Félix de Azua-El País
Roth, que se suicidó con alcohol en 1939, escribió poco antes: “(Alemania) es el séptimo círculo del Infierno cuya filial en la tierra se conoce con el nombre de Tercer Reich”. Y está volviendo
La Europa Central de entreguerras era un hervidero de culturas, razas, religiones, etnias, lenguas y naciones. Casi toda la literatura allí escrita entre 1920 y 1940 tiene un interés añadido: el de observar un mundo que sería devastado por los totalitarios nazis y comunistas. Leer a Joseph Roth, el mejor testigo de esos años convulsos, es como asistir a una visita guiada por un mundo arrasado. Su reciente Años de hotel (Acantilado), en soberbia versión de Miguel Sáenz, reúne más de 60 estampas de aquellas sociedades que, impotentes, iban de cabeza al abismo.
El valor documental de Roth es enorme, pero el valor literario lo supera. Su ojo no pierde escena y dentro de cada escena registra el detalle único. Ve subir a un barco a los judíos que escapan de Bremen hacia el exilio. El policía que controla los pasaportes posee “redondas mejillas sonrosadas que parecen iluminadas por dentro, como si tuvieran en la boca uno de esos farolillos de las fiestas veraniegas”. ¡Qué artículo sobre los emigrados zaristas! ¡O los de la salvaje Albania! Hoteles, hoteles, cientos de hoteles por los que paseó su implacable mirada. Así nos descubre e ilumina docenas de personajes y situaciones con una agudeza y una piedad inmensas. A medida que avanza la década de los veinte el aire se oscurece. Cuando llegamos a los treinta se tiñe de rojo.
Roth se exilió a París en 1933. El mejor periodista de Alemania no soportaba la dictadura: “Es sabido que la prensa alemana ya no se dedica a publicar lo que ocurre, sino a ocultarlo”. Era nuestra actual posverdad. Roth, que se suicidó con alcohol en 1939, escribió poco antes: “(Alemania) es el séptimo círculo del infierno cuya filial en la tierra se conoce con el nombre de Tercer Reich”. Y está volviendo.