EL MUNDO 26/11/13
· Urkullu: ‘Que se corresponda con la realidad social’.
El Gobierno vasco confirmó ayer que el lehendakari Urkullu entregó al presidente Rajoy un «esquema de la situación de los presos» de ETA en el que venían reflejadas «las diversas posibilidades que existen dentro de la legalidad para el cumplimiento» de las sentencias. El objetivo, según el Ejecutivo liderado por el nacionalista Iñigo Urkullu, es provocar una «orientación diferente de la política penitenciaria» para que ésta se ajuste a derecho pero al mismo tiempo se «corresponda con la realidad social», que en estos momentos es la del fin del terrorismo.
El lehendakari, tras firmar en Logroño un protocolo sobre varias materias con el presidente de La Rioja, Pedro Sanz, ratificó así la noticia publicada ayer por éste periódico en la que se afirmaba que Urkullu había entregado a Rajoy un documento de varias páginas que incluía un cuadro con la situación de los presos de ETA con la intención de que el presidente aplicase una política penitenciaria más «flexible». La consecuencia de esa aplicación podría implicar la salida de unos 450 presos de la organización terrorista en diferentes condiciones, o lo que es lo mismo, que sólo entre 100 o 150, es decir, aquellos con condenas mayores, delitos de sangre y que llevan una década o menos en prisión, tendrían verdaderos problemas para una solución de sus circunstancias a corto o medio plazo.
El Gobierno vasco precisó que la expresión «plan para excarcelar presos de ETA» no sería correcta, dado que el proyecto del lehendakari y del Ejecutivo de Vitoria abarca un ámbito más amplio como es la Paz y la Convivencia en el País Vasco, en el que, según especificó el lehendakari, se abordan también asuntos relacionados con las «víctimas, la memoria, cómo profundizar en el tiempo que se vive ahora, cómo sentar las bases de un tiempo de paz para que sea definitiva».
El resultado, no obstante sería el mismo, teniendo en cuenta la existencia de unos objetivos «fijados en la Constitución española», en la que viene recogida la prevalencia de la reinserción y, como recordó ayer Urkullu, «desde los requisitos y condicionantes que afectan a los pasos que las personas privadas de libertad han de dar; es decir, siempre que los presos cumplan los requisitos exigidos por la ley. Así podrían acceder a la situación, por ejemplo, de tercer grado, a la aplicación del artículo 100.2 o a la obtención de más permisos penitenciarios puntuales.
Siempre que el lehendakari Urkullu se ha desplazado hasta el Palacio de la Moncloa, ha solicitado una modificación de la política penitenciaria y ha aportado sus puntos de vista sobre cómo debería desarrollarse el periodo posterior al terrorismo. Y siempre ha tenido buen cuidado en especificar que hay asuntos que deben ser tratados con total discreción, es decir «sin luz y taquígrafos», para que puedan plantearse sin interferencias. Las reuniones mantenidas en abril y en julio con el presidente Mariano Rajoy, sin cobertura mediática, han seguido estos cánones.
No en vano, el parlamentario vasco de UPyD, Gorka Maneiro, solicitó ayer al lehendakari que explique en el Parlamento «el contenido de la reunión secreta» que le llevó hasta la Moncloa. «Es ciertamente descorazonador y extraordinariamente preocupante que el PNV y el propio lehendakari vuelvan a ponerse del lado de quienes pretenden la flexibilización de la política penitenciaria para unos presos que siguen sin arrepentirse, sin pedir perdón, sin reconocer el daño causado y sin colaborar con la Justicia», opinó Maneiro.
El esquema presentado a Rajoy por el Gobierno vasco dividía a los presos en varias categorías de elaboración propia que iban desde los reinsertados (unos 20); a los, alrededor de 120, que tienen cumplidas las tres partes de la condena; los pendientes de sumarios relacionados con formaciones ilegalizadas; los que cargan con condenas «sin delitos de sangre», y aquellos que se encuentran en prisión con condenas abultadas y asesinatos en su haber.
Tras «varios planteamientos» presentados a Rajoy, Urkullu reconoció que sigue «a la espera».
EL MUNDO 26/11/13