Editorial, LA VANGUARDIA, 5/2/12
Después de semanas de un profundo desgarro interno en el PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba ha conquistado la secretaría general por 22 votos. Un abismo por lo que han sido estos últimos días: un candidato a quienes muchos daban por seguro perdedor ante el ruido ensordecedor de una amalgama de intereses que iban desde Zapatero, que quería perpetuar su obra con pies de barro, a un imprudente Griñán, coqueteando con la aspirante en busca de un revulsivo a su desastrosa gestión en la Junta de Andalucía ahora que se acercan las elecciones. Rubalcaba ha plantado cara casi en solitario –¡qué caray, ha estado más solo que la una!– a descalificaciones personales como que era viejo para liderar el PSOE, que representaba el pasado e incluso que era aburrido. Tres puñales bien ensayados en el laboratorio de la aspirante que, falta de programa, ha buscado el cuerpo a cuerpo y no el debate de las ideas. Y en medio del pánico de muchos de los suyos y de la desmedida alegría de sus adversarios, subió ayer al atril del Renacimiento de Sevilla y es posible que fuera con un discurso realista donde acabara de abrir la distancia de los 22 votos. Le ayudó también la aspirante, que se hundió en su día más importante. La historia tiene su lado irónico. Cuánto se asemeja al funeral que la derecha le preparó a Rajoy en el 2008. Tanto, que incluso algunos de los que esperaban el paso del cortejo fúnebre son los mismos. Seguramente, en condiciones normales hubiera sido un congreso del 65% de Rubalcaba frente al 35% de Chacón: la mayoría de la organización frente a los descontentos. ¿Qué ha pasado entonces? Básicamente que el PSC, rompiendo su histórica neutralidad en todos los congresos del PSOE, apostó en bloque por la catalana e hizo bandera de ello y de paso desestabilizó Andalucía. Mal comienzo para Navarro, pésimo final para Griñán.
Editorial, LA VANGUARDIA, 5/2/12