Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 12/1/12
En Euskadi, su peculiaridad foral impide al Gobierno vasco acometer iniciativas fiscales porque la competencia radica en los Parlamentos de cada uno de sus tres territorios. En este escenario, que sólo contempla la excepcionalidad cuando ocurren desgracias similares a las inundaciones sufridas por el País Vasco en 1983, los tiempos de crisis, como el actual, acartonan gravemente la lógica ambición de la gestión pública porque sus presupuestos se ven carcomidos por las desequilibrantes caídas de las recaudaciones tributarias.
Asfixiado por este contexto tan hostil, que le compromete sobre todo su política social y le constriñe en exceso su mandato ahora que encara la recta final de la legislatura, al lehendakari, Patxi López, no se le ha ocurrido mejor idea que desafiar a la tradición, consciente, posiblemente, de que se quedará solo en su propósito. Su cruzada consiste en convencer al Parlamento vasco para que le permita disponer de una nueva fuente de ingresos mediante la aplicación de una tasa al IRPF.
Pero no se debería reducir este empeño a una apuesta recaudatoria. Bajo su inédito propósito, López, en realidad, introduce sibilinamente un debate sobre el teórico anacronismo de la Ley de Territorios Históricos (LTH) que durante años de gobierno monocolor del PNV en Lakua y en las tres Diputaciones vascas, sostenidos por una efervescencia económica, jamás nadie osó plantear.
Ahora, Euskadi empieza a resentirse presupuestariamente de las duplicidades de su superpuesto entramado institucional. Aquellos tiempos de un aeropuerto en cada ciudad, un museo en cada capital y el edificio más emblemático para cada uno de los tres palacios de congresos, impulsados día a día por una carrera partidista donde convivían la mezcla del chauvinismo sentimental y el provincialismo desintegrador, tienen ahora un sitio en el diván. Ahí es donde ellehendakari quiere abrir la caja de los truenos. Pretende introducir, con el apoyo de los datos en la mano, un debate racional que tiene enfrente a la pasión que inspira la territorialidad. Y lo quiere hacer cuando el Gobierno vasco empieza a sentir la asfixia económica que le provocan las propias Diputaciones al caer sus respectivas recaudaciones. Quizá sea el momento más necesario para la reflexión, pero, sin embargo, es el menos propicio políticamente para él, sumido como está en un pálpito de honda debilidad parlamentaria porque ni siquiera su socio de gobierno, el PP, ahora gobernando en Álava, le acompañará mínimamente en el intento. Es predicar en el desierto.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 12/1/12