IGNACIO CAMACHO-ABC

  • No era un monologuista de la Gran Vía: era Sánchez denunciando con toda seriedad «el uso sistemático de la mentira»

Oír a Sánchez denunciar, a propósito del golpe de Brasilia, el «uso sistemático de la mentira» como arma política es una humorada, un gag propio de esos monologuistas que actúan en los teatros de la Gran Vía. Uno imagina al redactor del discurso escribiendo la frase con una sonrisa, aunque el presidente la declamó sin asomo de guasa, como los verdaderos bromistas; con ese énfasis suyo tan serio que incluso podría convencer a alguien que no conozca su veta cínica, si es que esas almas cándidas existen todavía. La dicción tranquila, el tono circunspecto, la expresión compungida. Hasta parecía un estadista de la vieja escuela, un socialdemócrata de toda la vida preocupado por la degradación del sistema bajo el empuje populista.

Ayer dijo Feijóo, en el Foro de ABC, que éste es un Gobierno ‘intervenido’. Algo así como si los independentistas le hubiesen aplicado al revés el Artículo 155 para arrebatarle competencias y situar al Estado a su servicio. Un ‘sound bite’, una frase de efecto con el objetivo de obtener repiques virales y acaparar titulares periodísticos. Resultó un diagnóstico preciso: el Gabinete sanchista es un títere del separatismo, que le mueve los hilos, le marca los tiempos y le dicta los proyectos legislativos. Pero hay algo más, y es la voluntad proactiva del primer ministro, su vocación de componer una alianza permanente, un bloque fijo con todas las fuerzas enemigas del constitucionalismo.

Ésa es la anomalía de un mandato en que los rupturistas, los subversivos, controlan en modo remoto resortes claves del Estado. Aquí es el propio Ejecutivo el que se ha asociado con los autores de una insurrección, el que ampara un proceso destituyente bajo mano, el que desnaturaliza las instituciones y despenaliza el delito de asalto al orden democrático. El que sigue los peligrosos pasos de Trump, Kirchner, Obrador o Bolsonaro cuando instiga la discordia civil, estimula la división de la sociedad en dos bandos o defiende una presunta soberanía popular de carácter plebiscitario. El que oculta y manipula datos, el que trata de confundir a los ciudadanos poniendo en circulación argumentarios falsos, el que dirige la estrategia del engaño.

Por eso el discurso de Sánchez, impecable en abstracto, sería un chiste o un desdoblamiento de personalidad inquietante si no se tratara de una consciente impostura para disfrazar sus responsabilidades. Da igual que a estas alturas ya no esté en condiciones de despistar a casi nadie con este tipo de alardes: lo importante es la pretensión de comparecer como un gobernante sensato y responsable mientras mantiene una relación de vasallaje con grupos antisistema de toda clase. Porque una de dos: o conoce mejor que los demás las tragaderas mentales de sus votantes, o sabiendo que estamos todos al cabo de la calle se empeña en seguir tratándonos como bobos capaces de transigir con el fraude.