EL CONFIDENCIAL 14/03/16
· Las pérdidas de la ANC ascienden a 529.000 euros por, entre otros factores, el descenso del número de socios como consecuencia de las múltiples bajas producidas el último año
La Asamblea Nacional Catalana (ANC), todo un símbolo de la retórica independentista dentro de la sociedad civil y artífice de que la Diada, o Día Nacional de Catalunya, se haya convertido en una orgía secesionista de la que participan menores de edad e inmigrantes, está siendo paradójicamente víctima de esta progresiva desafección. Después de haberse puesto al servicio de los intereses espurios de Artur Mas, empieza a extenderse la idea de que, excepto Carme Forcadell, antigua jefa de filas de la ANC, que goza hoy de un lustroso cargo como presidenta del Congreso, el resto de socios y simpatizantes han sido utilizados para fines distintos a los perseguidos. Tal es así que hoy, mientras Forcadell cobra 11.000 euros al mes en el Parlament, la ANC se encuentra en una situación próxima a la bancarrota.
Hay desbandada. Los últimos recuentos efectuados por la Asamblea Nacional Catalana, a los que ha tenido acceso este diario, constatan un descenso del número de socios como consecuencia de las múltiples bajas producidas en el último año y la escasez de incorporaciones. Cada vez hay menos catalanes dispuestos a rascarse el bolsillo para financiar una organización que obedece más a intereses de la política que a los de la sociedad civil.
Esta desmotivación queda reflejada en los impagos de cuotas. No solo hay menos socios sino que los pocos que quedan se muestran reacios a abonar las mensualidades. La lista de morosos aumenta y las finanzas de la ANC se resienten. Han pasado de un superávit presupuestario de 70.855 euros en 2013 a las pérdidas. Según las cuentas a las que ha tenido acceso El Confidencial, el agujero de la Asamblea asciende a 529.000 euros.
La ANC se constituyó el 10 de marzo de 2012 en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Carme Forcadell fue elegida presidenta. En junio de ese año, lanzaron la campaña ‘Marxa cap a la Independència’ (Marcha hacia la Independencia), que comenzó en la Seu Vella (Lleida) y concluyó el 11 de septiembre con gran despliegue pirotécnico en Barcelona. Un año después, en 2013, organizaron una cadena humana de 400 kilómetros que, bajo el nombre ‘Vía catalana hacia la independencia’, tuvo notable eco mediático allende nuestras fronteras. Aquellas imágenes marcarían el momento culmen de la Asamblea, que se prolongaría a lo largo de todo 2014.
Sería un año después, 2015, coincidiendo con la llegada de Jordi Sánchez como presidente de esta organización en sustitución de Forcadell, que ya había agotado sus plazos de permanencia, cuando comenzaron a vislumbrarse los primeros síntomas de declive. Sánchez carecía del carisma y fuerza de su predecesora y, como ya informara Antonio Fernández en este diario, su gestión no tardó en empezar a ser cuestionada por algunos círculos de la propia ANC, que le acusaban de ser una correa de trasmisión de CDC y veían con buenos ojos que otra persona tomase las riendas.
Según la propia asociación, en enero de 2015 contaban con más de 80.000 socios, de los cuales más de 40.000 lo eran de pleno derecho y pagaban cuota, y otros 40.000 recibían la calificación de colaboradores y simpatizantes. En julio de ese mismo año, al tener que desnudarse con motivo de la consulta interna que hicieron para decidir sobre su implicación en las elecciones del 27-S, la ANC rebajó la cifra a 34.678 socios con derecho a voto. Desde entonces y según las fuentes, la cifra ha seguido menguando.
No es solo la ANC la que está atravesando por una mala situación financiera. En realidad, es todo el independentismo catalán el que está en quiebra. Las cuentas de la Generalitat son como las de la Asamblea Nacional Catalana, un sumidero, tal y como se puede colegir de la reunión improvisada que forzó su vicepresidente y consejero de Economía, Oriol Junqueras, ante la maltrecha salud de la economía catalana, con el ministro del Gobierno de Madrid Luis de Guindos, en la sala de autoridades del aeropuerto del Prat.
Mientras por un lado Junqueras vocea la desconexión con España en 18 meses, por el otro mendiga ayudas como el que espera una moneda a la salida de misa de 12. Sin achantarse, el líder de ERC ha solicitado pasar más de 1.600 millones de su deuda de corto a largo, para lo que hace falta el permiso del Consejo de Ministros, así como facilidades para abonar los pagos del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA).
El Gobierno Central está poniendo todo su celo en monitorizar las inyecciones de capital que destinan a la Generalitat, no les vaya a pasar lo que en estos ejercicios pasados. En los años de crisis, período 2009-2015, mientras las autoridades catalanas pegaban un hachazo a los gastos en política social (ver gráfico), con unos recortes brutales en Educación, Sanidad y Servicios Sociales (solo comparables a los de Castilla-La Mancha), pretextando lo pernicioso del actual sistema de financiación autonómica para Cataluña, mientras aplicaban sin piedad la tijera, al mismo tiempo, digo, se ponían a abrir embajadas en el extranjero, a regar con dinero público a los medios amigos y a engordar la partida presupuestaria de Alta Dirección (de 103 millones en 2009 a 168 millones de 2013). Así que ya saben: “España nos roba”.