El lápiz

ABC 09/01/15
IGNACIO CAMACHO

· La libertad no es gratis. Gratis sólo significa que el precio lo pagan otros y los «charlies» han pagado el de la tuya

NO basta con decir «yo soy Charlie» ni colgar una foto de un lápiz en el perfil de la red social. Es bonito, emotivo, pero no basta. Sobre todo porque ni tú ni yo somos Charlie; nosotros estamos vivos y ellos muertos, fíjate qué diferencia. Para ser de verdad un charlie hay que echarle a la vida –y a la muerte– los cojones que ellos le echaron. Y asumir las consecuencias.

Si de veras quieres ser Charlie no dejes que esto se quede ahí, en el ritual solidario de los minutitos de silencio, en las frases conmovedoras de Facebook o Twitter, en toda esa liturgia posmoderna de solidaridad aparente que sólo sirve para sentirnos mejor, para confortarnos a nosotros mismos ante el escalofrío del espanto. Si quieres ser Charlie lucha por lo que ellos lucharon: simplemente por la libertad. La libertad de pensar, de reír, de dibujar, de hablar. La libertad y sus derechos; el derecho de blasfemar, incluso; todo eso que vivimos cada día sin darle importancia hasta que vienen a quitárnoslo sin que lo sepamos defender.

Ser un charlie significa no arrugarse, no esconderse, no transigir. Significa levantar la voz aunque resulte incómoda, antipática, insolente. Sin miedo a la mala conciencia, a la corrección política, a las etiquetas coercitivas del pensamiento débil, al ametrallamiento de los linchadores que se han apoderado del espacio de la opinión compartida. Significa negarse a comulgar con las verdades declaradas del relativismo. Significa saber lo que cuesta ser libre.

Eso es lo que va implícito en ese lápiz o en el letrerito que has publicado en tu perfil social. Y no vale sólo para los dos o tres días que va a durar en los medios el eco de la matanza; es para todos los días de tu amenazada vida. Porque tu vida, y sobre todo tu modo de vivir, están tan en peligro como los de los dibujantes franceses: los fanáticos de Alá te han declarado tan enemigo suyo como ellos. Porque eres laico, o ateo, o católico; porque te gusta beber o escuchar música o leer, o porque eres mujer y llevas minifalda. Porque vives en una ciudad libre de un país libre y has cometido el error de creer que la libertad es gratis. No hay nada gratis: eso significa que el precio lo pagan otros. Los charlies son por ahora los últimos que han pagado el precio de tu libertad.

Ser un charlie significa creer que esta civilización, la occidental, la democrática, es con todos sus defectos mejor que las demás. Significa no sentir culpa por formar parte de una sociedad abierta, culta, desarrollada, cívica, a veces fútil pero no tan estúpida como para dejarse destruir en nombre de su propia trivialidad. Si no crees eso, si no estás dispuesto a aceptar la desapacible verdad de que desde la Grecia clásica la libertad siempre ha tenido que defender su superioridad moral ante la barbarie, deja el cartelito y tira el lápiz. Porque te lo van a acabar metiendo por salva sea la parte.