JULIO REY – EL MUNDO – 15/01/17
· Martin Luther King dejó dicho «aunque supiera que el mundo se acaba mañana, yo, a pesar de eso, hoy plantaría un árbol» recado de esperanza que, soslayando los mortíferos disparos, logró transitar en el tiempo inspirando los herederos mensajes del que ha sido el histórico primer presidente negro electo de los Estados Unidos de América. Hope, esperanza, fue un eslogan tatuado en muchos corazones con tipografía Helvética sans serif de cartelería, un mensaje encerrado en una náufraga botella, errante marinera arrastrada por los zarandeos de escépticas corrientes que, descorchada a tiempo por Barack Obama, nos hizo albergar el anhelo de que yes, we can. Historia.
Una ingenua declaración de intenciones idealistas, digna de estar rotulada en una nube de pensamiento de cómic que, con trazo tembloroso de plumilla, brota de la cabeza del smile triste y virginal Charlie Brown, el humano del icónico Snoopy, para alegrarnos la mañana desde el faldón de página dominical de un periódico. Recostado boca arriba sobre el paciente trazo del tejado de su secuaz caseta, Snoopy mantenía certeros soliloquios de agudo monologuista con la línea de cierre de la viñeta y como Fliying ace, el As volador, combates ideológicos voladores con el Barón Rojo: metáfora de buenos contra los malos, dibujada con tinta indeleble.
Y en eso estamos, bajo la soez amenaza fantasma rubia de aquel que, como nos diría Oscar Wilde, «sabe el precio de todo y no conoce el valor de nada», contrapuesta al voluntarismo negro, tipo Sidney Poitier, alejado de Malcolm X, que nos deja. Obama lloraba el otro día en su despedida, sospechando tal vez que el mundo puede acabarse a partir del día 20 y a él, durante sus dos carismáticos mandatos, no le ha dado tiempo de plantar el árbol de sueños de Martin Luther, disipada su Presidencia en inconclusas reformas sanitarias y educativas, cierres frustrados de Guantánamo, estériles refriegas con la ultra conservadora Asociación Nacional del Rifle y ataques de drones hambrientos de víctimas civiles.
Los atinados ladridos de Snoopy transitan por la imaginería colectiva heredada de padres a hijos, encaramada también sobre la interlocutora caseta del perro Beagle de mancha negra en la espalda. Las acrobacias aéreas de As volador de fantasía «buscando la cola» del avión triplano del malo, para hacerle besar el suelo, no tendrían que ser inútiles.
Y la premonitoria frase «era una oscura y tormentosa noche….», que Snoopy siempre teclea en su arqueológica máquina de escribir, se quede sólo en tres puntos suspensivos sin continuación. 260 metros cuadrados de buena tierra es la medida de la huella que ha dejado en la Casa Blanca la ya ex primera dama, un huerto cultivable en el que Michelle Obama –Renacimiento significativamente para el servicio secreto–, ha dejado plantada una semilla de ideales gigantes, preparada para, en un futuro, como la del cuento, crecer hasta las nubes. HOPE.
JULIO REY – EL MUNDO – 15/01/17