Antonio Basagoiti-El Confidencial

  • El inicio del fin de ETA es por Miguel Ángel, es porque no pudieron doblegar a los concejales del PP y del PSOE, es por la reacción de la sociedad, es porque Gobierno y oposición tenían muy claro qué era realmente ETA

Conocí a Miguel Ángel Blanco en 1995. Los dos teníamos prácticamente la misma edad, compartíamos actividad en NNGG del Partido Popular de Vizcaya y dimos el paso de ser concejales a la vez, como es sabido él en Ermua, y yo en Bilbao. 

Éramos de una generación en la que un grupo de jóvenes decidimos afiliarnos al PP Vasco. Queríamos plantarnos ante el totalitarismo que estaba desangrando esta parte de España. Teníamos una motivación concreta de poner nuestro grano de arena para frenar tanta injusticia y falta de libertad. Pero no estoy seguro de que tuviéramos plena consciencia de qué vendría en nuestras vidas tras dar ese paso.

Estábamos comprometidos y animados por unos referentes que encarnaban ese cambio que queríamos. Jaime Mayor Oreja promovía un partido abierto, dando opciones a los jóvenes que estábamos dispuestos a comprometernos en el constitucionalismo, y su liderazgo frente a ETA siempre fue encomiable, del mismo modo Carlos Iturgaiz, su cercanía, entereza y dedicación en los peores años, y siempre, nunca se le reconocerán suficientemente.

Y llegó el secuestro y asesinato de Miguel Ángel que nos cambió la vida, pasamos a ser objetivo de ETA, se alejaron de nosotros personas cercanas, sentimos vacío en pueblos y barrios, y muchas otras cosas que pudieran imaginar. No incido más en lo que padecimos desde 1998 porque tengo la suerte de contarlo, no como otros compañeros, y tampoco me quitaron a un hijo o un hermano como a Marimar Blanco y a sus padres.

En lo que sí me centro es en la reacción tras ese asesinato en cámara lenta, el verdadero principio del fin de ETA. Es cierto que en estos 25 años hemos oído de todo acerca del final del terrorismo, como que es gracias a que los malos en realidad eran buenos o porque alguien se atrevió a hacer cosas no confesables; pero, desde mi punto de vista, si hoy no pegan tiros en la nuca ni ponen bombas es gracias al ejemplo de una familia y a la reacción de la sociedad española, que trajeron iniciativas legales, rigor de la justicia, o potenciar aún más el gran trabajo de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. 

La unidad de los partidos políticos tras Ermua, espoleados por una sociedad vasca y del conjunto de España que salió a la calle a decir que basta ya, a expresar que no estábamos dispuestos a tolerar el terror y el proyecto de ETA, provocó que estos percibieran, por primera vez, que sus medios iban a fracasar. El hartazgo de la ciudadanía, manifestado en movilizaciones, concentraciones y reacciones valientes, permitió también perfeccionar todos los mecanismos de la lucha antiterrorista.

Creo que es importante destacar que lo que ETA pretendió asesinando a un concejal del Partido Popular fue extorsionar y dar un paso más en sus objetivos antidemocráticos. Y consiguió destrozar una familia, que tienen que ser siempre los protagonistas del afecto y reconocimiento, pero también se encontraron con el principio de su final porque, desde aquel momento, nada volvería a ser igual. 

Por lo tanto, el inicio del fin de ETA es por Miguel Ángel, es porque no pudieron doblegar a los concejales del PP y del PSOE, es por la reacción de la sociedad, es porque Gobierno y oposición tenían muy claro qué era realmente ETA. El momento de verdad en el final del terrorismo no se produjo en ningún lugar ni en nadie que no estuviera con Ermua y su espíritu. 

Hoy, 25 años después, es fundamental recordar aquellos días por la familia Blanco, por ser justos, por la memoria de todas las víctimas del terrorismo etarra, por nuestra democracia y, sobre todo, para que el fin de ETA sea también el descrédito definitivo de su proyecto totalitario y el desprestigio de los responsables intelectuales y materiales que asesinaron a nuestro compañero Miguel Ángel. 

*Antonio Basagoiti. Concejal del Partido Popular del País Vasco en 1997.