No resulta sencillo seguir la evolución de los fondos europeos. Le confieso que lo he intentado, pero no consigo aclararme del todo. Ni siquiera del casi todo. El tema tiene la dificultad intrínseca que implica una serie enorme de cifras. Están los fondos adjudicados por Bruselas. Luego viene su reparto por las distintas y, a todas luces, excesivas esferas de la Administración. Después aparecen los PERTE, que son las unidades sectoriales destinadas a canalizar los fondos hacia sus destinatarios finales. Más tarde hay que considerar las peticiones realizadas por los organismos y empresas, en base a sus planes de inversión. Para terminar con la adjudicación de los fondos a cada solicitante, de acuerdo con los criterios establecidos por los ministerios implicados. ¿Terminar? No. Quedaría para más adelante la entrega final de los dineros, la ejecución de los proyectos considerados y la comparación entre los efectos previstos y los realmente obtenidos con las ayudas. Lo dicho, un galimatías que se oscurece por la falta de transparencia a lo largo de todo el proceso, por la reiteración de mensajes interesados, por el mal funcionamiento de los programas informáticos que deberían controlarlo y por los sospechas proyectadas por los cambios operados en la cúpula administrativa. ¿No cree que sería muy cruel que me echaran por no entenderlo?
Esta semana hemos conocido los datos de uno de los PERTE más importante, que es el del automóvil. Y no son nada tranquilizadores. El Ministerio de Industria ha seleccionado proyectos que recibirán 877,2 millones. Así, en primera opinión, no cabe duda de que son muchos millones, pero empequeñecen cuando consideramos que se trata del sector del automóvil y se comparan con la cantidad inicialmente prevista, de la que suponen menos del 30%. Es decir más del 70% de las ayudas previstas ha quedado desierto, huérfano de destino. ¿No hay proyectos o son demasiado estrictos los requisitos? Ni idea, pero el resultado es un sonoro fracaso. A Seat se le adjudican 397 millones, a Mercedes 170, a Opel 52, a Renault 40, a Irizar 24, a Peugeot 15… ¿Se pueden transformar las fábricas de automóvil con esas cantidades tan pequeñas? Pues entonces nos hemos asustado en vano, los problemas de adaptación a los nuevos tiempos no eran tan grandes… Y luego están las amenazas de que, con tan escasas ayudas, se aborten los megaproyectos de construcción de baterías que iban a transformar la faz industrial del país. El ministerio asegura que encontrará más dinero para esos proyectos. Sigo sin entenderlo. Si merecen apoyo, ¿por qué razón no se les da ahora el dinero? Y si no lo merecen, ¿por qué se les promete?