Eduardo San Martín, ABC, 8/5/12
SE veía venir. El acta de defunción la extendió ayer Antonio Basagoiti, pero hacía ya semanas, si no meses, que Patxi López venía cavando la tumba del pacto de Gobierno de 2009, que llevó por primera vez a un no nacionalista a la presidencia vasca. Abrumado por unas cifras de valoración paupérrimas después de tres años de gestión, el PSE se veía abocado a una suerte similar a la que le relegó, en algún momento de los noventa, al cuarto puesto de entre los partidos vascos. Y cree que soltando el lastre del Partido Popular va a enderezar esa deriva de cara a las elecciones del año que viene.
Pero si uno se confunde en el diagnóstico, se equivocará en el remedio. Porque no es improbable que haya sido su propia incapacidad, y no unas supuestas «malas compañías», la causa de su falta de carisma. Algo que no dejará de registrar quien dentro de un año busque aliados para gobernar. Y a este respecto habría que tomar nota de que, con el plan de reinserción puesto en marcha por el Gobierno, ante la incomprensión de muchos de sus votantes y de las víctimas del terrorismo, la distancia entre el PP y el PNV se acorta a unos niveles desconocidos desde los pactos Aznar-arzallus.
Puede que la deserción de Patxi López obedezca no sólo a razones autóctonas sino también a una estrategia diseñada desde Ferraz. Irrelevante en las Cortes, el PSOE se propone armar su oposición al Gobierno desde los territorios. Andalucía como punto de partida de una épica de reconquista, y la insumisión a las políticas nacionales, como instrumento.
A la cruzada se suma ahora el gobierno vasco, puede que Asturias y quien sabe si la futura coalición extremeña de izquierdas que anda urdiendo Fernández Vara. Pero López tendrá ahora que gobernar un año sin aliados o adelantar las elecciones. Ninguna de las dos hipótesis le favorece.
Eduardo San Martín, ABC, 8/5/12