Si el PNV ha aparcado la estrategia de desgaste del Gobierno es porque los sondeos de intención de voto le sitúan de nuevo en el eje de la política vasca, no por la capacidad de diálogo del lehendakari. ¿Por qué seguir jugando a la contra del Ejecutivo, en lugar de presentarse a las próximas elecciones como un partido de orden y constructivo?
Será porque las encuestas que maneja el PNV les confirma un ‘subidón’ de votos en las próximas elecciones locales pero la llamada de Joseba Egibar a la concentración de fuerzas nacionalistas no ha sido, desde luego, un brindis al sol. Entramos en la semana de balance del primer año del Gobierno de Patxi López y mientras el Ejecutivo de Ajuria Enea parece instalado en la autocomplacencia del cambio sin estridencias, el laboratorio nacionalista está ya haciendo cálculos de futuro. En las sucesivas entrevistas donde va apareciendo el lehendakari, estos días de examen, la alusión al fin de la crispación es una referencia constante, lógicamente, porque en un año Euskadi ha ganado en distensión, ha aparcado el debate identitario en el que nos había sumido el nacionalismo durante tres décadas y ha devuelto al Parlamento vasco discusiones de gestión sólo posibles por la ausencia de Batasuna del hemiciclo.
Una circunstancia que, por cierto, lamenta el PNV cada vez que tiene ocasión porque, más allá de que Batasuna haya supuesto la representación política de ETA, lo que más ha importado a los nacionalistas es que el conglomerado de la izquierda abertzale ya no pueda echarles una mano en las votaciones del Parlamento de Vitoria. Una perversión de cálculo electoral que les conduce siempre al rechazo a la Ley de Partidos que permitió apartar del juego democrático a los cómplices del terrorismo.
Con la mirada puesta en los primeros pasos de Patxi López desde el momento en que anunció que no pensaba renunciar a ser lehendakari, hay que reconocer que no lo tuvo fácil el primer líder constitucionalista del País Vasco. Basta recordar que su antecesor le recibió en el Parlamento equiparando la alternancia, desde la tribuna de oradores, a una «cruzada para la destrucción». Una manera muy suya de desearle suerte. Hoy Patxi López se pronuncia a favor de la renovación del Tribunal Constitucional, haciendo causa común con un Montilla enfrentado al PSOE y ése es, precisamente, un mensaje que no le favorece por quedar asimilado a las peleas del presidente Zapatero y el Partido Popular, con el Gobierno catalán en medio.
En las cuestiones domésticas vascas, doce meses después luce el lehendakari dos medallas en su solapa imaginaria. La más visible: la restauración de la dignidad de las víctimas del terrorismo. Y la más reciente: que la confrontación con el PNV ha bajado de intensidad. Cierto. De momento. Pero el lehendakari debería preguntarse el motivo del cambio de actitud en el principal partido de la oposición que se pasa los días poniendo una cruz en el calendario contando el tiempo que les falta para volver a coger el timón de Ajuria Enea. Urkullu y Ortuzar han levantado el pie del acelerador después de haberse cebado en el desgaste del Gobierno durante todo el año. (El PNV de Guipúzcoa es otra cosa).
Se equivocaría el lehendakari si creyese que el clima menos agresivo que envuelve ahora a su relación con el PNV ha sido propiciado por la santa paciencia y la capacidad de diálogo que le asiste. Nada que ver con eso. Si el PNV ha dejado de presionar el botón del desgaste del Gobierno vasco es porque los sondeos de intención de voto le están situando de nuevo en el eje de la política vasca. Si nisiquiera el escándalo alavés por los casos de cargos nacionalistas imputados en acusaciones de corrupción y blanqueo de capital parecen afectar el futuro electoral del PNV, ¿qué sentido tiene seguir jugando a la contra del Ejecutivo en vez de presentarse como un partido de orden y constructivo de cara a las próximas elecciones locales?
Conviene recordar que el PNV gobierna en la Diputación de Álava aunque es la tercera fuerza política del territorio. Si las relaciones entre nacionalistas y socialistas se mantienen con cierta estabilidad, cabe pensar que será el PP, que espera recuperar la presidencia del poder foral alavés, quien finalmente salga perjudicado y tenga que recordar a los socialistas que no cumplieron con una promesa que, por cierto, no quisieron poner por escrito. Queda un año para esa cita electoral pero el PNV está concentrado en mantener su poder en las tres diputaciones y en el Ayuntamiento de Bilbao.
En este plazo tan decisivo para comprobar hasta qué punto se consolida el pacto entre socialistas y populares y se extiende el acuerdo a la geografía foral y municipal, la izquierda abertzale también va manejando sus tiempos. Los duros de antes se nos presentan ahora como piezas fundamentales para propiciar el fin de la violencia. El lehendakari ya no cree en sus palabras. Eso dice. Y la ciudadanía, después de su año de Gobierno, ha podido comprobar que su voluntad de derrotar el terrorismo es incuestionable. Los últimos movimientos carcelarios, poniendo en libertad a destacados activistas de ETA, han levantado, sin embargo, sospechas que incomodan la imagen de política de firmeza contra el terrorismo. Lo último que podría caer sobre la sombra del lehendakari es la sensación de que la banda terrorista ha burlado a la Justicia.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 3/5/2010