EL MUNDO – 31/03/16
· «Somos distintos. Nosotros tenemos una historia y una realidad diferentes» y «proponemos una consulta legal y pactada». Estos fueron los argumentos básicos con los que el lehendakari Iñigo Urkullu se desmarcó ayer de la política soberanista de Cataluña.
· El líder nacionalista vasco apostó en la Tribuna Autonómica de EL MUNDO por la «estabilidad», el «acuerdo» y la «convivencia».
Urkullu aterrizó ayer en Madrid para convertirse en el tercer protagonista de la jornada política. Apenas unos minutos antes del encuentro entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y a pocos metros de distancia del Congreso, desde la Tribuna Autonómica de EL MUNDO en el Hotel Palace, el líder nacionalista alentó el escenario de un pacto de Gobierno.
El político nacionalista no sólo empujó al entendimiento entre los secretarios generales de PSOE y Podemos –«ojalá sirva para algo», dijo acerca de la cita–, sino que ni siquiera puso trabas a la entente con Ciudadanos. Pese a reconocer que el partido de Albert Rivera es antagonista de los nacionalistas, Urkullu subrayó que «el PNV no tiene líneas rojas ni condiciones imposibles».
Y es que si algún mensaje dejó machaconamente grabado el político vasco a su paso por Madrid, y en presencia del ex secretario general del PSE, Nicolás Redondo Terreros, y del actual secretario general del PP de Vitoria, Iñaki Oyarzábal, así como de distintas personalidades del mundo de la empresa, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, fue su explícito rechazo a unas nuevas elecciones generales:
«No nos podemos resignar a que puedan convocarse elecciones anticipadas como si fuera un designio inevitable del destino. Si vuelve a haber elecciones será porque los partidos políticos no han sabido asumir la responsabilidad de llegar a acuerdos. Volver a elecciones es un fracaso de la política, también de la pretendidamente nueva», fueron sus palabras, con las que, más que a Sánchez, Urkullu emplazó a Iglesias y al propio Rivera.
El jefe del Ejecutivo autonómico justificó su posición en el interés pragmático de la ciudadanía, en particular, la vasca: «La parálisis política nos afecta gravemente. Lo estamos padeciendo en términos de menor solvencia; ralentización de inversiones y decisiones económicas; menor captación de inversiones y menguante influencia internacional», afirmó.
«2016 no puede ser un año perdido por la inestabilidad política, y ya se ha consumido una cuarta parte del año», añadió, además de denunciar la «actitud refractaria al diálogo y el acuerdo» de los partidos políticos en estos últimos 100 días; y de reivindicar su propia impronta política cuando, tras las elecciones autonómicas de 2011 estuvo tentado él mismo de tirar la toalla pero finalmente pactó una legislatura.
En cualquier caso, Urkullu no comprometió ni, mucho menos, regaló la eventual abstención del Grupo Nacionalista Vasco en una segunda investidura de Sánchez. Aunque sin entrar en demasiados detalles, la condicionó con claridad a la «disposición al diálogo» por parte del Gobierno que se trate, y a «la necesidad» de poner «encima de la mesa la agenda vasca».
Una agenda que según el recién confirmado candidato a la reelección, no es una reivindicación del PNV sino de los «acuerdos» mayoritarios del Parlamento vasco para el desarrollo del Estatuto y el traspaso de competencias. Sumó a ello un compendio de «necesidades» entre las que citó la comunicación logística y el desarrollo del aeropuerto de Foronda, amén de la de la «memoria histórica» y un nuevo modelo de «paz y convivencia».
En el terreno competencial, Urkullu reclamó la política penitenciaria para el Gobierno vasco, y fue muy claro acerca de cómo la gestionaría: «La dispersión probablemente ha contribuido al cese definitivo de la violencia por parte de ETA; el alejamiento no, porque ha servido a la utilización». «Está siendo un error», insistió.
Sobre ETA reiteró su apuesta por un «final ordenado de la violencia» que incluya la «verificación» de un desarme completo de la banda, así como el «reconocimiento del daño causado», y un pacto político para un nuevo marco de convivencia.
Claro que la novedad de su discurso se cifró en su preocupación por la «victimización» de Arnaldo Otegi como posible candidato y rival suyo en las elecciones autonómicas. Tras pronunciarse una vez más contra su encarcelamiento, Urkullu se declaró «preocupado» por que «todos le estemos haciendo una campaña gratuita a Otegi sobre si es habilitado o inhabilitado».
«Si alguien en su fuero interno piensa que tiene que recurrir, que lo haga, pero sin hacerle una campaña gratuita», pidió, para recordar que, en las últimas elecciones de 2011, «un minuto antes de la campaña llegó la sentencia de validación de las candidaturas de Bildu, y antes se estuvo hablando meses y meses sobre ello, haciendo una campaña gratuita que sólo sirve para el victimismo».
En todo caso, Urkullu se ocupó de minimizar la amenaza electoral que la apuesta de Bildu supone para el PNV. Apuntó que «hay más rivalidad entre Bildu y Podemos».
Preguntado por la actual mayoría euskaldún en Navarra, y la posibilidad constitucional de promover un referéndum de anexión por parte de sus aliados en el Gobierno Foral, Urkullu apostó claramente por la espera y por la siembra política para un futuro más favorable a sus intereses: «El PNV forma parte de Geroa Bai, pero siempre hemos dicho que en esa concepción de interdependencia y soberanías superpuestas, hay que avanzar en un proceso de convicción».
«Es preciso aún un proceso de convivencia interna; de convivencia normalizada entre Navarra y el País Vasco», añadió, para expresar su «voluntad de seguir profundizando en la relación de dos comunidades que en los últimos años se habían dado la espalda».
Urkullu otorgó tanta importancia a la cuestión navarra como para incluirla entre los elementos que le permiten singularizar al País Vasco y desmarcarse del proceso soberanista en Cataluña. El líder nacionalista fue muy taxativo en este desmarque: «Somos distintos. Tenemos una historia y una realidad diferentes» y «nosotros proponemos una consulta legal y pactada», fueron sus dos argumentos.
Así, recordó primero que, a diferencia del nacionalismo catalán, el vasco «apostó en la Transición por la actualización de los derechos históricos» de los que son «vestigios» el Concierto o las Diputaciones Forales. Reivindicó en este sentido el «sistema confederal» de los tres territorios y priorizó la entronización nacionalista en Navarra, que ya se está evidenciando en la política educativa y cultural de la Comunidad Foral: «Tenemos que normalizar la convivencia con otros territorios que han sido forales y que pertenecen al territorio del euskera»
Urkullu admitió que los nacionalistas vascos y catalanes comparten la reivindicación del «ejercicio del principio democrático de decisión en base a una consulta legal y pactada», como la de Reino Unido y Escocia. Sin embargo, dejó muy claro que, a diferencia de la antigua Convergència, para el PNV éste no es una urgencia ni un fin en sí mismo mientras persistan la crisis económica y la normalización pendiente de la convivencia. Más aún, aunque eludió criticar el fracaso de Artur Mas, solemnizó que «una sociedad debe estar gestionada desde un liderazgo institucional que tenga un proyecto sustentado en un programa y unos principios, y que dé cuenta ante sus militantes y ante su electorado».
El lehendakari hizo exhibición de pragmatismo político: «Euskadi va a seguir apostando por la estabilidad política, institucional, económica y fiscal, al servicio de la economía productiva», afirmó, sin renunciar al proyecto de un «nuevo estatus político de futuro» de soberanía compartida, pero con posterioridad a la conquista de un «acuerdo interno» en Euskadi, «respetuoso con la pluralidad».
EL MUNDO – 31/03/16