde pone Comunidad de Madrid e inmediatamente se dé la vuelta a pesar de que el resto de la carretera sigue llena de nieve? ¿Cómo es posible esa descoordinación y esa falta de solidaridad entre regiones? ¿Tan bajo hemos caído?
España necesita ingenieros al mando, de lo que sea… que aporten sentido común y pragmatismo. Que le den orden al caos. Que se dejen de propaganda y actúen.
Con un buen jefe de operaciones eso jamás hubiera sucedido. España lo necesita como el comer o, en su defecto, ingenieros de lo que sea, industriales, de telecos, de sistemas, informáticos, de caminos… que aporten sentido común y pragmatismo. Que le den orden al caos. Que se dejen de propaganda y actúen.
La falta de ingenieros en nuestra clase política es alarmante, y así nos va. El Gobierno de Pedro Sánchez está formado por 23 personas. Es el Ejecutivo más numeroso desde los tiempos de Adolfo Suárez. ¿Saben ustedes cuántos ingenieros hay? Uno, el ministro de Ciencia, Pedro Duque, especializado en aeronáutica. Los demás son mayoritariamente licenciados en Derecho (14) y unos cuantos en Económicas (5).
Además, de entre todos los ministros, apenas hay un par de casos con cierta experiencia en empresas privadas. Hay currículos brillantes, sí, pero labrados en la función pública, organismos institucionales o universidades. Y lo más grave es que, a pesar de no tener recorrido en el sector privado, tampoco se han preocupado de formarse y adquirir las herramientas de gestión necesarias: en el país con las mejores escuelas de negocio de Europa tenemos un Gobierno sin ningún MBA. Tan sólo Salvador Illa, curiosamente, pasó una vez por el IESE para hacer un Máster en Economía en 1993.
Con semejante panorama, se entiende mejor lo que nos está pasando. Estamos en manos de gente poco experta y poco preparada para gestionar situaciones complicadas. ¿Saben ustedes cuál es el porcentaje de ingenieros que hay en el Gobierno de China? El 80%. O buscamos cuanto antes algún buen ingeniero que nos organice el cotarro, o nos barren del mapa.