- De todo este comentario, quédense con una sola idea: es más grave el ‘caso cloacas’ que todo lo demás, ya que esconde acciones orientadas a pervertir la vida democrática normal de nuestro país
La profundidad de las cloacas del PSOE es mucho mayor de lo que hasta ahora ha trascendido. Sabemos que la militante socialista Leire Díez, contratada en Correos y Enusa, la Empresa Nacional del Uranio, dependiente del Ministerio de Transportes, se entrevistó con fiscales, se reunió con empresarios perseguidos por la Justicia y pidió la cabeza de jefes de la UCO. Pero hay mucho más, hasta el punto de que este escándalo va a eclipsar a los otros. En este tiempo en que nos ocupamos del juicio al fiscal general, nos escandalizamos con las andanzas de la esposa y el hermano de Sánchez (hay hasta quien se divierte con las aventuras y desventuras del caso PSOE). En este tiempo, lo peor es lo que rezuma por las cloacas socialistas y las oscuras maniobras de su fontanera convertida, pretendidamente, en periodista de investigación, según ella.
Resulta inquietante pensar que, en este país, donde creíamos que el imperio de la ley prevalecía, pueden entrar de noche en tu casa, robar un ordenador, abrir el coche de tu hermano o construir pruebas falsas para imputar a inocentes. Al parecer, muchas de estas prácticas están pasando y las fuerzas de seguridad están investigando su autoría. El denominador común es que las están padeciendo los entornos familiares de políticos de derechas.
Las cloacas siempre huelen mal. Pero por estas cloacas del PSOE transitan todo tipo de desechos e inmundicias, también morales. Las luces rojas del semáforo que nos advierte del peligro para nuestra convivencia están encendidas. Desde la llegada de Sánchez, la izquierda no quiere darle legitimidad a la derecha para poder gobernar. Desde la extrema izquierda, la filoetarra Merche Aizpurua y la comunista Ione Belarra amenazan con prácticas no homologables con los estándares democráticos occidentales. Y el actual PSOE se empeña en la contumaz práctica de hacerle oposición a la oposición.
Frente a esa furia antidemocrática, la realidad de la calle en España es que un setenta por ciento de la población exige un cambio de signo ideológico en el Gobierno. Pierdan toda esperanza: no lo habrá hasta 2027, salvo que ocurra algo extraordinario. Por ejemplo, que se descubra lo que de verdad ha ocurrido en esas cloacas donde se enseñoreaba Leire Díez. De todo este comentario, quédense con una sola idea: es más grave el ‘caso cloacas’ que todo lo demás, ya que esconde acciones orientadas a pervertir la vida democrática normal de nuestro país.