DIARIO VASCO, 9/9/12
El socialista Jesús Eguiguren, testigo de la historia de Euskadi en estos últimos 35 años, repasa su trayectoria tras anunciar su retirada de la política institucional. «El día que llegó la paz me puse a llorar y acabé en el hospital de la tensión emocional»
Cuando de joven leía con fascinación las novelas barojianas sobre Zalacain el aventurero y Aviraneta el conspirador, Jesús Eguiguren no imaginaba que algún día su vida iba a ser tan intensa o más que la de estos personajes. Hijo menor de una familia de diez hermanos, ocho varones y dos mujeres, aprovechaba las largas tardes cuidando las vacas del caserío familiar de Aizarna para leer a Muñagorri y su «paz y fueros». Sus padres, Pedro y Josefa, sólo procuraban no hablar a sus hijos de la guerra, pero las lecturas en las largas jornadas junto al ganado inyectaron a Eguiguren el veneno de la política en las venas y su ideario de que todos los problemas entre vascos, como las guerras carlistas, siempre «acaban con un abrazo de Bergara de por medio».
SU TRAYECTORIA EN IMÁGENES
08-III-2008. El asesinato en Arrasate de su amigo Isaías Carrasco
01-IV-2009. El pacto de gobierno con el PP vasco
20-I-2009. Con su esposa en la toma de posesión de Obama
12-II-2010. Con el lehendakari en el Parlamento Vasco
SU TRAYECTORIA EN IMÁGENES
01-III-1987. Presidente del Parlamento Vasco con Ardanza
23-II-1998. Un hombre fiel al partido socialista
01-XII-2004. Su relación con Otegi y el PNV
El pactismo es la bandera que ha enarbolado el presidente del PSE-EE, que esta semana ha anunciado que deja la primera línea de la política institucional tras estar en la brecha desde que acabó la dictadura, lo que le ha convertido en testigo privilegiado de los últimos 35 años de la historia de Euskadi.
Como Aviraneta en el siglo XIX, Eguiguren ha participado en todas las intrigas y ha hecho gala de una característica poco común: la capacidad de hablar con todos, de ser interlocutor tanto con los nacionalistas vascos, como con el PP y con la propia ETA, quizás el aspecto que más ha marcado su trayectoria y que le hará pasar a la historia como el ‘negociador’ y el ‘posibilista’.
«Al primero al que le di la noticia de que ETA había decidido parar fue a Antonio Basagoiti (presidente del PP vasco) para eliminar sus reticencias. Luego al lehendakari y después a Rubalcaba», desvela a modo de anécdota un relajado Eguiguren, deseoso ya de que los focos se alejen de él, ante la atenta mirada de su mujer, la también socialista Rafaela Romero. Ambos posan juntos por primera vez, como pareja, para un medio de comunicación, y repasan la vida de película del histórico dirigente guipuzcoano, de 58 años, que a los trece trabajó de albañil en Azpeitia, poniendo adoquines, para Altuna y Uria, y de adolescente se hizo de Bandera Roja en París, hasta abrazarse a la socialdemocracia con el final de la dictadura en España y su afiliación al Partido Socialista. Poeta y bertsolari frustrado, siempre recuerda que su primer mitin fue con Gabriel Celaya en San Sebastián.
Su relación con Otegi
La peculiar relación de Eguiguren con el mundo de Batasuna le ha mantenido, parafraseándole a él mismo, «en el ojo del huracán». Pero él se defiende. «Mi teoría es que si quieres hacer la paz hay que hablar con tu enemigo. Y en la vida, cuando te vas haciendo viejo, te das cuenta de que nadie tiene toda la verdad absoluta». Eguiguren saca el Aviraneta que lleva dentro. «Todos los conflictos entre vascos, las guerras civiles entre liberales, carlistas… han acabado cuando alguien ha decidido meterse a arreglarlo. Yo con los de la izquierda abertzale hablo desde los 80. Si es que soy del Urola… Si mi hermano mayor lleva txapela y va predicando con una ikurriña la independencia», argumenta con su tono pausado y su fina ironía.
Bajo esta filosofía fraguó su relación política con Arnaldo Otegi, en las conversaciones secretas del caserío Txillarre, en Elgoibar. Eguiguren y Otegi acabaron labrando un aprecio personal como demostró el dirigente socialista visitándole en la cárcel el pasado marzo. «Ya le dije que va a terminar como yo. Con 60 años dirán que Arnaldo es muy querido y le harán homenajes, pero tendrá parlamentarios y alcaldes que se creerán que saben más que él. Y eso que todavía Laura Mintegi no había dicho aquello de que ‘no era el mejor candidato a lehendakari’», apunta con sarcasmo.
Los viajes a Suiza
Eguiguren y Otegi desbrozaron el camino para el posterior proceso de paz de 2006, preparado en conversaciones secretas en Suiza entre Eguiguren y el dirigente de ETA ‘Josu Ternera’. «Viajaba solo, en buenos coches prestados por amigos, oyendo la radio, reflexionando. No era tanta paliza. Llegabas a Narbona, cogías la autopista hacia Lyon y ya estabas en Suiza. En la frontera alguna vez me pararon, pensando que llevaba dinero negro. Nunca llevé documentos. Lo tenía todo en la cabeza, así que la Policía nunca hubiera sabido a lo que iba», relata mientras sonríe al recordar la anécdota de un día que tuvo que guiar a un funerario andaluz, que se había perdido al transportar un féretro desde España a un pueblo suizo.
Peor recuerdo guarda de Noruega, donde prosiguieron las conversaciones, en diciembre de 2006, «recluido en un hotel, anocheciendo a las seis de la tarde… Cuando podía me bajaba a la sala de bodas, donde cantaban el porompopero». Lo más duro fue la aparición de ‘Thierry’, jefe de ETA, que endureció las posiciones de la banda y llegó a amenazarle.
– ¿No tuvo miedo?
– «No sentí miedo. Allí no me podían matar. De hecho, me quedaba dormido en el sofa del hotel. ‘Thierry’ era un personaje de los que hay cien tomando potes en Euskadi todas las noches y diciendo las mismas barbaridades, ‘que esto se arregla con cuatro bombazos’. Y también hay cien ‘Josus Ternera’, vegetarianos, que se cuidan la salud como frailes, muy alambicados».
El proceso saltó por los aires en la T-4 y la amenaza de ETA se cumplió en marzo de 2008 en forma de asesinato del exedil socialista de Arrasate Isaías Carrasco, amigo de su mujer. Ni siquiera estas circunstancias trágicas le libraron de las duras críticas del ala más dura del PP por sus encuentros con los dirigentes etarras. «Si hubiera sido conde o empresario la derecha española no se hubiera metido conmigo. Pero he recibido todas las ‘hostias’ que iban dirigidas a Zapatero y Rubalcaba. Y lo he hecho con sumo placer. En esta vida hay que tener buenos amigos y buenos enemigos», espeta un Eguiguren que nunca deja de sorprender al periodista.
El dirigente socialista diferencia, sin embargo, entre quienes «en vez de luchar contra ETA luchan contra los que luchamos contra ETA», y los dirigentes del PP vasco. «Me llevo bien con Basagoiti. Con el PP hemos estado en la misma trinchera. Pacté la Alcaldía de San Sebastián para Odón Elorza con Gregorio Ordóñez, que era buen amigo mío. Cuando dieron los números fui el primero que defendió el pacto con el PP en Euskadi. Siempre me han dado cierta pena por lo que han sufrido. En Gipuzkoa han sido unos héroes», remata. Quizás sea su «enorme capacidad de perdonar», como subraya su esposa, la que le ayude a eliminar de su mente el rencor, «que solo quema al que lo tiene».
El PNV ha sido, probablemente, el partido con el que ha tenido una relación más ambivalente. «Siempre me han tenido cierta ojeriza aunque seré de los pocos que no es del PNV que defiende a Sabino Arana. Creo que todos somos sabinianos en el sentido de que Euskadi es la patria de los vascos, aunque no coincido en lo demás. Que uno de Aizarna apellidado Eguiguren fuera al PSE en vez de al PNV será para ellos una traición», ironiza. Pese a ello, el dirigente socialista siempre defendió los gobiernos de coalición en los ochenta y los noventa con el lehendakari Ardanza, «con el que me he llevado bien y no se le subió el cargo a la cabeza». La mayor tensión entre socialistas y jeltzales se produjo durante el cambio de siglo, con Lizarra y el plan Ibarretxe. «Yo me juramenté en que mi partido no pasaba por ahí. Jurídicamente era sostenible, pero políticamente era un fraude porque decía una cosa y pretendía otra, y sin consenso y con ETA asesinando». El exlehendakari defendió hasta el final su plan porque, según Eguiguren, es «como yo, un buru gogorra. Traté poco con él. Ni él ni yo somos muy simpáticos».
El presente en el PNV y el gran rival de los socialistas es Iñigo Urkullu. «Yo creo que pensaba que las reuniones con Otegi, más que para la paz eran para echar al PNV». Ahora, una docena de conversaciones «han bastado para que vea que no soy un malvado. Yo le veo como un hombre que actúa con una cierta moral».
Las lágrimas del final de ETA
Pero el candidato de Eguiguren es Patxi López. Su relación con el lehendakari ha vivido en los últimos dos años varios dientes de sierra. El presidente del PSE-EE siempre defendía que el lehendakari fuera un paso más allá en la gestión de la paz, creando ciertas tensiones internas. Pero ahora, con el cese definitivo de ETA, se han limado asperezas y se enorgullece de la labor del jefe del Gobierno Vasco.
Eguiguren había arriesgado todo en el proceso de 2006 y su sueño era que Euskadi viera la paz con un lehendakari socialista. Objetivo cumplido. El pasado 20 de octubre, justo antes de dirigirse a una entrevista con este periódico en el Parlamento Vasco, Eguiguren recibió a mediodía una llamada en el escaño. Le avisaba de que esa tarde ETA iba a dejarlo. La confirmación llegó a las siete de la tarde. Entonces, la mezcla de tensión, ansia y deseo que ‘el negociador’ había acumulado durante años explotó.
-¿Cómo reaccionó al conocer la noticia?
– Empecé a llorar. A la noche acabé en el hospital. Fue un bajón emocional. Desde entonces lloro cuando me acuerdo de cualquier asesinado. Tanto sufrimiento para medio folio de comunicado».
Hasta entonces, Jesús Eguiguren había logrado construir una coraza contra el dolor que le producían los asesinatos de amigos, compañeros y personas que no conocía. La última lágrima la había derramado el jueves 23 de febrero 1984. Aquel día, a las cuatro de una tarde fría y desapacible, los comandos autónomos asesinaron en San Sebastián al senador socialista Enrique Casas. «Enrique me marcó mucho. Era nuestro secretario general y un gigante político. Íbamos juntos al Parlamento en su ‘cuatro latas’. Creo que él veía en mí algo de futuro. El día que lo asesinaron teníamos un mitin en Andoain, en cuya agrupación guardan todavía el cartel intacto. Aquello me trastornó. Enrique todavía se me sigue apareciendo. Cada veinte días sueño que está vivo, mandando y ordenando».
El primer y el último muerto
Y es que Eguiguren estuvo en primera fila con las víctimas en los años de plomo, cuando los asesinados por ETA se sucedían y ocupaban poco espacio en los periódicos. Cuando sus familiares tenían que enterrarlos de tapadillo. «El primer asesinado socialista fue Germán González, de Zumaia, en 1979, recién aprobado el Estatuto de autonomía. No había visto un muerto en mi vida y tuve que ir a reconocer el cadáver. Un día intenté hacerle un homenaje en el cementerio pero ya no había ni cruz ni nada. Recuerdo también a Vicente Gajate, de UGT y policía municipal de Errenteria. Fui al juicio a Madrid en tren con Manolo Blázquez y la madre, toda vestida de negro, llorando. Fuimos de pie porque no había dinero para literas. La madre pudo entrar al juicio y desde fuera oíamos los insultos de los de HB. Los padres acabaron muriendo a los meses en trágicas circunstancias».
Eguiguren enterró al primer asesinado socialista y al último, Isaías Carrasco. Entre medias, el asesinato del dirigente socialista alavés Fernando Buesa, y su escolta, Jorge Díez Elorza, que coincidió con el nacimiento de la hija que Eguiguren tiene con Rafaela Romero, María, hermana de otros dos hijos del presidente del PSE-EE, Patxi y Adriana. «A María le añadimos el nombre de Esperanza, porque en aquel momento ese bebé era nuestra esperanza». Hoy esa niña tiene doce años. Se parece a su padre y es una escolar espabilada que cuando no podía ir a recogerla porque estaba con ETA en Suiza, decía a sus profesores que su aita «estaba enfermo».
Romero se emociona al hablar de su marido. «Es un hombre bueno y un buen padre. Nuestra hija ha salido más lista que nosotros y le encanta la política». Quizás algún día Eguiguren tenga relevo. Al menos, el conspirador de Aizarna se va del Parlamento Vasco como en su día le planteó a Otegi, con la misión cumplida de dejar a sus hijos y nietos una Euskadi sin la herencia de la violencia terrorista.
DIARIO VASCO, 9/9/12