LA PUBLICACIÓN de las conversaciones de una mujer que dice estar al corriente de negocios ilícitos e inmorales del anterior Jefe del Estado es un ejemplo de la forma más putrefacta del periodismo de declaraciones. Los que publican estas conversaciones no muestran prueba alguna que corrobore la veracidad de las afirmaciones de la mujer y lo hacen fiados del crédito que le atribuyen. A ella, y sobre todo al mercado. Lo que la mujer explica puede ser total o parcialmente cierto, o no, pero ellos no lo corroboran por ningún otro método, lo que abre la posibilidad de que contribuyan a extender vertiginosas calumnias sobre el anterior Jefe del Estado. Pero escudados en la autoridad de la mujer no sufrirán. Puede servir una rubia o puede servir la Udef, qué coño es la Udef. Lo prioritario es escurrir el bulto, aunque deje metástasis.

Esta deserción tan corriente del periodismo putrefacto lo aprovecha a menudo la política putrefacta: todo ya a punto en España de convertirse en un gigantesco pleonasmo. A la política le basta y le sobra con grabaciones de esta índole para emprender innobles cacerías. Y ya no digamos a la política del Partido Socialista. Ahora, sin embargo, ante unas graves imputaciones al anterior Monarca, el Partido Socialista se encoge de hombros y dice que no cabe investigación porque no afecta al Monarca en activo. ¡Ellos! A los que bastó el aliento inmarcesible de 245 mil euros malgastados hace diez años en Pozuelo y Majadahonda para llegar al Gobierno.

Las acusaciones de la mujer nunca debieron publicarse en la forma en que se ha hecho, pero deben ser investigadas protegiendo el honor y la reputación de las personas por muy influyentes y privilegiadas que sean. Y deben serlo porque, además de lo estrictamente jurídico, hay un notable asunto moral vinculado con la inmunidad. El Inmune lo es porque resulta ontológicamente imposible que quiebre la ley y toda acusación es, en consecuencia y axiomáticamente, una acusación falsa y desdeñable, hecha con el propósito de calumniar. Si el anterior Monarca hubiera convertido esa condición en un blindaje vulgar para el vicio, el daño sería mayúsculo. Y aconsejaría revisar, por cierto, la inmunidad constitucional que se ha extendido automáticamente al actual Monarca. Porque, a diferencia de lo que sucede con la política democrática, de Pozuelo a Majadahonda, todo lo que un Rey hace lo hace la Monarquía.