IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • ¿Por qué, en vez de querer cambiar el mundo, no lo dejan como está?

La tradición la inauguró Bibiana Aído con sus «miembros y miembras». Luego han venido llegando otras aspirantes a la presidencia de la RAE como Irene Montero con sus «niñas, niños, niñes» y como Carmen Calvo con su «expertitud». En estos días, Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez, habla de «expertiz» en un vídeo que se ha hecho viral y en el que exhorta a los restaurantes a dejar de ser simples empresas que dan menús para que, «a partir de los objetivos de desarrollo sostenible», se pongan a «educar en comida sana a sus clientes a través de productos ecológicos de proximidad». Hay un momento en ese vídeo en el que da hasta pena porque se le nota que no sabe lo que dice. Y es mejor que no lo sepa porque dar leccioncillas a la mejor hostelería del mundo, en un momento tan crítico como el que vive ésta gracias a las ocurrencias de su marido, es una osadía sangrante.

Todo este despliegue de desaprensión política y léxica está generando un falso tópico: «los ineptos y los analfabetos están exclusivamente en la izquierda, mientras la gente preparada y culta está en la derecha». Sinceramente, uno piensa que no es así. Lo que sucede es que el enchufado, el parásito, el actual inepto de izquierdas es creativo, no se resigna a su grisácea condición, sino que quiere cambiar el mundo, mientras el de derechas responde más bien al patrón clásico y realista de toda la vida; o sea, es discreto, intenta pasar desapercibido y no trata de aportar nada pues tiene plena y justificada conciencia de su ineptitud. La culpa de este nuevo fenómeno es de la creatividad populista que ya se ha hecho con toda la izquierda. Con ella está pasando como con la corrupción desbocada o como con el saqueo sistémico de la clase política a las arcas del Estado. Digamos que la avaricia ha roto el saco de lo que hasta hace no mucho era en España «un nivel de corrupción sostenible» o un «pesebre viable». Y es que una cosa es quedarse con una comisioncilla de una recalificación municipal o enchufar al cuñado tonto y otra es asaltar el tren de Glasgow de los fondos europeos para los parados o montarte un Gobierno de una veintena de frikis que creen que tienen ideas. Es que hasta para robar y para enchufar hay que saber guardar las formas.

No. No es que hubo una época dorada de la política en este país. Es que antes existía lo que podemos denominar «el inepto sostenible», que ha dejado de serlo por bullicioso y numeroso. Begoña Gómez se atreve a soñar en voz alta con unos restaurantes que no sólo den comidas en un tiempo terrible en el que a los restaurantes no se les deja ni dar comidas siquiera. ¿Por qué en vez de querer cambiar el mundo no lo dejáis como estaba antes de llegar vosotros?