Kepa Aulestia-El Correo

El último órdago de Carles Puigdemont a Pedro Sánchez, negándose Junts a negociar los Presupuestos para este año y reclamando una reunión urgente en Suiza, se suma en una escenificación más dramática a las declaraciones efectuadas por Oriol Junqueras condicionando el diálogo sobre esas Cuentas al previo cumplimiento del desconocido pacto sobre una financiación singular para Cataluña. Ello mientras prosigue el envite para que el presidente se someta a una moción de confianza, con la posibilidad de que los posconvergentes le retiren simbólica o puntualmente su apoyo parlamentario.

Moncloa y Ferraz tratarán de limar asperezas, en la seguridad de que Puigdemont no dejaría caer al actual gobierno, para afrontar la eventualidad de que Sánchez no vuelva a ser investido tras la convocatoria de nuevos comicios. Aunque el roto que Carlos Mazón le ha hecho a Alberto Núñez Feijóo, y que el presidente de la Generalitat valenciana parece obstinarse en rememorar todos los días, ha variado las expectativas. Además, en caso de que Puigdemont se atreviera a empujar las cosas hasta el límite de finiquitar la legislatura en Madrid, el desgaste que Pedro Sánchez sufriría por el fracaso de lo que el portavoz de Sumar, Ernest Urtasun, insiste en calificar de «mayoría plurinacional», no sería tan sangrante como el castigo que recibiría el independentismo institucional catalán, en favor del PSC por un lado y del rupturismo xenófobo por el otro. Pronóstico que Junts y ERC no están, ni mucho menos, en condiciones de pasar por alto.

El encuentro mantenido por Carles Puigdemont y Oriol Junqueras tras más de siete años de ‘no poder ni verse’ certificó que Junts y ERC no se encuentran en situación siquiera de disimular su aversión mutua, muy lejos del más mínimo acuerdo de mínimos que pudiera caldear algo el ánimo soberanista. Muy lejos de tal perspectiva, Puigdemont tratará de desbordar a Junqueras sea en la negociación con Madrid o en su negación. Sin que, fuera del Palau de la Generalitat, ERC sea capaz de emular el pragmatismo ensayado en su momento por Pere Aragonès, al que además gran parte de sus bases atribuyen el fiasco electoral. Los dos líderes no amnistiados están condenados al seguidismo mutuo, cuyo más directo beneficiario continuará siendo Salvador Illa. Mientras que el CIS de José Félix Tezanos, que sitúa a Pedro Sánchez en primera posición de la liza electoral, podría animar a Moncloa a convocar nuevas elecciones.

Carles Puigdemont y ERC son los factores más imprevisibles de la política española, y continuarán así mientras sigan fuera del gobierno de la Generalitat. No es que perseverar en el enigma les ofrezca réditos, porque despierten un inusitado interés sobre sus indescifrables cábalas. Los ‘republicanos’ catalanes siempre han sido así, y el exalcalde de Girona y expresidente de la Generalitat descubrió tan tarde el oficio de druida que posiblemente se vea reinventándose en cada escaramuza. También por eso nunca ha de perderse de vista la temeridad a la que se ha vuelto adicto el ‘seny’ catalán a partir de 2012. Hasta el impasible de Pedro Sánchez podría acabar desnortado en su empeño de culminar la legislatura.