Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/8/12
El tercer grado por razones humanitarias al preso etarra Iosu Uribeetxeberria Bolinaga prolonga el pulso al que Interior y el abertzalismo parecen abocados en el actual escenario de paz. Ahora bien, supone, sin duda, una pugna sobre el asunto más nuclear que se deriva del cese de la violencia: la posible adecuación de la política penitenciaria. Y en su contexto no debería despreciarse tampoco el análisis sobre los comportamientos exhibidos por cuantos se han sentido directa e indirectamente concernidos en esta exigente puesta en libertad de uno de los secuestradores de Ortega Lara.
Sería un error objetivo que la izquierda abertzale entendiera como una victoria la decisión de Instituciones Penitenciarias. Muy al contrario, al dilatar intencionadamente su decisión cuando era consciente de que le avalaba la jurisprudencia de una norma creada en tiempos del ministro Jaime Mayor Oreja, Interior envía un claro mensaje de que no se ha movido un milímetro. El Gobierno Rajoy explicita así que tiene metabolizado el efecto de la protesta radical.
Este pronunciamiento tan firme como indicativo, recibido en la mayoría del País Vasco como una muestra de inmovilismo insensible, es entendido como una cesión, en cambio, por las voces más intransigentes en el resto de España, precisamente desde los sectores que realizan un marcaje implacable al PP en una cuestión tan electoralista, creen, como el final de ETA. Vaya, un ejemplo más de la torticera interpretación de la justicia en base al interés de la realidad política.
En su implacable presión a favor de Uribeetxeberria, la izquierda abertzale, muy cuidadosa en las formas con la deplorable excepción del ataque a la sede del PP de San Sebastián, ha perdido la oportunidad de admitir, siquiera una sola vez, el dolor humano que supuso el penoso cautiverio de Ortega Lara. Al exhibir tamaña insensibilidad alienta las dudas de su apuesta sincera por la convivencia. Al igual que se reconocen sus evidentes esfuerzos para contener las tradicionales algaradas que en épocas recientes generaban este tipo de reivindicaciones también es obligada una exigencia moral para avalar una petición que mayoritariamente ha entendido el resto de la clase política.
Con todo, es indudable que la izquierda independentista ha vuelto a rentabilizar el verano en una demostración más de su tacticismo. Como botón de muestra del rédito, sirva la contrariedad exhibida por el PNV, crítico al comprobar cómo la postura de Interior alentaba el victimismo del entorno de Bildu-Amaiur, desde donde se ha procurado contener el radicalismo para proyectar mediáticamente una cuidada imagen de protesta institucional. Ahí es donde, posiblemente, hayan cogido con el pie cambiado a un Gobierno central que se imaginaba una reacción violenta en las calles mientras retrasaba la decisión sobre Uribeetxeberria y así retratar la inmadurez de la transformación soberanista. Ahora ya es distinto: detrás de la pancarta en favor de la libertad de un preso de ETA enfermo aparecen diputados, senadores y alcaldes.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/8/12