Los seguidores de Imaz se ven abocados a una política que, además de la confrontación, les empuja a un ‘frente nacionalista’ similar al de Lizarra. En ese sector ya se avanza que Urkullu tendrá que ser diplomático y no enfrentarse a Ibarretxe, para evitar la escisión. Pero se teme el batacazo electoral, como ocurrió tras el fracaso del Plan Ibarretxe.
Tras el anuncio hecho por Ibarretxe en el Parlamento vasco, una suerte de escalofrío recorre el PNV. Aparecen ahora los que, en privado, aseguran que ya conocían al detalle sus intenciones, pero lo cierto es que sólo un puñado sabía que el lendakari iba a proponer formalmente un estrafalario proceso de autodeterminación, con consultas programadas y fechas concretas. Y entre los que lo sabían ya se iba fraguando la crisis porque el abandono de la política de Josu Jon Imaz no es ajeno a la imposibilidad de hacer compatibles dos principios: oponerse y evitar la escisión en el PNV.
Los seguidores de Imaz, que prepara ya su marcha, disimulan la desesperación diciendo que también Joseba Egibar ha abandonado la carrera por la presidencia del partido. Pero no es exacto, aunque les consuele: Egibar, a pesar de los pésimos resultados del PNV en Guipúzcoa en las elecciones de mayo, sigue siendo presidente del partido en ese territorio, sentándose en la ejecutiva y en el Parlamento e influyendo directamente en la política del partido fundado por Arana de la mano, además, de Ibarretxe.
Sobre la propuesta de este último, el escalofrío va acompañado de silencio. Sólo el alcalde de Bilbao ha expresado sus críticas en público, como poco antes lamentó la marcha de Imaz. Iñaki Azkuna no sólo ha mostrado su escepticismo acerca de las posibilidades de éxito del nuevo «plan» de Ibarretxe, sino que ha añadido que producirá más enconamiento. Es significativo que haya sido Azkuna, un político atípico en el PNV que, aunque gobierne el municipio con acuerdos similares a los del tripartito de Ibarretxe, cuenta con votos «transversales», es decir, no sólo nacionalistas. Quien parece estar destinado a suceder a Imaz en el PNV, Íñigo Urkullu, ha apoyado a Ibarretxe con la boca pequeña, subrayando que aquello en lo que el partido esta comprometido es en el periodo que el lendakari establece -hasta junio de 2008- para llegar a un acuerdo en el Parlamento vasco.
Este plazo es el refugio de los críticos y los que apuntan ya síntomas de desesperación en el PNV. Se trataría de defender una discusión pública, en sede parlamentaria y no en cenáculos secretos de negociación, acerca de las cuestiones que al nacionalismo vasco interesan, incluido el mentado «derecho a decidir». Pero a nadie se le oculta que si Ibarretxe quisiera exactamente eso, no lo habría planteado añadiendo todo un programa de autodeterminación ni buscando un imposible compromiso previo con Zapatero acerca de un futuro reconocimiento de aquel «derecho a decidir». En ese sentido, es evidente que Ibarretxe, con su anuncio, cierra la puerta a cualquier entendimiento del PNV con partidos no nacionalistas, en especial con el PSOE. Es más, cuando el lendakari señala que pedirá en el Parlamento vasco la autorización para la iniciar la primera fase de autodeterminación tiene que ser consciente de que el único acuerdo posible es con la Izquierda Abertzale, en esta ocasión con el Partido Comunista de las Tierras Vascas.
Recuérdese el análisis de Arzalluz sobre las cuitas internas del PNV. Unos, como Imaz, querían acuerdos con el PSOE. Otros, como Egibar y él mismo, con «el mundo de Batasuna». El espejismo de que Egibar también se ha retirado y los seguidores de Imaz se dan cuenta de que, de la mano de Ibarretxe, se les quiere colocar en ese callejón sin salida. No hay acuerdo en el nacionalismo vasco ni sobre el contenido del plan de Ibarretxe, ni sobre los plazos. No quieren discutir en el seno del PNV, como si fuese una «cesión al Estado» acerca de la legalidad de esta propuesta, pero reconocen que no cuenta con los mínimos apoyos. Y, sin embargo, se ven abocados a una política que, además de la confrontación, les empuja a un «frente nacionalista» similar al de Lizarra. «La verdadera influencia en el Gobierno de Ibarretxe -señala un dirigente del PNV de Vizcaya- es la de EA, no la del PNV, que mayoritariamente es ajeno al anuncio de Ibarretxe».
En ese sector del nacionalismo ya se avanza que Urkullu tendrá que ser diplomático y no enfrentarse a Ibarretxe, para evitar la escisión. Pero ya se teme que, como ocurrió tras el fracaso del Plan Ibarretxe, venga el batacazo electoral.
Germán Yanke, ABC, 5/10/2007