EL CORREO 31/05/14
· Urkullu califica a Euskadi de «realidad nacional» mientras el Gobierno central hace un guiño y apela a que «es momento de construir juntos»
Las elecciones europeas, consideradas en principio unos comicios de segunda fila, han provocado un auténtico terremoto a todos los niveles. No solo en las direcciones de los partidos, como demuestra la caldera a presión en que se ha convertido el PSOE, sino también en las estrategias. El veredicto de las urnas ha confirmado la pujanza de la izquierda nacionalista tanto en Cataluña, sobre todo, como en Euskadi y ha obligado al nacionalismo de vocación institucional, tradicionalmente hegemónico, a replantearse sus movimientos. ERC ha consumado el ‘sorpasso’ catalán. EH Bildu no, pero el PNV es consciente de que la izquierda abertzale, victoriosa en Álava y Gipuzkoa, le pisa los talones.
En ese contexto, a las puertas del crucial referéndum escocés que, de saldarse con un triunfo del ‘sí’, pondría a hervir el caldero soberanista, y con la izquierda abertzale decidida a trasladar a Euskadi la vía catalana, el Gobierno vasco sabe que debe medir sus pasos y no dejarse arrastrar por la ola. La jugada parlamentaria de EH Bildu, que forzó el jueves a los jeltzales a respaldar el derecho de autodeterminación al presentar un texto que originalmente llevó el PNV a la Cámara en 1990, ha encendido las alarmas en el gabinete de Urkullu y en el PNV, que habían previsto un debate cómodo y de perfil bajo a la espera de acontecimientos en Escocia y Cataluña, y ven ahora como el PSE, PP y UPyD cuestionan su voluntad real de alcanzar un acuerdo en la ponencia de autogobierno.
Por eso, y con la sombra muy presente del calvario de Artur Mas, a merced de ERC y atrapado en un callejón sin salida si no logra algún entendimiento ‘in extremis’ con Rajoy – ¿un Concierto económico catalán?–, toca cultivar la tesis del pacto bilateral con el Estado partiendo del consenso previo entre vascos. Para Sabin Etxea y Ajuria Enea, la alternativa es peligrosa. Si los procesos secesionistas en Europa cogen vuelo, saben que Bildu se adueñará de la bandera en favor del derecho a decidir, que ya enarbola ahora, y pretenderá liderar el movimiento soberanista en Euskadi. «Si gana el ‘sí’ en Escocia, y las cosas se desbocan en Cataluña, nosotros somos los siguientes», admiten las fuentes consultadas.
Por eso, el lehendakari Urkullu busca cerrar, más pronto que tarde, un acuerdo con el Estado que mejore el estatus actual, complete el Estatuto de Gernika y consolide un sistema bilateral de garantías que permita blindar el autogobierno frente a incumplimientos o laminaciones vía legislación básica o sentencias judiciales. Una solución «para una generación» y para un momento complicado para las fuerzas políticas tradicionales, que no invita precisamente a hacer experimentos.
En el entorno de Urkullu creen que un pacto transversal es posible en Euskadi y que a Rajoy le conviene igualmente buscar una salida que permita cerrar, al menos a medio plazo, la ‘cuestión catalana’ y la vasca. De mantener la actual táctica dilatoria, sostienen, al presidente del Gobierno podría planteársele un problema mucho mayor si el crecimiento sostenido de Esquerra desembocase, por ejemplo, en una declaración unilateral de independencia que arrastre a Euskadi. En esa clave debe entenderse también el llamamiento que hizo ayer Alfredo Pérez Rubalcaba a Mas para que trate de buscar, con el PP y el PSOE, una salida pactada al endiablado sudoku catalán. Populares, socialistas, convergentes y jeltzales necesitan todos ellos de acuerdos que eviten el ascenso de la izquierda independentista.
En ese contexto se inscribe también la respuesta que el lehendakari dio ayer en el pleno de control al parlamentario de UPyD, Gorka Maneiro, que le preguntó si su meta final es la independencia, a la vista de la suma de votos abertzales en favor del derecho a la libre determinación. Las mismas sospechas reiteró el popular Borja Sémper, que exigió «garantías» de que la ponencia no busca «maquilllar» una posición ya prefijada. La resolución aprobada el jueves, dijo Urkullu, «no cierra nada, sino que abre» y debe ser la ponencia la que ejerza de «crisol de encuentro» para ello. «El mismo texto es de aplicación a la aprobación y ratificación del Estatuto. El problema es que no se ha cumplido y sigue sin cumplirse. Ahora tenemos la oportunidad de aprobar un nuevo marco desde el diálogo, negociación, acuerdo y ratificación», señaló.
La enésima prueba
El jefe del Ejecutivo se aferró así a la hoja de ruta de cuatro pasos que repite como un mantra para referirse a este asunto, aunque, para no eludir la pregunta de Maneiro sobre el modelo territorial que defiende, se
remitió a los documentos y ponencias aprobados en el seno del PNV para dibujar el escenario que él desearía: bilateralidad efectiva, soberanía compartida, voz propia en Europa, desarrollo íntegro y blindaje del autogobierno, «respeto» a las decisiones del Parlamento y ratificación a través de una consulta «legal y pactada» con Madrid.
Aunque el PNV es consciente de que en ninguna negociación las partes logran sus máximos, el lehendakari también lanzó un dato para la reflexión, dirigido indirectamente a Rajoy, con quien no ha hablado en persona últimamente sobre este asunto. Euskadi, dijo es una «realidad nacional diferenciada» y la «enésima» prueba de ello son los resultados electorales del pasado domingo, una cita en la que el nacionalismo en su conjunto barrió a las opciones no abertzales, al tiempo que instó al Gobierno central a que lo asuma y abandone su «cerrazón».