EL MUNDO 06/07/14
· Ferraz está dividida, mientras los viejos dirigentes ven con escepticismo el proceso
El 3 de enero de 2008, Bill Clinton se encontraba en el sofá de la habitación de un hotel esperando el resultado de los caucus demócratas de Iowa en los que su mujer, Hillary, era la favorita frente a Barack Obama. El director de la campaña de Hillary irrumpió en la estancia y le dijo: «Nos van a dar una patada en el culo». «¡Qué dices!» –exclamó Clinton– se puso en pie de un salto y gritó: «¡Hillary!».
Los analistas habían emitido un nefasto veredicto. Hillary había quedado tercera, por detrás de Edwards y a mucha distancia de Obama. ¿Cómo había podido suceder?, preguntaban los Clinton.
– Los miembros de la campaña de Obama deben de haber hecho trampa, deben de haber traído autobuses de Illinois.
– Bill tiene razón, tenemos que investigar si ha habido fraude.
– Es un pacto amañado– se quejó Bill.
La desolación de los favoritos frente a un entonces casi desconocido Obama está relatada en el libro El juego del cambio por los periodistas John Heilemann y Mark Halperin, que reconstruyen con detalle la trastienda de las elecciones primarias de 2008 en el Partido Demócrata, las estrategias de los equipos de campaña, el juego sucio, las discusiones acaloradas de los asesores, el entusiasmo de los vencedores y la amarga decepción de los perdedores.
No es difícil imaginar una escena parecida a la del Hotel Fort Des Moines en el equipo de Eduardo Madina la noche en la que se supo que Pedro Sánchez había ganado el primer round hacia la Secretaría General del PSOE, el de los avales. ¿Cómo ha podido suceder, Eduardo? Los autobuses llegados de Illinois que sospechaban los Clinton eran los avales de la federación andaluza. Tenemos que investigar. Es un pacto amañado.
El equipo de Madina pidió el recuento de avales por autonomías y confirmó las sospechas. De los 41.338 avales con los que Sánchez arrasó a su rival, 14.398 procedían de Andalucía. Así fue cómo el sucedáneo de primarias mediante el cual el PSOE elegirá a su secretario general con el voto de los militantes el próximo domingo alcanzó su caucus de Iowa. El desconocido tomó la delantera al favorito.
Como Hillary Clinton, Eduardo Madina llevaba años preparando su desembarco como número uno. Es verdad que él se había entrenado para enfrentarse a Carme Chacón en unas primarias abiertas. Pero el destino ha querido confrontarle con un diputado desconocido hasta hace poco más de un mes. Y en las últimas vueltas de la carrera, el desconocido –«ese tipo es un farsante», decía Bill Clinton de Obama, «no tiene experiencia ni bagaje. No está ni de lejos preparado para ser el comandante en jefe»– le adelantó. Pedro Sánchez ha tomado la delantera a Madina, aunque la última palabra la tienen los militantes.
El equipo del diputado vasco mantiene la compostura, pero no esconde su decepción. La recogida de avales no fue únicamente un trámite necesario para aspirar oficialmente a la Secretaría General. Se planteó por parte de ambos como una forma de epatar al adversario. Podían haberse conformado con presentar los 10.000 necesarios, pero al levantar el tope se desató la carrera.
La campaña de los dos aspirantes transcurre en el ámbito orgánico y es opinión generalizada que el equipo de Madina se equivocó al pedir el recuento de avales por comunidades, lo que era tanto como sugerir que los firmados por los militantes andaluces eran de peor calidad que los extremeños, por ejemplo, donde ganó el diputado vasco.
Los equipos de ambos han tenido una idea clara desde el primer día: el aparato contamina. El aparato concebido como la élite del partido que se aferra a los puestos orgánicos como una lapa. Cómo cargar a otro con el sambenito de candidato del aparato ha sido la idea fuerza de las primeras semanas de campaña.
Madina y Sánchez lo han hecho según el consejo que David Axelrod, un maestro en las artes oscuras de las campañas, dio a Obama para que los votantes revivieran los peores recuerdos de los Clinton. Había que «destripar a Hillary sin dañar la reputación de Obama como exponente de la política transparente. Dicho de otro modo, había que hacerla quedar mal sin que uno pareciera detestable».
Así, el equipo de Sánchez ha dejado caer que Madina es el candidato del aparato nacional, mientras que los colaboradores de Madina han repetido que Sánchez es el candidato del aparato andaluz controlado por Susana Díaz. Aunque los aspirantes no se han rebozado públicamente en esta batalla. Ambos han preservado su pulcritud y sus relatos. Sánchez se presenta como el candidato esforzado de la carretera y Madina como el político renovador y moderno.
Y, sin embargo, por mucho que huyan de la contaminación de los aparatos, sin ellos, sin los aparatos regionales, ninguno hubiera logrado tal número de avales. Tanto en Andalucía –donde ganó Sánchez– como en Extremadura –donde se impuso Madina–, las direcciones del PSOE han sido decisivas para recaudar los avales. La líder andaluza apuesta por Sánchez de la misma forma que Fernández Vara lo hace por Madina.
¿Y qué pasa con el aparato nacional? ¿O con lo que queda de él? La sede de Ferraz es un edificio dividido por plantas en cuanto a las simpatías por uno u otro. La cuarta planta, donde tienen sus despachos Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano, está con Eduardo Madina. La quinta planta, donde trabajan Óscar López y Antonio Hernando, simpatiza con Pedro Sánchez. La tercera, que acoge al equipo de redes sociales, apoya a Madina. Todo ello, como aconsejaba Axelrod, sin que lo parezca.
Ningún dirigente socialista de los clásicos ha hecho públicas sus preferencias de forma clara. Es una evidencia, porque lo dicen en privado, que los nombres más reconocibles y experimentados del PSOE contemplan con escepticismo y desánimo la carrera de estos dos jóvenes hacia la Secretaría General.
Casi todos son pesimistas sobre la capacidad de liderazgo de Sánchez y Madina. Si les apuran un poco hasta consideran un político más compacto a Pérez Tapias, el tercer hombre que está recibiendo los apoyos de los huérfanos de Carme Chacón. No creen que ni el diputado madrileño ni el vasco sean capaces de recuperar la ilusión ni los votantes perdidos. Siguen pensando en Susana Díaz como la única líder posible de futuro. Incluso temen que los militantes se queden en casa el día 13 y no acudan a votar en masa, lo cual sería un duro revés para el proceso de renovación del PSOE.
Aunque los barones regionales mantienen una neutralidad aparente, sus últimos movimientos indican que ninguno quiere apostar a perdedor. Es por lo que Pedro Sánchez ha recibido más llamadas de compañeros socialistas que en toda su vida. Uno de los giros más llamativos es el de Emiliano García Page, líder del PSOE en Castilla-La Mancha, que está virando del madinismo al pedrismo lentamente y sin hacer ruido.