· Una célula yihadista siembra el terror en Bruselas con ataques al aeropuerto y a una estación de metro cercana a las instituciones europeas El peor ataque terrorista de la historia de Bélgica deja 34 muertos y cientos de heridos.
Al borde de las ocho de la mañana de ayer 14 inocentes murieron y 106 resultaron heridos en dos explosiones en el aeropuerto de Zaventem. A las nueve y diez, 20 más murieron y cientos estuvieron a punto de hacerlo en otra deflagración en un vagón del metro, en la estación de Maalbeck, el corazón del barrio europeo de Bruselas, mientras iban a la guardería, al colegio o la oficina. «Teníamos miedo a un atentado y ha pasado», reconoció, afectado y lleno de rabia, el premier Charles Michel.
El peor ataque terrorista de la historia de Bélgica dejó un río de sangre, dolor y miedo en la capital de Europa. Tres bombas, tres «ataques violentos y cobardes», según Michel, destrozaron a un país en tensión permanente desde hace casi cinco meses, en estado de negación y ahora aterrorizado y desmoralizado.
Apenas 80 horas después de que la Policía federal capturara el viernes a Salah Abdeslam, uno de los autores materiales de la matanza de París del pasado noviembre y el hombre más buscado de Europa, una célula no identificada pero vinculada a él atacó ayer de forma salvaje.
A primera hora dos explosiones, dos terroristas suicidas según el Fiscal Federal, arrasaron la zona de salidas del aeródromo Zaventem, el principal de la ciudad. Las imágenes muestran una zona de la terminal casi completamente destruida, con el techo caído, ennegrecida y con sangre y restos humanos por las paredes. «La explosión fue a mi lado, me tiró. Había cuerpos partidos en dos. Fue un ruido tan brutal que dejó todo en silencio», explica a EL MUNDO un testigo directo que logró salir sin heridas, pero aturdido.
Pasadas las cuatro de la tarde, Estado Islámico reivindicó el atentado. «Lo que os espera será más duro y amargo», rezaba el comunicado de los yihadistas.
Los investigadores trabajan sobre una amplia gama de posibilidades, pero durante la tarde la Policía encontró, en un piso del barrio de Scaherbeek, objeto frecuente de redadas antiyihadistas, una bandera del IS y restos de un artefacto explosivo. Las pistas que llevaron a la vivienda vienen de la investigación iniciada la semana pasada que se saldó con Abdeslam y uno de sus cómplices entre rejas.
A primera hora decenas de vuelos salen de la capital comunitaria. Según numerosos testimonios recopilados por los medios locales, antes de las detonaciones se escucharon gritos «en árabe» y en el recinto se encontraron posteriormente armas automáticas. La Derniere Heure publicó pocas horas después de la masacre una imagen del circuito cerrado de vigilancia del aeropuerto con el rostro de tres hombres, de entre 25 y 35 años, a los que se cree responsables materiales.
Dos de ellos habrían hecho maletas explosivas (ambos llevaban guantes en una mano para ocultar, posiblemente, los detonadores), pero el tercero no. No explotó, aparentemente no murió y está en busca y captura. Un tercer artefacto explosivo sí fue localizado en el aeropuerto, y aparentemente armas automáticas también.
Hay menos indicios sobre el segundo atentado. Maalbeck, una de las estaciones más modernas y eclécticas de la capital, está a sólo unos cientos de metros de los edificios de la Comisión Europea y el Consejo Europeo, es una parte crítica del trazado subterráneo. Schuman, a apenas unos minutos a pie, está mucho más vigilada. Es el núcleo del barrio europeo. Soldados y tanquetas están desplegados permanentemente para vigilar las instalaciones comunitarias, a las que cada semana acuden decenas de ministros, secretarios de Estado y Jefes de Gobierno.
La bomba del metro dejó 20 muertos y 106 heridos, de ellos 17 muy graves, según el alcalde de Bruselas, Yvan Mayeur. Salvo dos líneas, la circulación subterránea en la capital quedó suspendida. Las estaciones de tren no empezaron a abrir hasta pasadas las cuatro, y entre medidas excepcionales de seguridad. El golpe para la ciudad es devastador. En noviembre hubo redadas, pero no víctimas y aun así durante semanas el miedo y la desconfianza se podían ver, oler y casi tocar en los vagones del transporte público.
Bruselas elevó ayer la alerta a la Fase 4, la máxima, pero estaba en la Fase 3. Seguía así desde noviembre, cuando la fuga de Abdeslam puso en jaque a los cuerpos de seguridad y provocó un cierre sin precedentes en los servicios públicos. Eso, sin embargo, no implicaba muchas medidas adicionales de seguridad en el aeropuerto o el metro. La entrada a la terminal del aeropuerto funcionaba como en cualquier otro momento o cualquier otra capital europea.
Al atardecer, unos cientos de personas se congregaron en el centro con consignas de paz y resistencia. Llevaron velas y esperanza. El primer ministro y el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, se dieron un abrazo, pero el daño es evidente. Las fotos de gatos y patatas fritas por internet reconfortan, pero eso quizás no baste para recuperar el coraje de la vida diaria tras el trauma.
Bélgica ha vivido en una disonancia durante años. Tiene a los terroristas en casa. Hay más de 300 de sus ciudadanos que han ido a Siria e Irak, y según cálculos de los servicios de la Comuna, a principios de año más de 85, de vuelta, estaban en Molenbeek. Los autores de los principales atentados de Europa en la última década y media (Madrid, Londres, París) han salido de Molenbeek, han vivido allí o recibieron las directrices, fondos y armas desde Bruselas. Pero hasta ahora el país había logrado quedar relativamente al margen.
GUANTES NEGROS Y MALETAS EXPLOSIVAS
Detonadores. Una cámara de seguridad captó una imagen de los tres sospechosos que los muestra empujando carritos portaequipajes en la zona de facturación. Lo que llamó la atención de las fuerzas de seguridad es que dos de ellos, vestidos de negro, llevan solamente un guante en una mano, concretamente la izquierda, lo que les podría haber permitido ocultar los detonadores para activar los explosivos de sus maletas.
EL MUNDO – 23/03/16