Alberto Surio-El Correo

  • El choque Podemos-Sumar se salvará a última hora pero el desgaste de la división erosiona a la izquierda

Ha sido el exjefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, el que ha descrito el ingenio electoral que perfila Yolanda Díaz como una ‘socialdemocracia de izquierdas’ que puede pegar un verdadero patadón al tablero político español. El ‘nuevo laborismo’ de la vicepresidenta segunda nace con un punto mágico de ilusión en un sector de la izquierda. Pero también con la maldición bíblica que persigue a las izquierdas hispánicas: su cainita tendencia a la división interna, que la sociedad no entiende y que después pasa una dolorosa factura.

El choque entre Podemos y Sumar, de resolución en apariencia imposible, se zanjará en el último minuto, quizá en el último segundo, dejando cicatrices profundas. El problema es que lo haga con un elevado coste de imagen, después de unas elecciones municipales y autonómicas en las que el universo Podemos puede pegarse un serio tortazo electoral y debilitar las expectativas del conjunto del espacio a la izquierda del PSOE en el medio plazo. Si la suma de las izquierdas no logra en las generales una mayoría suficiente, el centro-derecha tiene garantizado el regreso al poder. O bien con el PP en solitario o mediante alguna ecuación con Vox. El aire de repliegue conservador que se respira en esta Europa de la incertidumbre parece que puede alentar las posibilidades de Alberto Núñez Feijóo pero en esta carrera electoral hay todavía muchas incógnitas en el aire. Factores volátiles que impiden un pronóstico claro.

Mientras tanto, Pedro Sánchez perfila la recta final de su legislatura con una agenda cada vez más centrada en su papel como futuro presidente de la UE, y con una consideración cada vez más crítica de sus socios de investidura que parece directamente proporcional a su crecimiento en el escenario internacional y a la exhibición de unos buenos datos en el balance económico y de creación de empleo, que desmienten de forma elocuente los augurios catatrofistas de hace pocos meses. La desconfianza está instalada en Podemos, que hace tiempo ve que el PSOE hace luz de gas sobre las iniciativas de las ministras moradas, con excepción de Yolanda Díaz. También del PNV, que critica la ausencia de compromiso de Pedro Sánchez en asuntos como la materialización de las transferencias o el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado.

. La desconfianza está instalada en Podemos, que hace tiempo ve que el PSOE hace luz de gas sobre las iniciativas de las ministras moradas, con excepción de Yolanda Díaz

En este escenario, el PSOE se aferra al flanco más conservador de su espacio, intentando ofrecer certidumbre, confianza y estabilidad, aun cuando para ello tenga que sortear la supervivencia de un ministro del Interior como Fernando Grande-Marlaska, con numerosos frentes vulnerables en su gestión.

Con este PSOE situado deliberadamente en el ala más templada del tablero, la propia Yolanda Díaz podría tener un papel propio y diferenciado. Su despegue en los sondeos puede erosionar al PSOE en una determinada franja de electores indecisos, pero a la vez permitirle después sumar una mayoría progresista. Díaz transmite esperanza en un alicaído momento para una izquierda desmovilizada que necesita señuelos de entusiasmo para ir a las urnas. Es la vitamina oportuna en el momento justo para una izquierda urbana distante generacional y culturalmente de la marca PSOE. En el fondo, el proyecto de la vicepresidenta segunda es Comisiones Obreras en estado químicamente puro, con la envoltura elegante de una líder carismática que enarbola un estandarte con enorme fuerza: ser la primera mujer que aspira a ser presidenta del Gobierno de España. El reclamo es irrefutable y constituye un relato de gran eficacia en el ámbito progresista.

Este ‘nuevo laborismo de izquierdas’ puede sacar a muchos votantes del agujero negro de la abstención y, aunque compita directamente con el PSOE en su mismo terreno, el verdadero objetivo es hacer imposible un entendimiento entre el PP y Vox. La clave de verdad no será qué candidato gana los comicios sino qué bloque logra 176 escaños en el nuevo Congreso. El verbo ‘sumar’ tiene la última palabra.