Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 19/10/11
¡Ay, si Franco levantara la cabeza! Si Franco levantara la cabeza, hoy vería que su palacio de Ayete -Aiete se escribe ahora- es de propiedad municipal de San Sebastián, que estuvo gobernado casi siempre por rojos, después de su defunción. Y vería que ahora es administrado por un alcalde de Bildu, para quien España es enemiga manifiesta. Y para colmo de la desventura caudillesca, vería que ese palacio al que llegaba imperialmente cada verano desde Meirás en el Azor, es ahora cedido a unos emisarios extranjeros; unos ciudadanos que vienen a pedir que se negocie con una banda terrorista nacida en su tiempo, pero no la llaman terrorista, sino «la última confrontación armada» de Europa. Es como si la comparasen con la guerra de los Balcanes.
Hecha esta frívola aproximación histórico-geográfica, hoy toca examinar el resultado de esa conferencia internacional, que el sábado calificábamos como «negociadores de la nada». Lo confirmaron con sus aportaciones: esos señores no han negociado con nadie, no han llevado a su foro las aspiraciones de nadie, no se molestaron en leer las consideraciones que las víctimas les hicieron llegar, ni les importaron las aportaciones del partido que en este momento gobierna en España y en el País Vasco. Estos señores solo han hablado con ETA, o recogieron su pensamiento, y no hicieron otra cosa que trasladar a un papel las viejas reivindicaciones del tinglado etarra.
Yo no voy a caer en la tentación de desacreditar a las personas. No voy a utilizar los calificativos de jubilados, ni vendidos, ni trincones, de tanto éxito en la prensa de estos días. Les supongo buena voluntad e incluso la ambición de presentarse como los conseguidores de la paz en el País Vasco. Pero sus conclusiones son un inmenso error, porque aplazan, o quizá aborten, el final de ETA. Lo aplazan por dos razones: dan legitimidad a la banda y argumentos para seguir con la violencia. Le dan legitimidad con las palabras, porque no reconocen que sean terroristas. Y argumentos para seguir, porque supeditan el final de la violencia al diálogo político.
Es cierto que piden el cese definitivo de la actividad armada. Pero también que Francia y España acepten negociar. Con lo cual, los restos de la banda ya tienen a qué agarrarse: si una conferencia internacional recomienda negociación y los Estados francés y español se niegan, no tienen por qué disolverse. Cuentan con el respaldo de una hoja de ruta de mediadores extranjeros. Y si faltara algo, sugieren nada menos que una consulta a la ciudadanía. A esos tipos se les nota con quién han hablado: solo con ETA. Son sus mensajeros. Y nos devuelven al momento en que Zapatero abrió el proceso de paz. Y ya sabemos cómo terminó.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 19/10/11