ARANTZA QUIROGA, EL CORREO – 06/12/14
· El PP vasco afirma, alto y claro, que nuestros derechos históricos, recogidos en la Constitución, fueron la solución a lo que otros llaman ‘el problema vasco’.
La Constitución de 1978 supuso un pacto de concordia y de cerrar heridas procedentes de la Guerra Civil y de la dictadura. Pasada una generación desde entonces, se han aliado una memoria histórica selectiva, los efectos lacerantes de la crisis económica y una corrupción insoportable para querer acabar con aquel pacto fundacional desde el oportunismo y la demagogia. Los nacionalismos en España, por su parte, y como históricamente han hecho siempre, aprovechan esta coyuntura de dificultades en la que estamos, saliendo lentamente de la crisis y gestionando medidas conjuntas contra la corrupción, para plantear sus maximalismos desde su acreditada insolidaridad.
En este contexto celebramos este año de nuevo desde el PP vasco el aniversario de nuestra Constitución, con el propósito de poner en valor sobre todo las virtudes irrenunciables de nuestro principal texto legal, sin olvidar que todo puede revisarse para mejorarse, con el mayor consenso posible, adaptándolo a los tiempos en que vivimos, avanzando desde lo ya construido. Pero sin olvidar tampoco, sobre todo, que de ese texto parten todos los derechos, y también las obligaciones, con las que nos dispusimos a vivir bajo un régimen democrático, donde el respeto a los derechos individuales y al deseo de las mayorías se convierte en marco ineludible de nuestro comportamiento político.
Euskadi es nuestro ámbito más cercano de convivencia, inserto históricamente en escenarios más amplios de relación, como son España y Europa, y en el que volcamos todos nuestros esfuerzos e ilusiones de futuro, por nuestro bienestar y por el de nuestros hijos. Y como nunca podremos olvidar a todos nuestros compañeros del PP vasco, así como al resto de víctimas que perdieron su vida por mantener sus ideales en defensa de la legalidad frente al terrorismo, y el día de la Constitución es el momento idóneo para recordar, una vez más, esta deuda imperecedera, tampoco podemos olvidar que es desde la propia Constitución desde la que parte la legitimidad de nuestra actual arquitectura política, que nosotros queremos mantener como la mejor de las posibles, como la única posible en realidad, para garantizar nuestro futuro.
En toda España padecimos una guerra, una posguerra y una dictadura que nuestros mayores quisieron cerrar para siempre con una Constitución de consenso y de concordia. Ahora hay gentes de nuestra misma generación que están queriendo reabrir las heridas de lo que hicieron sus abuelos, optando por unos en detrimento de otros, y cuestionando de paso la propia Constitución. Precisamente contra ese espíritu se fraguó el consenso constitucional, teniendo claro desde Carrillo hasta Fraga que en esta Constitución no debían repetirse los fracasos de las anteriores. Volver a abrir un nuevo proceso constituyente en esos términos supondría volver al ciclo de fracaso y frustración de la historia de este país. En Estados Unidos, Alemania o Francia no necesitan abrir nuevos periodos constituyentes, simplemente desarrollan interpretaciones contemporáneas de sus Constituciones.
Volviendo al 78, la derecha vasca, a la salida de la dictadura, tuvo que arrostrar una culpa indiscriminada por todas las consecuencias del pasado y el nacionalismo vasco se apropió entonces, sin ninguna dificultad, del mejor legado de la derecha vasca, del liberalismo y tradicionalismo, que son las dos grandes corrientes de la histórica derecha vasca foral.
La foralidad demostró su arraigo profundo en el bagaje cultural de los padres fundadores de nuestra modernidad política. Las maratonianas sesiones de la Comisión y la Ponencia encargadas de elaborar la Constitución, durante el segundo semestre de 1978, desembocaron, como resultado específico para nosotros los vascos, en la famosa Disposición Adicional Primera, que garantiza la pervivencia de lo que se denominaron entonces nuestros «derechos históricos», o lo que es lo mismo, nuestra foralidad, la que entendió desde siempre a España como la patria grande y a Euskadi, o lo que nuestros antepasados llamaban también Euskal Herria, como la patria chica, en la que nos gobernábamos a nosotros mismos con nuestro concierto económico y protegiendo nuestro euskera como seña de identidad. Una foralidad que nunca olvidaba, porque era agradecida y tenía memoria histórica, que todo eso se garantizaba en el seno de España y de su Constitución.
De la Constitución y de su respeto por la foralidad surgió el Estatuto de Autonomía, que es la base común de la política vasca para sus tres territorios forales. Y en esas estamos hoy y nosotros, como PP vasco, creemos que ése es el mejor encaje de Euskadi en España, con las modificaciones y revisiones que se requieran para mejorarlo y actualizarlo. Porque este régimen jurídico nos garantiza nuestro futuro y el de nuestros hijos, dentro de España y de Europa. El nacionalismo vasco ha aprovechado coyunturas particularmente dolorosas de nuestra historia para apropiarse, por momentos en exclusiva, de todo nuestro pasado foral. Pero ha llegado el momento en que el PP vasco puede afirmar, alto y claro, que nuestros derechos históricos, nuestro concierto económico, recogidos y amparados por la Constitución, fueron la solución a eso que otros llaman ‘el problema vasco’. Y nadie puede utilizar la foralidad para separarse de España, una foralidad que forma parte de nuestro paisaje, como nuestros caseríos, como nuestro caótico urbanismo de los años sesenta y setenta. Y quien quiera utilizar la foralidad para optar por la independencia, tiene que saber que eso solo lo podrá hacer destruyendo el legado de nuestros antepasados.
ARANTZA QUIROGA – PRESIDENTA DEL PARTIDO POPULAR VASCO, EL CORREO – 06/12/14