EL MUNDO – 12/09/14
· Carme Forcadell, líder de ANC, increpa al ‘president’ para que cumpla su promesa de hacer un referéndum el 9-N.
· Artur Mas, eufórico, improvisa una respuesta: «Haré todo lo posible por no defraudaros. Estoy comprometido».
· La inmensa mayoría de los cientos de miles de manifestantes de la Diada llevaban banderas ‘esteladas’.
Por tercera Diada consecutiva, cientos de miles de catalanes salieron ayer a la calle para reclamar la independencia de Cataluña. La muchedumbre, que ocupó las dos principales avenidas de Barcelona y formó una gran senyera humana, sirvió para que los organizadores de la manifestación presionaran a Artur Mas para que celebre sí o sí, diga lo que diga el Tribunal Constitucional (TC), la consulta soberanista prevista para el 9 de noviembre. «No hemos llegado hasta aquí para arrugarnos. Presidente, ponga las urnas», reclamó la responsable de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Carme Forcadell.
Pese a que no estaba previsto, Mas decidió comparecer por la noche para tratar de capitalizar el éxito de la marcha. Aunque no quiso empeñar su palabra, afirmó: «Haré todo lo posible por no defraudaros. Estoy comprometido, este pueblo lo merece».
Al final de la marcha, el presidente de la Generalitat insistió también en pedir al Gobierno español que reconsidere su postura: «No se puede impedir votar a un pueblo que quiere votar. Es momento de que se avengan a negociar los términos en los que el pueblo catalán podrá expresarse en las urnas».
Ya dijo el periodista Manuel Chaves Nogales en febrero de 1936 que las manifestaciones ciudadanas de entusiasmo de los catalanes son casi insuperables. Desde la mañana, las calles de Barcelona fueron un reguero de camisetas rojas y amarillas, de gente en su mayoría llegada de todos los puntos de Cataluña. Todos confluyeron en las dos grandes avenidas de la ciudad, la Diagonal y la Gran Vía, para formar una gigantesca letra V.
Como en los dos últimos años, predominó el ambiente festivo y familiar. Gente de todas las edades, la mayoría con estelades, había comprado la camiseta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), a 15 euros la unidad, con la inscripción Ara és l’hora, ahora es la hora. Se trata del inicio de una estrofa de Els Segadors, el himno catalán: «Ahora es hora segadores,/ ahora es hora de estar alerta./ Para cuando llegue otro junio/ afilemos bien las herramientas».
La gran bandera catalana formada por cientos de miles de cuerpos humanos acabó de formarse a las 17.14 horas, en alusión al año y el día, del que ayer se cumplieron tres siglos, en el que las tropas borbónicas tomaron Barcelona en uno de los últimos episodios de la Guerra de Sucesión. La efeméride ha sido machaconamente repetida por el Govern y por sus medios de comunicación afines en los últimos meses: la versión oficial es que es hora de recuperar las libertades perdidas en 1714, y que hay que hacerlo votando en la consulta soberanista del 9 de noviembre.
Encajados en varios puntos del recorrido, la ANC dispuso los carteles gigantes que, en los últimos meses, han utilizado para tratar de concienciar a los principales gobiernos del mundo del ansia de los catalanes por la ruptura con España. Ayer fueron de nuevo interpelados en efigie el Papa, Barack Obama, Angela Merkel, François Hollande, Matteo Renzi, Dilma Rousseff, Jean-Claude Juncker, Martin Schulz o Ban Ki-moon.
Pese a estos esfuerzos, los independentistas admiten que la «internacionalización» del proceso soberanista, que se marcaron como uno de los principales objetivos tras las autonómicas de 2012, no ha dado grandes frutos: los líderes internacionales que se han pronunciado sobre el asunto lo han hecho para ponerse al lado de Mariano Rajoy. Ayer mismo, la Comisión Europea señaló que su posición «no ha cambiado»: como ha dicho en varias ocasiones José Manuel Durão Barroso, la independencia convertiría a Cataluña en «un tercer país» a efectos de su permanencia en la UE o de un futuro ingreso.
A la hora marcada, los 11 kilómetros que ocupan la Diagonal y la Gran Vía ofrecían un aspecto imponente desde un punto de vista estético, con una senyera bastante bien lograda. Minutos después, una niña nacida el 9 de noviembre de 1998, que cumplirá 16 años el día previsto para la consulta, introducía simbólicamente una papeleta en una de las urnas que la Generalitat ya ha encargado para la cita. La escoltaba una enorme pancarta: 9-N votaremos, 9-N ganaremos. Según la ley de consultas, los menores de esa edad podrán votar en el referéndum.
El baile de cifras comenzó inmediatamente. La Guardia Urbana cifró los presentes en 1,8 millones. La Delegación del Gobierno en Cataluña rebajó ese número a una horquilla de entre 470.000 y 520.000, y Societat Civil Catalana, la entidad favorable a la unidad de España que ayer también se manifestó en Tarragona, calculó que en los 275.000 metros cuadrados del recorrido no caben más de 825.000 personas, contando a tres por metro cuadrado.
Convencidos de que el Gobierno español no variará su postura, los organizadores enfocaron la jornada más bien como una oportunidad para presionar a Artur Mas, varios de cuyos lugartenientes han amagado en las últimas semanas con no llevar el desafío soberanista hasta el final.
La opinión de la ANC, de ERC y de la CUP –que ayer repartió miles de carteles con el lema 9-N: referéndum sí o sí, desobediencia– es que la Generalitat debe sacar las urnas incluso si el Tribunal Constitucional suspende la consulta, aunque sea para «dejar en evidencia» el «poco espíritu democrático» del Gobierno central.
Y, por si no había quedado claro, la presidenta de la ANC insistió en ello después de que la manifestación se diera por finalizada. «Ha llegado la hora de tomar decisiones excepcionales. No hemos llegado hasta aquí para arrugarnos. Govern, Parlament, president: pongan las urnas», dijo Carme Forcadell en un escenario dispuesto en el vértice de la V.
La otra gran dama del independentismo contemporáneo, Muriel Casals, repitió la misma idea. «La voz del pueblo catalán está por encima de lo que opine un tribunal partidista de Madrid», afirmó la presidenta de Òmnium Cultural, llamando, como hizo hace unos días Oriol Junqueras, a la desobediencia civil frente al TC.
Junqueras también quiso reforzar ayer su mensaje. Lo hizo a través de Twitter, aprovechando el impulso de la manifestación para hacer lo mismo que en las últimas semanas: presionar a su socio para que no se eche atrás. «Hoy ha quedado claro que sólo hay un plan. Las instituciones pondrán las urnas y los ciudadanos votaremos», aseguró el líder de Esquerra.
Forcadell y Casals se desplazaron después al Palau de la Generalitat, donde Mas las recibió. El president, como ya hizo el año pasado con la cadena humana, no asistió a la movilización; sin embargo, tanto él como su Govern y TV3 llevaban días alentando a los ciudadanos a acudir a la marcha. Fue tras ese encuentro cuando decidió dirigirse de nuevo a los catalanes a través de la televisión pública.
Pese a todo, los principales dirigentes de Convergència quisieron interpretar que los manifestantes interpelaban directamente al Gobierno central. El portavoz de la Generalitat, Francesc Homs, pidió a Rajoy que tenga la «humildad» de escuchar «el clamor del pueblo catalán».
El coordinador general del partido, Josep Rull, añadió que «el pueblo de Cataluña quiere decidir y nadie podrá parar eso». En opinión del número dos de Mas, «el 9-N no es el problema, es la gran oportunidad que tenemos Cataluña y España para resolver esta situación de la manera más adecuada, más moderna, más avanzada y más democrática».
La voluntad de la Generalitat de dar el mayor empaque posible a la V deslució un poco los actos de la mañana, que en esta ocasión se ciñeron a la tradicional ofrenda floral frente a la estatua de Rafael Casanova de Barcelona y a unas cuantas manifestaciones en la ciudad.
Mas asistió a la ofrenda a las 9.00 horas, justo después de escuchar un concierto de 300 violoncelos, uno por cada año desde la Guerra de Sucesión. Tras ellos, presentaron sus respetos a la estatua del último conseller en cap de Barcelona todos los partidos con escaños en el Parlament, excepto el PP y Ciutadans –que un año más criticaron el sesgo del acto– y la CUP.
Poco después, el presidente de la Generalitat recibía a corresponsales de periódicos extranjeros que se habían desplazado a Barcelona para cubrir la Diada. Los periodistas se interesaron en primer lugar por el caso Pujol, y Mas dijo que se sentía «triste» y que el ex president es un «símbolo» del catalanismo, pero que «una persona nunca puede ser más importante que un pueblo», y que por ello iba a seguir adelante con su plan. En cuanto al referéndum del 9 de noviembre, garantizó: «El dispositivo está preparado, el Govern tiene todo listo para celebrar la consulta».
El próximo viernes, el Parlament aprobará la ley de consultas por amplia mayoría, y poco después –seguramente ese mismo día– Mas firmará el decreto de convocatoria. Queda por saber si sucumbirá a la presión que recibió ayer para sacar las urnas a la calle a pesar de un eventual veto del TC que todo el mundo da por seguro.
EL MUNDO – 12/09/14