EL PAÍS 09/06/17
· Los Nacionalistas de Nicola Sturgeon no logran mantener el extraordinario resultado de 2015.
· Gran subida de los conservadores
Un nuevo referéndum de independencia no parece ser el camino deseado para un buen número de escoceses, que retiraron ayer su apoyo al partido nacionalista escocés. El SNP de Nicola Sturgeon pierde parte del terreno que había ganado en 2015, cuando arrasó en las elecciones generales que lo consagraron como la tercera fuerza política del país. Lo sigue siendo, y también el partido más votado en Escocia. Sin embargo, no ha conseguido revalidar el extraordinario resultado de hace dos años, cuando subió de seis escaños a 56. Y destaca que aunque los laboristas han logrado recuperar algunos de los puestos que perdieron hace dos años, ha sido el partido conservador, hasta hace nada una fuerza política prácticamente invisible, el que le ha arrebatado un buen número de votos.
La responsable de ese avance, y quizá la esperanza de futuro de un partido conservador que se ha despertado tocado, es Ruth Davidson. Quien encabeza a los tory escoceses es una mujer de clase obrera, alejada de la imagen fría y clasista que tienen en Escocia los tory de Westminister, abiertamente lesbiana, buena comunicadora y que hizo campaña contra el brexit. Su discurso y su argumento totalmente contrario a un segundo referéndum de independencia parece haberle dado resultado. Así que se ha hecho con algunos de los votos que hasta 2015 eran para los laboristas, que pasaron a apoyar al partido de la abogada Sturgeon, que no ha logrado mantenerlos.
Las elecciones en Escocia han sido un duelo entre dos mujeres: Davidson y la carismática Sturgeon. No por casualidad las tierras del norte, por encima del muro de Adriano son terreno de lideresas. Una lucha entre dos posturas, el unionismo y el independentismo. Y los escoceses no han abrazado abrumadamente un nuevo desafío secesionista. El SNP, que ya auguraba una pérdida de escaños (el resultado de 2015 fue, de hecho, bastante inesperado), todavía es fuerte pero mucho menos de lo deseado para reclamar la consulta.
La incertidumbre de las negociaciones con Bruselas y la situación económica, que no es mala pero que no es demasiado halagüeña para una futura Escocia autosuficiente e independiente, no han jugado de su lado. Porque pese a que desde el referéndum de 2014 el SNP ha experimentado una impresionante crecida (arrasó en 2015 y con 56 escaños se convirtió en la tercera fuerza política a nivel nacional), los últimos sondeos, de mayo, muestran que el 44% de los escoceses apoyarían la independencia. Una cifra muy similar a la de hace tres años, cuando los sueños de los nacionalistas saltaron por los aires (un 55,3% votó por la unión).
Además, cuando Sturgeon puso sobre la mesa un nuevo desafío independentista no contaba con que Theresa May fuera a convocar elecciones anticipadas. La conservadora había dicho en reiteradas ocasiones que no era el momento. Pero May lo hizo y eso ha pillado con el pie algo cambiado al SNP, que ha centrado su campaña en la necesidad de parar a los tory, en ser el contrapunto a sus programas de recortes y austeridad; en lugar de centrarse y abanderar solo la opción de una nueva consulta. Reclaman el voto para ser la “voz fuerte de Escocia en Westminster” y evitar “dar carta blanca” a los conservadores de May.
Pero el desafió independentista y el argumento de los conservadores de que ya que se hace un Brexit, que se haga con fuerza, ha cambiado un poco el terreno político en unas tierras en las que hasta hace unos años votar tory era algo bastante mal visto. Los nacionalistas pierden varios escaños clave, entre ellos el de su segundo de a bordo, Angus Robertson, y líder de la formación en Westminster, que se queda sin asiento nada más y nada menos que derrotado por un conservador. Un partido que en las elecciones de 2015 sólo logro un escañ