Tonia Etxarri-El Correo
Máxima expectación ante las compensaciones a Junqueras si apoya la investidura de Sánchez
Hoy los presos preventivos que están siendo juzgados por el ‘procés’ recogerán sus actas como diputados. Y mañana se constituirán las nuevas Cortes en un escenario tan inédito que ha suscitado la mayor expectación desde los tiempos de la Transición. Entre los recelos de que los políticos secesionistas vayan a montar algún ‘numerito’ en el hemiciclo y las dudas sobre su posible suspensión cautelar como diputados anda el juego. No va a ser una legislatura tranquila. Ha empezado ya, en los prolegómenos, con movimientos contradictorios, improvisaciones constantes y reubicaciones en tiempo de prórroga. Tras el fracaso del primer movimiento de Pedro Sánchez y la toma de temperatura de ERC para sopesar qué grado de influencia tendrán los independentistas en un Parlamento tan polarizado, la investidura del candidato socialista, sin embargo, estará amarrada. Se la garantizan los mismos socios incómodos de la moción de censura que le tumbaron la candidatura de Miquel Iceta a presidir el Senado. Palabra de Oriol Junqueras, que sigue funcionando con el mismo argumentario de la pasada campaña: entre la derecha y el PSOE, no hay duda. Mejor un presidente del Gobierno que se avenga a sus exigencias.
Despejadas ya las opciones de recambio de Sánchez para presidir las dos Cámaras legislativas (con Meritxell Batet y Manuel Cruz), el PSOE y Podemos se han repartido el poder en la Mesa del Congreso. Con la incorporación del radical Gerardo Pisarello, mano derecha de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, más conocido por la imagen en la que aparecía en el balcón municipal rasgando la bandera de España, ya tenemos una idea de cómo se va tejiendo el pacto de la izquierda populista. Mientras, los portavoces de Pedro Sanchez recurren a la sobreactuación. Apelando a PP y Ciudadanos a que se abstengan en la investidura para liberarlo de la dependencia de los secesionistas. Una forma de ir preparando la explicación expiatoria de sus posibles alianzas en esta legislatura. Que no les quedó otro remedio que dejarse ayudar por quienes quieren separarse de España porque los constitucionalistas no les ayudaron. Pero se trata de una maniobra que no puede ser tomada en consideración. Ciudadanos la ha interpretado como una ofensa. Le parece que hay que tener mucha cara para pedir a la «ultraderecha» (así les llamaba Sánchez en la pasada campaña) que le resuelva la papeleta. Es como si les estuviera pidiendo: «Fascistas, facilitarme la presidencia». No es serio. Y al PP no le incomoda el emplazamiento. Sencillamente porque no ven al partido de Sánchez como al PSOE de toda la vida. Ese ya pasó a la historia. Llevando consigo a los mejores líderes del partido: los antiguos dirigentes, los expertos, los críticos. Porque el PSOE que se abstuvo en la investidura de Rajoy, en 2016, fue el de la gestora; no el de Sánchez. Él se envolvió en la pancarta del «no es no», se guardó el «sentido de Estado» que ahora reclaman los socialistas a la oposición en el bolsillo y renunció a su acta de diputado. Por lo tanto, saben que no pueden pedir la abstención del PP «en justa correspondencia» porque Sánchez no tuvo con ellos ese gesto.
Esa llamada del PSOE refleja, sin embargo, cierto temor a tener que volver a amarrarse a los independentistas. Han sido sus socios de la moción de censura y gracias a ellos, entre otros, Pedro Sánchez pudo gobernar. Pero ahora, en cuanto se conozca la sentencia del ‘procés’, el plante secesionista se volverá a activar aunque Puigdemont y Junqueras tengan planes diferentes. La triple presencia catalana en las presidencias de las dos Cámaras y la Mesa del Congreso (Batet, Cruz, Pisarello) es tan solo un envoltorio para los gobernantes catalanes. Distensión, agenda catalana y desinflamación han sido lemas que les han funcionado a los socialistas en la campaña electoral. Meritxell Batet diciendo que no se podía imponer la Constitución a quienes la rechazan, ha vuelto a colocar al PSC como la segunda fuerza más votada en Cataluña en las generales. Pero los secesionistas quieren mucho más. Reformas del Código Penal, indultos, los más pragmáticos. Y los iluminados como Torra quieren volver a proclamar la independencia el mismo día en que se haga pública la sentencia del juicio. ¿Cómo piensa Pedro Sánchez restablecer el Estado de Derecho en Cataluña? Esa será la cuestión que planeará sobre un Parlamento plagado de callejones enmarañados, de difícil salida.