HERMANN TERTSCH – ABC – 24/05/16
· Ya son la mitad de los austriacos los que se han aburrido de los consejos. Que piden verdad y honradez a unos partidos que no la practican.
He pasado una interesantísima semana de viaje en coche por Austria antes de las elecciones presidenciales del domingo que tanto han dado que hablar. Quería asistir a los últimos fragores de la lucha política antes de la votación decisiva en lo que han presentado en toda Europa como la lucha del bien contra el mal, de la luz contra la oscuridad. Ni más ni menos. Decía Karl Kraus que Austria es «el mejor laboratorio para el fin del mundo». Siempre son allí «los últimos días de la humanidad».
Ahora toca entender como tal a este sistema europeo que cruje por todas partes, se tambalea por la impotencia de sus gobernantes, el miedo a la verdad y la corrupción de sus traviesas, pero que, cuando es cuestionado, saca la bocina de alerta nazi. Y para eso Austria es ideal. Es el paisaje de postal para pasear al pequeño nazi que asuste a los niños. Parece que todos quieren curarse en Austria y a costa de los austriacos. Se quieren curar allí sus propios populismos, sus propios miedos, sus propios nazis de izquierdas y derechas. ¡Qué claro lo tenía todo el mundo! Todos con opinión sobre lo que debían hacer los austriacos en esta elección. Era obvio: ser obediente y disciplinado europeo y votar al bien y no a lo que piden el instinto y el cuerpo vicioso de austriaco nazi.
En la Comisión Europea nadie se habrá quedado sin algún comentario admonitorio y recuerdo al pasado austriaco. Por supuesto, aquel pasado en que, en marzo de 1938, celebraban la llegada de Hitler con las tropas alemanas. Y aquel otro pasado en que se les impusieron sanciones desde la UE en el año 2000, porque no gustaron el resultado de las elecciones y las decisiones de alianzas tomadas. Dos partidos legales decidieron hacer una coalición de ÖVP y FPÖ, y se montó la mundial, como si el nazismo ya amenazara desde Austria con invadir a toda Europa o más allá.
Después ha habido en Europa gobiernos de comunistas griegos, de ladrones, de Berlusconi, de etarras, de separatistas, de golpistas aliados con terroristas y otros criminales con dinero negro en todo el mundo. Ha gobernado en Europa casi todo. Pero nadie ha hablado jamás de imponer sanciones como aquellas. Ridículas, prepotentes, injustificadas y necias. Y es que siempre hay que recordarles a los austriacos que tienen que cumplir, como hermano teutón pequeñito, con recibir los golpes que nadie se atreve a darle al teutón grandote. Que también sacude al austriaco porque tranquiliza su conciencia y además es gratis.
Me fui a ver qué pensaban los austriacos fuera de la sociedad privilegiada vienesa en la que se mueven los amigos del nuevo presidente. Y de quienes viven directamente del actual estado de cosas. Y de que todo siga así. Resulta que ya son la mitad de los austriacos los que se han aburrido de los consejos. Que piden verdad y honradez a unos partidos que no la practican. Y que se niegan a callar porque han perdido el miedo a ser llamados nazis. Son los pobres.
El 86% de los obreros austriacos han votado a Hofer. Cierto que sus líderes son brutos, nada cosmopolitas ni leídos. Pero les dicen cosas que ellos comprueban. Mientras los otros les mienten, como comprueban también. Con el rodillo antinazi a todo gas han logrado imponerse al viejo profesor por 30.000 votos. Pero habrá elecciones generales. Y si no cambia mucho todo, entonces serán en Austria mucho más de la mitad los que no tengan miedo a lo que les llamen. Y, parafraseando a Karl Kraus, será el laboratorio de fin de Europa. Si no ha habido otro antes.
HERMANN TERTSCH – ABC – 24/05/16